GUILLERMO SAMPERIO
El crimen del arte

 

 

Es de madrugada, agosto de 2001, tres sujetos maniatan al único guardia de seguridad de la mansión de la empresaria Esther Koplowitz, una de las mujeres más ricas de España. La residencia se encuentra en remodelación por lo que las alarmas han sido desconectadas. Los hombres entran a un ático donde hay numerosas obras de arte, cubiertas para que no se dañen con los trabajos de remodelación; eligen algunas, las más valiosas, las desmontan y se las llevan en una camioneta que los espera a la salida del edificio. Un trabajo sencillo, el motín: 14 pinturas, entre ellas dos goyas, una colección de piedras chinas del siglo XVIII y una estatuilla egipcia Shabili. Calcular el monto de lo robado, resulta imposible, tan sólo uno de los cuadros Las tentaciones de San Antonio de Brueghel, o alguno de los dos goyas, podría alcanzar, según algunos expertos, los cincuenta millones de dólares.

Otro caso, también en agosto, pero de 1897: en un momento en que los españoles realizaban una afanosa búsqueda en las culturas clásicas de su origen, un obrero que desmontaba el terreno de una finca propiedad del doctor Campello, descubre La dama de Elche . El arqueólogo francés Pierre París la compró para el museo de Louvre en cuatro mil francos, donde toma su nombre y se convierte en la estrella del arte ibérico. La escultura es un busto de piedra caliza con 56 cm. de altura, que da la apariencia de ser un fragmento seccionado de una escultura mayor; tiene un orificio en la espalda del cual se han proporcionado diferentes especulaciones –receptáculo de reliquias, cavidad de resonancia para emitir oráculos o nicho de las cenizas de un difunto–. Su rostro nos remite a las diosas griegas de estilo severo de la primera mitad del siglo v a. C. Sin lograr establecer claramente su identidad y fecha de origen, La dama de Elche se convirtió en el canon y medida para apreciar otras esculturas consideradas de su tipo.

Tiempo después, Francia entregó a España La dama de Elche acompañada por una Inmaculada Concepción de Murillo, los archivos de Simancas y unas coronas visigóticas. Con las autoridades alemanes como testigo se realiza el intercambio. A cambio, España ofreció unos cartones de Goya, un Greco y un Velázquez. La dama digna de tan altos esfuerzos diplomáticos llegó al Museo Del Prado y fue trasladada, en 1971, al Museo Arqueológico de Madrid.

Aunque había algunas dudas, fue hasta hace algunos años, que el investigador John F. Moffitt afirmó la falsedad de La dama de Elche avalado en algunas circunstancias en su descubrimiento; explicó la existencia de toda una “academia” de falsificadores activos en la época; hizo notar el inverosímil estado de preservación de la escultura: no tuvo ningún daño a lo largo de sus supuestos siglos de existencia, los que presenta son producto del pico con el cual fue desenterrada; bajo la pátina, su piedra es blanquísima, a diferencia de otras esculturas antiguas. A partir de un exhausto análisis estilístico, Moffitt señaló como autor de La dama de Elche al escultor Francisco Pallás y Puig (1859-1926), autor de imitaciones de esculturas, retablos y piezas de marfil, que alcanzó renombre como copista y restaurador; también se dedicó a la falsificación de obras de múltiples estilos y épocas, sobresaliendo en las piezas islámicas. El director del Museo Nacional Arqueológico de Madrid, Juan Antonio Ramírez Domínguez, está personalmente de acuerdo con la investigación de Moffitt, a pesar de lo cual oficialmente no se ha reconocido a La dama de Elche como una falsificación, pues de aceptarlo no sólo lo considerado sobre ella debe ser corregido; sino sobre las numerosas piezas que fueron comparadas, interpretadas y restauradas tomándola como patrón.

  Las artes ocultas

El robo y la falsificación de las obras de arte han sido, en cualquier época, disciplinas paralelas al arte mismo. Desde la antigüedad, los impostores han tenido aciertos magnos y aberraciones brutales. El falsificador es quizá el más artista; pero el ladrón fino suele llegar a artilugios dignos de admiración. El falsificador y el ratero necesitan ir un poco más adelante de los avances técnicos en identificación y protección de la obra, para sorprender. No robarán ni falsificarán al azar: necesitan conocer el mercado puntualmente y casi ser parte embozada de él.

