Francisco Segovia


¿De quÉ clase de pacto hablamos?


 

Creo que debemos tener claro en qué sentido lo que propone Javier Sicilia es un “pacto”, y con quién, o entre quiénes. Lo digo porque el término remite en primer lugar al “pacto social”, a ese orden de convivencia más o menos ideal que se plasma en una Constitución, pero está claro que Sicilia no busca una nueva Constitución, sino, simplemente, que ... se cumpla la que en teoría nos rige ahora. Pero, si la clase política no ha cumplido ese pacto ¿qué nuevo pacto vamos a firmar ahora con ella?


No creo que pueda llamarse “pacto” al hecho de que los ciudadanos, por una parte, reclamen del gobierno el cumplimiento de la Constitución, y de que el gobierno, por la otra, escuche el reclamo y jure que en adelante así lo hará. Una llamada de atención no es un pacto. O lo es, pero de un modo tan vago que no fuerza a un compromiso con la manera de cumplirlo: —Si no quieres que te regañe, cumple con el juramento que hiciste de cumplir y hacer cumplir la Constitución. —Sí. Te juro que ya lo voy a hacer… Renovar un pacto que se ha violado, así nada más, sin cambiarle ni añadirle nada, es casi garantizar que volverá a violarse. ¿Qué debemos entonces cambiar?


Desde mi punto de vista, debemos dejar de actuar como si el pacto que refleja la Constitución fuese un convenio entre el gobierno y sus gobernados. Porque no lo es. El pacto social es entre los ciudadanos, que acuerdan juntos constituir una nación, con sus poderes, instituciones, gobierno, etc. El pacto constitucional es, pues, un pacto entre nosotros; no un pacto con el gobierno. Sé que es una verdad de Pero Grullo, pero quizá convenga repetirlo: al momento de firmar el pacto, no hay todavía un gobierno legítimo; el pacto social precede al gobierno, y se hace justamente para darle un gobierno a la nación. De esa misma manera, el pacto nacional al que ha convocado Javier Sicilia debe ser un pacto entre nosotros, no un pacto con el gobierno, ni con los grupos criminales. La diferencia entre las preposiciones es importante: pactar con implica una negociación entre dos, y es algo que puede hacerse en privado, en lo oscurito; pactar entre es asunto de varios, y mientras más sean éstos, más público habrá de ser el acuerdo, y menos privado u oculto.


En mi opinión, sólo esto último tendría sentido. Porque pactar con el gobierno no pasaría de ser una reprimenda. Y ya tenemos algunas muestras de cómo el gobierno la aceptará de buena gana, tratará de justificarse en lo que pueda, hará acto de contrición, y finalmente dirá que la sociedad civil le ha demandado acabar con la violencia… sacando al ejército a las calles. Sí, ya tenemos muestras de cómo esta tergiversación rinde frutos: en los últimos días, los periódicos han dado noticia de una iniciativa del PRI y el PAN para dotar al Presidente de poderes irrestrictos sobre la Fuerzas Armadas… Pero hay algo más: el gobierno está tan profundamente infiltrado por las mafias criminales, que pactar con él no será muy distinto de pactar con ellas. Si lo hacemos, cometeremos el mismo error que le reclamamos hoy a Calderón: el de combatir a las mafias sin ver que la fuerzas con que las combate están profundamente infiltradas por esas mismas mafias… Sea cual sea la fuerza que se imponga finalmente en esta guerra absurda, será la mafia quien prevalezca…


Pactar con el gobierno es darle la oportunidad de hacer suyas nuestras demandas. Y, a decir verdad, ya lo ha hecho, aunque secuestrando su sentido. Cuando el Presidente Calderón se apropió del “¡Ya basta!” que gritaron los ciudadanos en el zócalo el 6 de abril, lo tergiversó. En sus labios, el “¡Ya basta!” de Sicilia apoya a una u otra de esas mafias. Dicho de otro modo, perpetúa el poder de la mafia.


Un acuerdo entre los ciudadanos no autorizaría ni siquiera esta tergiversación de las palabras, porque el gobierno sólo estaría ahí para escuchar, no para hacerse del micrófono y secuestrar el sentido de las demandas. Este acuerdo debería incluir, por principio de cuentas, la creación de una red nacional (o una red de redes) que monitoreara e hiciera públicas todas las acciones del gobierno, en especial las que se relacionan con el uso de las fuerzas del Estado y la impartición de justicia. Hay ya algunos ejemplos de la manera en que se puede hacer esto, como el blog llamado “Nuestra aparente rendición”. Habría que multiplicar su esfuerzo. La red rompería así el llamado “cerco mediático” y pondría al descubierto la corrupción de políticos, militares, jueces y funcionarios públicos de toda laya; de banqueros, abogados, periodistas, etc. Y a todos ellos los citaría por su nombre y apellido. Haría ver así que la sociedad civil no teme ejercer sus derechos democráticos señalando las omisiones, fallas y corruptelas del gobierno.


En resumen, creo que el pacto debería ser un pacto entre los ciudadanos, no un pacto con el gobierno. Debería ser un pacto entre los que no tenemos el poder del Estado, pero sí su legitimidad. Debería ser un pacto para mostrarle al gobierno que se puede hacer lo que él no hace: buscar el bien de sus ciudadanos.