Número 83

Utopía e Ilustración

Reinhart Koselleck

Este estudio es un producto de la primera etapa de la posguerra.* Representa un intento de examinar las condiciones históricas previas del nacionalsocialismo alemán, cuya pérdida de realidad y autoexaltación utópica dio lugar a crímenes hasta ahora sin precedentes. También se situaba en el contexto de la Guerra Fría. En este caso, intentaba indagar en sus raíces utópicas que, al parecer, impedían que las dos superpotencias se reconocieran como simples oponentes. En lugar de ello, se bloquearon mutuamente y destruyeron la oportunidad de una paz, a la cual cada superpotencia proclamó con confianza que era capaz de establecer por sí misma. Fue en la Ilustración, a la que con mucha razón se remontaron tanto los Estados Unidos liberal-democráticos como la Rusia socialista, donde empecé una búsqueda de las raíces comunes de su reivindicación de exclusividad con sus legitimaciones morales y filosóficas.

Mi punto de partida fue, por lo tanto, explicar las ideas utópicas del siglo XX buscando sus orígenes en el siglo XVIII. Mi intención original era poner a prueba mis argumentos haciendo referencia a las críticas de Kant, cuya función política durante la era del absolutismo planeaba investigar. Pero, como suele suceder con los pensadores alemanes, nunca fui más allá de los prolegómenos. El análisis de los conceptos de «crítica» y «crisis» se convirtió en un fin en sí mismo y en la base de una nueva hipótesis. Esta hipótesis sostiene que la propia Ilustración pasó a ser utópica e incluso hipócrita porque, en lo que respecta a Europa continental, se vio excluida del reparto del poder político. La estructura del absolutismo, que se basaba en la dicotomía entre soberano y súbdito, entre política pública y moral privada, impedía que la Ilustración y el movimiento de emancipación que ésta produjo se vieran a sí mismos como un fenómeno político. En cambio, la Ilustración desarrolló patrones de pensamiento y comportamiento que, a partir de 1789, se estrellaron en los riscos de los desafíos políticos concretos que surgieron. La Ilustración sucumbió a una imagen utópica que, si bien la impulsó engañosamente, ayudó a producir contradicciones que no pudieron resolverse en la práctica y preparó el camino para el Terror y la dictadura. Se trataba de un marco de tipos ideales que una y otra vez reaparecieron en la historia posterior del mundo moderno.

Dado que este libro planteaba una cuestión de actualidad no sólo desde el punto de vista histórico, sino también desde el punto de vista político, su impacto fue más allá del debate originalmente generado en Alemania. Las traducciones al castellano, al italiano y al francés aparecieron en 1965, 1972 y 1979 respectivamente. Parece ser más que una coincidencia que las tres fueran lenguas europeas continentales. Como mínimo, sus sociedades tenían al menos una cosa en común con Europa central: todas habían sido gobernadas por regímenes absolutistas, independientemente de las diferencias políticas entre estos regímenes. Por consiguiente, sólo en estos países surgió un tipo de Ilustración que, al tratar de evadir la censura y otras argucias, se dirigió contra las pretensiones absolutistas del gobernante soberano. Quien se negaba a seguir a la mayoría, que se adaptaba y se sometía a su gobernante, inventaba formas de camuflaje y mistificación, así como otros modos de comportamiento indirectamente operativos que finalmente comenzaron a impregnar las ideas de la Ilustración misma. Es cierto que los argumentos sobre la racionalidad y la justicia natural sometieron al Estado absolutista a una nueva presión para legitimarse y responder al cambio. Pero, no obstante, tales argumentos permanecieron confinados a los pasillos fuera de las cámaras de la toma de decisiones políticas reales. Como resultado surgió, a modo de compensación, una filosofía progresista de la historia que prometía la victoria a la élite intelectual, pero la cual se ganó sin lucha ni guerra civil.

