Género
Nueva geografía de los generos
Annette Meyhöfer.- En ciertas noches, quizá en uno de esos oscuros bares que se
encuentran a las orillas de las antiguas zonas rojas –ahora convertidas en parques multisexuales de diversión–, aún se puede observar algo insólito: un encuentro entre un hombre que gusta
exclusivamente de las mujeres o una mujer que quiere a un hombre y nada más. Son seres
anticuados, una especie en extinción, que en otros tiempos se llamaban heterosexuales o straights. Hoy se les dice monosexuales o portadores de cromosomas XX y XY, pues ya no es fácil distinguir entre hombres y mujeres. Newsweek y MTV proclaman que la bisexualidad es el estilo de los noventa. Todo se vale. O dicho de otra manera: just grab it. Cuando apenas se había impuesto el lesbian chic y habíamos aprendido a hablar el nuevo lenguaje del amor, el de las butchs (lesbianas "masculinas"), las femmes (lesbianas "femeninas"), las dykes (lesbianas vamp), las lesbianas lipstick (imitadoras de Madonna) y las vanillas (lesbianas "fresas"), la moda ya caducó. Lo nuevo es lo andrógino. Adiós al bilé o, según la preferencia, bienvenido el bilé. Si todavía te queda alguna duda, no olvides que aquella despampanante vamp de melena larga y rizada con zapatos de tacón puede ser un hombre, y ese tipo con botas, rasurado como GI (militar) y con bigotes, una mujer.


Eros y Janos

Claudius Seid.- Hace veinte años, los migrantes entre sexo y sexo eran rechazados públicamente y condenados a la clandestinidad. Quienes se dedicaban al estudio de la sexualidad ni siquiera prestaban atención a este extravío que –según la opinión más compartida– se había quedado a mitad del camino antes de salir del clóset. En los ochenta, lo marginal se convirtió inesperadamente en un foco de atención. El sida empezó a devastar a la población homosexual de Estados Unidos, y la bisexualidad se convirtió para la opinión pública en una amenaza general. Los epidemiólogos estaban convencidos de que la población bisexual acabaría por contagiar de sida a la heterosexual.

Los mil falos de Mapplethorpe
Kobena Mercer,- Referir las fotos de desnudos de hombres negros tomadas por Robert Mapplethorpe significa hablar de un texto cultural que dice algo sobre ciertos modos en que los blancos "miran" a los negros y cómo, en esta forma de mirar, la sexualidad del hombre negro se percibe como algo diferente, excesivo, lo otro.* Obviamente esta obra en particular debe ser considerada dentro del contexto de la fotografía de Mapplethorpe en su conjunto. Mapplethorpe se hizo famoso en el mundo de la fotografía artística con retratos de benefactores y protagonistas del medio vanguardista neoyorkino de los setenta, posterior a Warhol. Él también se ha vuelto una especie de "estrella", pues los periodistas, los críticos, los curadores y los coleccionistas han ayudado a tejer una mística de transgresión alrededor de su persona pública, creando un retrato del artista como autor de "impresiones de oscuridad".

El abatimiento de Eros
Ana Cecilia Terrazas,-En este siglo que culmina, la imagen pública y la concepción colectiva del sexo se desplazan al terreno de lo irreal, convocan a la esquizofrenia y desbarrancan la intimidad. El sexo como lo conocemos –de cuerpo para afuera–, el que nos entregan los medios masivos de comunicación, resultado del fenómeno mass media, se construye a años luz de lo posible. Ni se refracta ni se refleja, se puede decir que no es cierto. Corre el peligro de cobrar una vida virtual propia, circular, en universos aparte del ser humano consumidor de esas fuentes inagotables de información que, para efectos sexuales y eróticos, cuando menos, desinforman.

Sexo en público
Laurent Berland Michael Warner .-Un trabajo titulado "Sexo en público" juega con la oscuridad de su tema y con el torcido propósito de lo que tiene que narrar. No vamos a hablar del sexo acerca del cual la gente tiene claridad, ni tampoco de identidades o de actos, ni de una necesidad incontenible que requiere dejar de ser reprimida; sino más bien acerca del sexo mediado por los distintos públicos a los que va dirigido.(1) Algunos de estos públicos tienen una obvia relación con el sexo: el cine pornográfico, el sexo telefónico, los mercados de medios impresos para "adultos", el table dance. Otros se organizan en torno al sexo, pero no necesariamente alrededor de actos sexuales en el sentido usual del término: zonas queer y otros mundos alejados de la cultura heterosexual, pero también escenas más tácitas de sexualidad como la cultura nacional oficial, que depende de una noción específica de privacidad para envolver la sexualización en un hálito de pertenencia a un país.