Pedro Serrano

El sueño, la poesía y lo desconocido

 

 

Quiero empezar este ensayo con una metáfora que englobe las palabras de su título: un cuerpo –la poesía– con dos alas –el sueño y lo desconocido. Si hay algo en común entre estos dos últimos términos es su sentido paralelo de algo no fijo, de algo que está en proceso. Lo desconocido tiende siempre al conocimiento, y los sueños se mueven hacia cierto tipo de materialización despierta. Relacionar ambas cosas con la poesía es imaginar que esas dos alas le permiten a la poesía volar, y que ésta les da dirección.

W. B. Yeats decía que "en los sueños comienza la responsabilidad". La relación entre la emoción personal de un poeta y un poema terminado es paralela, para mí, al dicho de Yeats, y trabaja en distintos niveles. El poeta estadounidense John Berryman tiene un libro entero de poemas basados en sus sueños. Pero éste es un tema diferente del que aquí expongo, ya que en su caso se trata de una manera particular de relacionar sueño y poesía, pero no el único. Y yo estoy más interesado en las coincidencias entre estos dos temas que en un posible desarrollo de uno hacia el otro.

Creo que los sueños se mueven igual que las estructuras retóricas en un poema. En ellos tenemos algo muy cercano a narrativas, figuras y tópicos: lo contrario a un discurso lógico. Aparte de todas las teorías sobre el sueño que conozcamos, del psicoanálisis a la neurología y de los mitos a la vida diaria, en ellos organizamos experiencias que no son enteramente racionales. Un sueño nos está diciendo algo a nosotros mismos, y lo podemos interpretar de distintas maneras. Si seguimos sus propias olas misteriosas nos acercamos a algo que

está en nosotros que no puede ser descrito en su totalidad de una manera lógica. Los sueños tienen que ver con las emociones, y éstas no son traducibles, sólo experimentadas y, si alcanzamos la responsabilidad, conocidas. Para Yeats, los sueños son el origen de una actitud verdaderamente responsable hacia nuestras propias vidas. La manera en la que lidiamos con ellos es crucial para entender una situación en un momento particular. Ahora bien, la responsabilidad no es una palabra con letras mayúsculas que nos imponga una serie de reglas, sino una relación entre nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestros actos. Decir que "en los sueños comienza la responsabilidad" significa precisamente que ésta da cuenta de nuestra vida emocional. Responsabilidad no significa culpa. La culpa es una falta continua, mientras que la responsabilidad es la confrontación con lo que falta. Y esto mismo es lo que hace a un poema.

Yo no creo que un poeta escoja una metáfora, o una imagen, cuando escribe un poema. Esto no quiere decir que no tenga la menor idea de los sentimientos involucrados, o incluso del tema general del poema. Pero en el proceso de escribir el primer borrador surgen muchísimas cosas que no se habían previsto. Las palabras que aparecen, el ritmo encontrado, la respiración en la que se despliega no es parte de, digámoslo así, una agenda. En mi experiencia personal, incluso escribir un soneto, que es una de las formas métricas más trabajadas en español, nunca puede estar programado. Los sonetos como programa sólo cumplen una mera formalidad. Alguna vez me di cuenta que escribía sonetos cuando estaba enojado. Descubrí que su forma, apretada y constreñida, permitía expresar ese enojo, e ironizarlo. La forma del soneto había sido, en mi caso, una necesidad.


Empezar con una metáfora me ha permitido moverme con cierta intensidad y flexibilidad dentro de mi argumento. Ni el sueño ni lo desconocido son palabras que se completen a sí mismas. En la vibración de su significado hay una falta, algo sobre lo que se tiene que actuar, algo por elaborarse. Aquí entra la responsabilidad. Por otro lado, la poesía es en sí misma una especie de portador o mensajero. No sabe hacia dónde va ni qué encuentra. Viene de lo desconocido y está hecha de los materiales del sueño. Pero va, y llega a cierto sitio. La responsabilidad en poesía no significa, por supuesto, escribir poemas "bien hechos", ni poemas "políticamente correctos". Un poema trabaja tanto con las buenas como con las malas intenciones de un poeta, con sus fuerzas y con sus prejuicios. Como en los sueños, en la poesía no controlamos nuestros sentimientos. Más adelante podemos entenderlos, a veces. Ser responsables, en poesía, significa aceptar esto, incluso cuando racionalmente no nos gusten del todo esos sentimientos. Dentro del poema debemos aceptarlos. Tenemos que reconocer y exponer nuestros odios y nuestros amores, y la manera en la que odiamos y en la que queremos. Tiene que ser así, ya que la poesía no es nunca un discurso profiláctico, sino una manera de escribir y hablar, una manera de utilizar el lenguaje que incorpora toda la experiencia de un poeta, o, mejor dicho, que incorpora al poeta en su totalidad. No está escrito con la mente sino con todo el cuerpo, y ésa es la razón por la cual el ritmo es tan importante: el ritmo es una traslación de la respiración de un poeta, en el sentido en el que pensamos como respiramos, sobre todo cuando estamos emocionalmente activos –o emocionalmente en blanco, como se puede ver en la asfixia y extrema economía lingüística de The Hollow Men de T. S. Eliot.