En cambio, desde 1688, Gran Bretaña experimentó gradualmente un desarrollo diferente. Nunca experimentó la tensión entre el Estado y la sociedad que fue decisiva en la formación de las naciones del continente europeo. Ambas esferas permanecieron suficientemente interrelacionadas a través del Parlamento y la constitución jurídica para apreciar que todas las cuestiones morales representaban al mismo tiempo problemas políticos. Las ideas utópicas de la Ilustración continental, por lo tanto, nunca lograron afianzarse al otro lado del Canal de la Mancha. Allí fueron los filósofos morales escoceses con sus sobrias teorías enraizadas en la historia social los que marcaron la pauta y empezaron a responder al liderazgo económico obtenido por Gran Bretaña. Al principio, los escoceses se movieron en la estela del progreso de Gran Bretaña, que pronto afectaría también a todo el continente europeo. Éste fue un aspecto importante al que mi libro presta apenas una atención marginal.

Con el trasfondo de estas consideraciones, puede resultar apropiado añadir algunos comentarios adicionales, ahora que esta traducción al inglés está disponible. Durante las dos últimas décadas han aparecido numerosos estudios muy sofisticados desde el punto de vista metodológico en los campos de la historia intelectual y social. Sería imposible enumerarlos aquí. Las investigaciones sobre Hobbes, Locke, Diderot, Rousseau y Raynal se han intensificado tanto que mi contribución a la interpretación de sus escritos puede parecer bastante periférica. Del mismo modo, la historia social de la masonería y de los iluminados, la investigación sobre la República de las Letras y sus redes de comunicación, sobre las sociedades literarias, las academias y las bibliotecas, sobre los hábitos de lectura, en resumen sobre las mentalités de los grupos sociales divergentes en los diferentes países europeos, han ampliado tanto nuestros conocimientos que mi estudio no enseñará nada nuevo al lector.

Sin embargo, lo que espero que sea de valor para el lector interesado en este libro es su marco teórico. Este marco proporciona un contexto más amplio, construido según tipos ideales, en el que se pueden situar acontecimientos y conclusiones detalladas. Por lo tanto, este libro trata de interpretar los orígenes del absolutismo como una consecuencia de las guerras de religión. Como siguiente paso, intenta explicar la génesis de la Utopía moderna desde el contexto de la interacción política en la que se encontraron los hombres de la Ilustración frente al sistema del absolutismo. De esta manera se han conectado dos grandes temas del período moderno temprano, con el objetivo de deducir de ellos la evolución de un proceso a largo plazo que iba más allá de lo que los contemporáneos habían pretendido. En consecuencia, espero destacar estructuras más persistentes de la modernidad que pueden considerarse como elementos de la antropología histórica: la sensación de que estamos siendo absorbidos por un futuro abierto y desconocido, cuyo ritmo nos ha mantenido en un constante estado de falta de aliento desde la disolución de las sociedades ständische tradicionales; y la presión sobre nuestra era posteológica para justificar la política y la moral sin que podamos reconciliar ambas. Éstos fueron los desafíos que enfrentó la Ilustración, y produjeron mentalidades, actitudes y patrones de comportamiento que han sobrevivido a las circunstancias especiales de su nacimiento. En resumen, este libro intenta ofrecer una teoría genética del mundo moderno que pueda ayudarnos a explicar los fenómenos históricos individuales. Si esta suposición es correcta, mi hipótesis central también servirá para incentivar la crítica. Al fin y al cabo, lo que se plantea aquí no son sólo problemas históricos, sino preguntas que nos desafían hasta el día de hoy a buscar una respuesta.

 

Traducción del inglés:

Alan Cruz

 

© Reinhart Koselleck, «Preface to the English Edition», en id., Critique and Crisis. Enlightenment and the Pathogenesis of Modern Society, Cambridge, MIT Press, 1988, pp. 1-4.

 

* Prefacio del autor a la primera edición inglesa de Crítica y crisis, datado en septiembre de 1987. [N. del T.].

Sobre el autor
Reinhart Koselleck (1923-2006) nació en Görlitz, Alemania. Estudió en la Universidad de Heidelberg. Ejerció la docencia en esta última y en la Universidad de Bielefeld. Autor de Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués (1959), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (1979) y Estratos del tiempo. Estudios sobre la Histórica (2000), y, junto con Werner Conze y Otto Brunner, el diccionario Conceptos históricos fundamentales. Léxico Histórico del lenguaje político-social en Alemania (1972-1997).