Historia

El malestar en la historia
Roger Chartier, Alfonso Mendiola e Ilán Semo.- Los años sesenta trajeron consigo una inflexión en la escritura de la historia. La crítica a la escuela de los Anales, al estructuralismo y al institucionalismo histórico comenzó, entre otros puntos de partida, por una reflexión sobre el papel de la "cultura" en el entramado de la sociedad. La historiografía encontró rumbos
inéditos. A la quimera que reducía la inter
pretación del pasado a la invención de un "sujeto" central y centralizador –así fuese alguna clase social o las instituciones del orden– la historia cultural ha opuesto un "programa" guiado por el afán de rehabilitar las posibilidades de nuestro asombro. Su leitmotif ha sido simple y complejo a la vez: concebir la búsqueda de sentido que acompaña las acciones del individuo como una contingencia y un misterio: una realidad no transparente. El enigma de cómo hombres y mujeres dan significado a sus acciones cotidianas cobra vida en el territorio de la cultura. La historia cultural se propone su reconstrucción.

El lector como misterio
Robert Darnton.- A manera de ejemplo, Darnton evoca un episodio que narra con extrañas variaciones la misma tragedia: "Una historia recurrente es el caso de los padres que en un extravío de la identidad asesinan a su propio hijo. Se publicó por primera vez en una rudimentaria hoja parisina de noticias en 1618. Luego cruzó por innumerables reencarnaciones: apareció en Toulouse en 1848, en Angôuleme en 1881, y finalmente en un periódico argelino moderno del que la rescató Albert Camus para reescribirla con un estilo existencialista para
L’etranger y Malentendu. Aunque los nombres, las fechas y los lugares varían, la forma del cuento es inequívocamente la misma en el curso de tres siglos".


Tres grandes paganos

Christopher Domínguez Michael,- Un escritor moderno sin crisis de conciencia religiosa durante la juventud es una especie rara. Quienes no las han sufrido, se las inventan. Los tres grandes ateneístas sufrieron de rechazo pertinaz al cristianismo. Hijos de la primera generación de mexicanos educados por el positivismo, durante el Porfiriato, fueron mucho más que fieles discípulos de los liberales y jacobinos que los adoctrinaron. Su bestia, más ridícula que negra, fue ese monje Pafnuncio que Anatole France retrató, el hombre de Dios que arroja a la hoguera toda obra de arte temiendo que ésta sea la manera que Thäis ha elegido para
perderlo.

Fray Servando entre los judios de Bayona
Christopher Domínguez Michael,-¿Quiénes eran esos judíos que recibían a fray Servando en esa primavera de 1801? Siguiendo el ejemplo del emperador José II de Austria, Luis XVI semblanteó en 1787 al ministro Malesherbes para emprender una liberalización de la vida judía. Pero fue la defensa de sus privilegios por parte de los "portugueses" de Bayona y Burdeos, excluidos de las leyes discriminatorias, la que complicó el proyecto. Y fueron convocados los Estados Generales en 1789... La conducta de la comunidad judía ante la Revolución francesa estuvo lejos de ser unánime. Mientras que en la costa atlántica conservaron su estatuto,
relativamente indiferentes al decreto del 17 de septiembre de 1791, cuando la Asamblea Constituyente, antes de disolverse dispuso por amplísima mayoría la emancipación total de los judíos, en Alsacia el terror jacobino y el terror blanco, la "descristianización" y la chuanería, sucesivamente, prendieron el antisemitismo [Jacques Le Goff/René Rémond, Histoire de la France religieuse, T. 3, (XVIIIe-XIXe siècle), Editions Du Seuil, Paris, 1991].

Walter Benjamin: los prodigios del tiempo
Antonio García de León.- El tiempo histórico no existe de manera independiente de los acontecimientos, no existe al margen de los sucesos, no tiene sentido ni realidad fuera del torrente de la historia. Estos acontecimientos que conforman la historia están, a su vez, marcados por la ruptura, de allí que el tiempo histórico, en su dimensión pasada y futura, sea más visible en los momentos de ruptura y de crisis que en los tiempos de relativa calma. En otras palabras, el tiempo, fuera de la interacción social real, no actúa por sí mismo: porque ni el punto del espacio ni el momento mismo disponen de realidad física per se, si no es en el acontecimiento propiamente dicho. El tiempo no existe fuera de los hechos ni de sus interrelaciones, y como factor real del movimiento histórico, tiene sentido, precisamente, en el seno de esta amalgama de sucesos y de su estrecha combinación con el espacio.