Mientras el ladrón realiza un asalto de alta calidad, sustrayendo cuadros de autores universales, el falsificador tal vez está componiendo en su laboratorio los pigmentos de época, como un científico que busca clonar, no a un ser humano, sino una obra artística. En este sentido, el robo y la falsificación han tendido a crear también una disciplina científica paralela. El falsificador y el ratero ganan cada uno a su manera y, muchas veces, trabajan de acuerdo, formando una sociedad que opera desde hace muchos siglos.

La$ Arte$

El mercado del arte adquiere mayor relevancia día tras día. Se manejan sumas enormes de dinero en subastas públicas, en Londres, Nueva York, Milán; en transacciones privadas y aun clandestinas. Para llegar al punto fantástico y estratosférico que ahora tiene la valoración de las obras artísticas, se ha recorrido un viejo un proceso. En la Edad Media, el artista era anónimo y su paga la de cualquier artesano o camarera. En el Renacimiento, empieza la valoración del artista como individuo; hay contratos que consignaban las cantidades a pagar por una obra y las condiciones de entrega. En tal época apareció la exigencia de garantizar la autoría de una pintura, siendo mayor su valor si era de la mano de “el maestro”. En una manera de falsificación generosa o necesitada, esos maestros firmaban algunos trabajos de sus discípulos. Pero antes de llegar a “maestros”, como lo consignan también algunos contratos, debían ir por agua al pozo, limpiar la letrina familiar o tocar el laúd en la morada que lo había contratado como músico.

Para el siglo XIX, el arte era legitimado mediante un sello impreso por los institutos de bellas artes y las muestras oficiales imponían el gusto de los coleccionistas; así la pintura implicaba prestigio social con certificación del Estado y visto bueno de las mafias académicas. El impresionismo significó la demolición de los géneros del oficialismo y marcó el comienzo del mercado actual. Al no ser aceptados en los salones oficiales, los nuevos pintores se lanzaron al libre mercado, vendiendo ellos mismos sus obras, o siendo comercializadas por los dueños de galerías privadas o furtivas, o a través de trueques en carnicerías, cantinas y mesones. El arte, antes “invalorable”, comienza a tener precio, ya fuera en la sala de remates, o bien entre los inspectores de seguros. Las obras se convirtieron en elementos de resguardo contra la devaluación, una especie de elegante bolsa de reserva.

 

  Arte-Robo

Paralelo a los procesos de conceptualización del valor artístico, marcha oculto el arte del crimen del arte, si puede llamársele así; denomínesele plagio, falsificación, o exterminio. Según un informe del fbi , esta actividad ilícita es la que más dinero mueve después del tráfico de drogas y de armas: anualmente de cuatro a seis billones de dólares.

Los ladrones y falsificadores de arte suelen detentar un grado de inteligencia superior al promedio. En ocasiones, son expertos en disciplinas relacionadas con el mantenimiento y la remodelación de obras artísticas. Es posible que trabajen o estén en contacto con las empresas encargadas de la seguridad de las piezas. De este modo, el ladrón y el estafador se auxilian de la infraestructura institucional para cometer los crímenes.

El comercio ilícito de arte en Estados Unidos se ha incrementado tanto, que el fbi ha fortalecido una oficina con el nombre de “Registro de Pérdida de Arte”, dedicada a investigar los casos relacionados con el robo artístico.

Como los empresarios estadounidenses podían deducir impuestos con obra artística, se formaron muchísimas colecciones. No son pocas las que sólo tienen falsificaciones u obra de pésima calidad; el fiscal ha aceptado los montos que el deudor le presenta. Esto se ha vuelto un vicio, como robar a los viciosos.

 

Arte falaz

 

La falsificación es uno de los crímenes artísticos, si es posible decirlo así, más recurrentes y lucrativos en el mercado negro y abierto del arte. Los primeros falsificadores fueron los romanos, quienes hicieron reproducciones del arte griego por largo tiempo. Algunas fueron tan exactas que al experto Thomas Hoving, exdirector del Museo Metropolitano de Arte, reconoce que es casi imposible saber cuáles son piezas de la Grecia antigua y cuáles falsificación romana. De entonces a nuestros días, la falsificación de arte también ha alcanzado grados de excelencia; es tan alta la cantidad de obra fingida que, según el mismo Hoving, “...existen tantos falsificadores, que a veces creo que hay tantos trabajos falsos como genuinos”. Hoving observó cerca de 50 mil obras y comprobó que el 40% eran reproducciones de los originales. Número sumamente elevado, si se piensa que tales piezas estaban exhibidas en el Museo Metropolitano de Arte.