La responsabilidad significa aceptar la complejidad de nuestros sentimientos y ser capaces, también, en caso de ser poetas, de ponerlos en palabras. En este sentido, la responsabilidad trabaja siempre con algo desconocido que, a través de un proceso lingüístico, que no es lógico sino retórico, se encuentra a sí mismo. Encuentra su camino a través de una serie de confrontaciones no siempre fáciles, que son el resultado de un gran esfuerzo intelectual. Incluso si el poeta está hablando de experiencias de debilidad, el proceso que permite su traslación en poema no puede ser débil. Lleva, como decía, la totalidad del poeta lograr este encuentro.

Comparé la relación entre el sueño, la poesía y lo desconocido con un pájaro, pero las metáforas conducen a terrenos inciertos. Sería muy diferente si hubiera empezado por analizar la relación entre la poesía y el sueño y entre la poesía y lo desconocido (ya que "lo desconocido" es parte del problema del conocimiento). Desde el principio una metáfora desautoriza cualquier significado particular y específico, y abre dentro del lenguaje una vibración de sentidos que no puede ser completamente codificada. Preferí por lo tanto permitirme buscar entre las tensiones que lo conforman, en lugar de seguir los caminos separados que estas tres palabras tienen como entidades. Esto me lleva finalmente a dos negaciones: no creo que sea posible escribir poesía sobre lo conocido, y no creo que exista poesía que no surja de algo parecido al mecanismo del sueño.

Por lo tanto, escribir –y leer– poesía significa desde el principio lidiar con cosas desconocidas y moverse en un reino equivalente al de los sueños. Cuando afirmo que no existe poesía de lo conocido no estoy diciendo que la poesía comercie con objetos irreales, sino que la manera en la cual trata con las palabras fuerza siempre una reconstrucción del conocimiento y una nueva puesta de la realidad. Incluso en los poemas más cercanos a los "hechos", como son los de temas políticos o los que evocan algún paisaje, sólo pueden expresarse forzando las palabras para que encuentren sentido. Lo cual quiere decir que el sentido nunca es previo al poema: es siempre algo que se desarrolla durante su construcción, y que se alcanza en él. Por lo tanto, desde el principio la poesía es siempre poesía de lo desconocido.

Creo que para escribir poesía es necesario primero hacer un movimiento interno, una anagnórisis, en la que no sabemos exactamente qué estamos siguiendo ni qué vamos a encontrar. No es un movimiento ciego pero, por lo menos en mi caso, siempre debo sobreponerme a un primer impulso que es muy tenso y que, una vez suelto, me permite expresar cosas que no conocía. Es una acumulación de fuerzas en que se han estado reuniendo distintas experiencias aparentemente no relacionadas. Puede ser por ejemplo ver un tiburón en un acuario, sentir cómo se mueve de un lado a otro, experimentar la suavidad de sus costillas, su boca, su silencio. Muchos días después, o meses, o incluso años, uno puede recuperar esa experiencia incrustada en otra, quizá mucho más íntima y oscura. Esta confrontación, equivalente a la manera en que funciona el sueño, permite que el poema se escriba.

¿Qué estamos diciendo exactamente en el momento que escribimos un poema? En definitiva no es el sufrimiento o goce anterior al momento de escribir. Un poema no es sólo la experiencia personal e íntima que queramos expresar. Hay algo "desconocido" que fuerza su camino dentro del poema. Y ese algo está compuesto de varias cosas. Primero es el lenguaje, como un campo común en el que los humanos nos movemos, pero en el cual no siempre sabemos cómo movernos ni hacia dónde nos lleva. El lenguaje es lo primero "desconocido" que enfrentamos, algo que se mueve dentro y fuera de nosotros, y que en poesía se expresa en ritmos, rimas, oscilaciones y significados relacionados. Luego, muchísimas experiencias y conocimientos que no sabíamos que estaban articulados, o que podían articularse, con esa emoción. La emoción que fuerza a un poema busca sus fuentes y sus caminos de expresión, y el poema no es la traslación de esa emoción, sino una articulación de experiencias, emociones, imágenes y ritmos que se encuentran en el momento de su propia escritura.

Ernst Jünger decía que "no fracasamos por culpa de nuestros sueños sino por no soñarlos con suficiente intensidad". Como la cita de Yeats, también ésta subraya el fuerte vínculo entre el sueño y la realidad. También, y más importante aún, muestra que este vínculo no es algo dado, sino algo que tiene que trabajarse y actuarse. Con la poesía, como con el sueño, también se tiene una responsabilidad. Por eso no es una experiencia únicamente estética, sino también moral. La poesía fuerza a que algo informe adquiera forma, y tiene la responsabilidad de hacer que impulsos oscuros y ocupaciones claras se confronten mutuamente, reaccionen y tengan sentido de manera conjunta. Este sentido no puede ser previsto, ya que la poesía nunca prueba una tesis en particular. No es una demostración sino una actuación y una acción.

El movimiento de un poema viene de esos impulsos, tanto oscuros como claros, pero su construcción necesita una capacidad para actuar en ambos reinos. Un poeta debe permitirse a sí mismo ser llevado por esos impulsos, y al mismo tiempo tener la fuerza para navegar esos impulsos. Es un movimiento de lo ya conocido a lo desconocido, y al mismo tiempo un movimiento del sueño hacia lo real. Es también un reconocimiento de lo desconocido y una dislocación y desarme de lo real. Como decía Callase Stevens, "no la idea de la cosa sino la cosa misma". Y ésta no puede ser preparada. Como la vida real.

 

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Pedro Serrano, "El sueño, la poesía y lo desconocido", Fractal n° 4, enero-marzo, 1997,año 1,volumen II, pp. 111-116.