Letras de mujer
Luis Miguel Glave.- El manual de historia boliviana de Humberto Vázquez Machicado, uno de los más difundidos resúmenes de la época, al presentar el periodo presidencial de Manuel Isidoro Belzu, "deja constancia de estas intimidades, pues por ellas, por un drama de amores y celos, se ensangrentó casi diez años la historia de Bolivia". Menos suelto de adjetivos que el
literato, el historiador califica a Belzu como un hombre herido por la "deshonra", causa última de las guerras intestinas y las venganzas que se sucedieron desde 1847.

Ruidos con la inquisición
Margo Glantz
Y la Inquisición estuvo vinculada, si no directamente con la jerónima, sí con el jesuita Francisco Xavier Palavicino Villarasa, estricto contemporáneo de Sor Juana y sujeto a un proceso inquisitorial a causa del sermón intitulado La fineza mayor. Este sermón fue
pronunciado en el convento de San Jerónimo el 26 de enero de 1691 y publicado ese mismo año con una dedicatoria especial a la madre priora Andrea de la Encarnación, a la vicaria Ana de San Jerónimo, a las definidoras Juana de Santa Inés, María Bernardina de la Santísima
Trinidad, Agustina de la Madre de Dios, María de San Diego, a la contadora, la madre Juana Inés de la Cruz y a la secretaria, la madre Josefa de la Concepción. Fue trabajado en el Archivo General de la Nación en el Ramo de Inquisición por Ricardo Camarena, quien laboraba en el Proyecto "Catálogo de textos marginados novohispanos, Inquisición, Siglo XVII", dirigido por María Águeda MéndezY la Inquisición estuvo vinculada, si no directamente con la jerónima, sí con el jesuita Francisco Xavier Palavicino Villarasa, estricto contemporáneo de Sor Juana y sujeto a un proceso inquisitorial a causa del sermón intitulado La fineza mayor. Este sermón fue
pronunciado en el convento de San Jerónimo el 26 de enero de 1691 y publicado ese mismo año con una dedicatoria especial a la madre priora Andrea de la Encarnación, a la vicaria Ana de San Jerónimo, a las definidoras Juana de Santa Inés,


La izquierda mexicana: lo uno y lo diverso
Carlos Monsiváis.- La investigación histórica de Barry Carr, La izquierda mexicana en el siglo XX (Ediciones Era, 1997), informada y muy legible, indica una vez más la necesidad de estudios a fondo de un sector político y cultural tan importante y tan relegado por sus errores y sus fracasos (nunca necesariamente lo mismo). Para estudiar a la izquierda mexicana, Carr
elige a la corriente comunista, hasta su conversión en Partido Socialista Unificado de México (PSUM), su reagrupamiento en el Partido Mexicano Socialista y su participación relevante en 1988, en la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas

Dostoievski y Tolstoi: Dios como texto
Isabel Cabrera
.- Quizá una función de las religiones sea la de dar sentido a la existencia y aliviar las ansias personales de trascendencia y salvación. Esta necesidad de sentido y esta búsqueda de salvación suelen estar relacionadas con la conciencia del sufrimiento y la muerte, aunque no siempre se deriven de ella. Porque nada parece amenazar más el sentido de la vida que la presencia del sufrimiento inocente y el carácter ineludible de la muerte.

El viajero imaginario
Javier Ordóñez.- Tradicionalmente los viajeros han tenido la misión, algunas veces la ventura y otras el infortunio, de intentar abrir el mundo mental de sus contemporáneos. Viajaban y regresaban para contar. Tenían una fama merecida de arriesgados, de bastante mentirosos y siempre de exagerados. Podían contar cosas maravillosas y traer mercancías desconocidas para garantizar su narración pero también frecuentemente afirmaban haberlas perdido en las penalidades del viaje, dejando así a sus oyentes la tarea de creer o no el relato maravilloso.


¿A qué responde el diccionario?
Francisco Segovia
.- En una de sus famosas tiras cómicas, Quino pinta a Mafalda jugando junto a un librero; su papá se acerca a él, toma un diccionario del estante, busca una palabra,
lee diez segundos y se va; Mafalda comenta: "¡Así nunca vas a terminar de leer un libro tan gordo!".


Ramón Gaya en México
Tomás Segovia.- Estas breves notas sobre Ramón Gaya en sus años de México no son por supuesto una crítica, mucho menos una explicación y menos aún una evaluación. Son casi meras evocaciones de un amigo suyo de esa época que presenció de cerca algunas de las etapas por las que pasó entonces, y aprendió de él gran parte de lo poco o mucho que haya
llegado a descubrir en la pintura y en muchas otras cosas.


Historia y alteridad
Ilán Semo.- ¿Qué es un texto anónimo si no un rostro sin nombre? La naturaleza de este hecho no perturbó a los autores de la Antigüedad. El Gilgamesh, el Talmud y la Biblia son composiciones anónimas; también son textos sagrados. La escritura de lo sagrado se rige, como lo ilustró Gershom Scholem, por la ironía de una fábula mística: sólo un texto sin rostro es capaz de reflejar la universalidad de todos los rostros. El escritor se disipa en la palabra ávida de eternidad.

La fragilidad de la evidencia
Ilán Semo.-Una sospecha antigua sobre la existencia de Homero data de las exploraciones que emprendió Dante en torno a los orígenes de la Odisea. La mayoría se hallan reunidas en el Libro de las Meditaciones. Dante se sirvió no de la historia ni de la filología sino de una prueba que admite los escrúpulos de ambas ciencias y las concilia con la fe: la duda teológica. Es un método, digamos, incondicional. Sus variantes, que son diversas y pueden ser extremas, recuerdan a Epicuro o al matemático alemán David Hilbert, para quienes toda pregunta se reducía en última instancia a una sola pregunta. Una versión sencilla dice así: ¿por qué Dios, que no se equivoca, pudo haber hecho algo –el hombre, por ejemplo–que lo contradice tan abiertamente? El escepticismo de Dante inaugura la tradición melancólica del Renacimiento –ese orden sentimental que Roger Bartra encontró también en el Siglo de Oro (El Siglo de Oro de la melancolía, México, 1998).

Francisco Villa
Friedrich Katz,- Villa no fumaba, ni bebía, ni usaba drogas. Podía ser enormemente
generoso y llorar en público cuando la emoción lo dominaba. Cuando la cólera se apoderaba de él, también era capaz de actos de gran crueldad. Era leal a los hombres que respetaba, pero si se sentía traicionado, se volvía implacable en su odio, que con frecuencia se extendía a la familia de sus víctimas. Era un amante apasionado, y tuvo hijos con muchas novias y esposas en todo Chihuahua. No sentía ninguna culpa por estar casado con varias mujeres al mismo tiempo, y
algunos han especulado que tal vez influyeron en él los colonos mormones que se establecieron en Chihuahua para escapar a las leyes estadounidenses contra la poligamia. Incluso tras dejar a las mujeres con las que vivió, las mantenía y reconocía y se preocupaba por sus muchos hijos.


La musa de la historia
Derek Walcott,- El colonialismo es la experiencia común al Nuevo Mundo, incluso para sus escritores patricios, cuya veneración por el Viejo Mundo se lee como la idolatría del mestizo.
Ellos también son víctimas de la tradición, pero nos recuerdan nuestra deuda hacia los grandes muertos, según la cual quienes rompen con una tradición son los primeros en temblar ante ella. De manera perversa fomentan su desprestigio, pero como su idea del pasado es la de un momento intemporal, si bien habitable, el Nuevo Mundo les debe más que a aquéllos que
luchan con el pasado, pues su veneración matiza una arrogancia que resulta más dura que el rechazo violento. Están convencidos de que la tradición se perpetúa cuando la atacamos frontalmente, que la literatura revolucionaria es un impulso filial y que la madurez constituye la asimilación de los rasgos de todos nuestros ancestros.


Cartas polémicas
Nikolai Gogol,- El 12 de enero de 1847, Nikolai Gogol (que vive refugiado en Nápoles, en una especie de autoexilio) publica en la lejana San Petersburgo un libro de cartas filosóficas que es mutilado por la censura y lo perjudica como autor ante el público ruso. "Mi libro -escribe a un amigo- se convirtió en una especie de bofetada: una bofetada al público… una bofetada más fuerte a mí mismo." Se trata de los Pasajes selectos de la correspondencia con los amigos, donde Gogol propone a Rusia una serie de reformas partiendo de 1a idea de que los hombres no son libres desde su nacimiento, pues están predestinados por Dios a cumplir con sus deberes. Entre esas reformas, tras las que se advierte la influencia de la Cábala, sugiere que
los terratenientes reúnan a sus campesinos, les lean el Evangelio y les expliquen que deben servir a Dios en sus puestos. La airada respuesta de los orientales y los occidentales no se hace esperar. El crítico Bielinskii, que considera a Gogol el "precursor de la escuela natural" en Rusia, le escribe que el libro, en nombre de Cristo y de la iglesia, enseña al terrateniente a sacarle más dinero al campesino. Aksakov halla un defecto fundamental en el texto: la mentira…


La memoria y sus relatos
Rossana Cassigol
.- En las siguientes páginas, me permito bosquejar un ensayo antropológico acerca de una memoria humana que se mide con la fuga de las cosas en la disipación, la obsolescencia o, como lo define Franco Rella en Metamorfosis, precipitación hacia la
indiferenciación; tema que ha asumido una centralidad en la experiencia del pensamiento desde su época clásica hasta la más próxima actualidad –y que que resalta dramáticamente en
especulaciones filosóficas y religiosas como en los Moralia de Plutarco o en los Recuerdos de Marco Aurelio; para las gnosis mística la realidad se presenta como el mal, pues está condenada, de acuerdo con Rella, a la "imper-manencia, la mutación, a un tránsito que parece conducir a la
nada"

Roger Bartra, gramática de la melancolía
José María Espinasa.- Una cosa que me llamó la atención sobre la figura intelectual de Roger Bartra, desde mucho antes de conocerlo en persona, y también antes de leer sus libros, fue que en las apariciones en los diarios y revistas mexicanos, ya sea con ensayos o entrevistas, en sus datos biográficos siempre se insistía en su formación profesional: la de
antropólogo. Sus lectores, sin esa información, piensan –dependiendo de qué libro se lea- en un
sociólogo, en un analista político, en un ideólogo, en un historiador de las mentalidades o en un filósofo. Pero ante la adscripción profesional de antropólogo hay –por lo menos lo había y lo sigue habiendo en mí- un gesto de sorpresa

¿Patena o Chiquero?
Ignacio Díaz de la Serna.- No exagero un pelo, lector. Durante el Siglo de las Luces, estar en Madrid era estar en el Empíreo.

Atrás había quedado la modorra veraniega que impusiera Fernando VI a sus súbditos. Amante de la vida tranquila, sin sobresaltos, hombre de su hogar, de su mujer, de sus lecturas, contagió con su tono gris y bonachón a los madrileños, hartos ya de reyes pendencieros, de reyes ambiciosos, jugadores empedernidos del dinero y de la sangre de sus leales vasallos. El pueblo de Madrid supo a qué atenerse. Así lo prefirió. Nada de guerras, nada de expediciones ni conquistas, nada de tratados memorables. De la Villa y Corte fueron ausentándose paulatinamente las embajadas con la cola de su boato, los festines levíticos, los dimes y diretes palaciegos, las corridas de toros, el fandango, el deporte de rebanar en dos mitades a un cristiano con una
sola estocada de florete. ¿Duelos? Los únicos que estuvo permitido celebrar fueron los mortuorios. Las plañideras reemplazaron a los padrinos de armas. En cuanto a las demás distracciones, no hubo olé que valiera.