El falsificador suele colindar con la fina perversión; prefigura, mientras elabora sus rudimentos, el instante en que la lente del experto va a calificar la autenticidad de la pieza. Sabe el camino que va recorrer la falsificación, entre radiografías fluorescentes –que captan moléculas–, pruebas de pigmento, certificaciones expertas, para luego ser puesta en la sala de exhibición o execrada.

Se han instaurado laboratorios que, apoyados en técnicas de punta, moldean y ponen en práctica códigos metodológicos que pueden confirmar la autoría real de las obras, con un grado de acierto muy alto. Sus analistas son exhaustivos, ingeniosos, objetivos; un ejemplo podría ser el llamado método de “Análisis de activación del neutrón”. A partir de muestras microscópicas, se identifican los elementos que las constituyen; obtienen indicios inconfundibles de la constitución específica de la obra y deducen las técnicas pictóricas que utilizaron y el año en que fueron realizadas. Este sistema se ha desplegado principalmente en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde se encuentra el reactor nuclear adecuadamente acondicionado a recibir a Rembrant, Warholl, Tiziano, Toulouse-Lautrec o Filippo Lippi. El falsificador se entrega a la oscuridad, mira desde el silencio, en quizá dolorido anonimato.

 

AntiCrimen del Arte, Inc.

 

La frecuencia de los atentados contra obras artísticas se estima de por lo menos uno por día; desde el incendio que exterminó un Rubens hasta la desportilladura de la fuente de Zeus hecha con un fierro por un esquizofrénico, han sido la causa de una industria de defensa completa, precisa; se han perfeccionado los métodos para salvaguardar las obras. No es extraño que ataquen a estos autores, pero en especial a las piezas de tema arquetípico. En la mente organizada-desorganizada del atacante, se incorporan los arquetipos primegenios o de autoridad: La Piedad , Zeus , La Mona Lisa , El Guernica , Marilyn Monroe .

El mercado del arte que ha tendido a dar valores sobrepreciados a las obras, puede ser también el infortunio de las mismas. Es posible que éstas sean recordadas no por su valor artístico, sino por la saga de balazos, secuestros, transacciones enmascaradas y las consecuencias trágicas que han traído los billones de dólares, como los dibujados por el pop art en la vida postcontemporánea.

Souvenirs del crimen de arte

  Robos

   

•A principios del siglo pasado, Géry-Piétret, secretario de Guillaume Apollinaire, robó del Louvre esculturas ibéricas de las cuales dos pasaron a ser propiedad de Picasso. Cuando en 1911, roban La Gioconda, Géry-Piétret se autoacusa sólo para alcanzar notoriedad; hace llegar una escultura ibérica, previo pago de 250 francos, al periódico París Journal , pretendiendo probar su habilidad como ladrón. Picasso y Apollinaire entregan discretamente las piezas en su poder. Además del escándalo contra el servicio de seguridad de Louvre, la colección de arte ibérico se vuelve digna de sospecha en su integridad. En compensación, el arte ibérico ganó mucho con las declaraciones de Picasso, al decir haberse inspirado en obras del antiguo arte ibérico para realizar el retrato de Gertrude Stein y Les Demoiselles d'Avignon.

• En 1911, un hombre se llevó la Mona Lisa a su casa, por el solo gusto de gozar diariamente de ella en su sala, sentando uno de los robos más sorprendentes de este siglo.

• En la Noche Buena de 1980, el museo de la Recoleta fue víctima del robo más grande de la historia argentina: 16 cuadros de autores como Renoir, Degas, Cézzane, Gauguin, Matisse y Rodin. En julio de este año, veintitrés años después, fueron localizados “El camino” de Cézzane, “Cabeza de una joven con cinta azul” de Renoir y “El grito” de Gauguin.

•En 1990, fueron sustraídos doce cuadros de autores como Vermeer, Rembrandt, Renoir y Degas, valorados en 300 millones de dólares, del Isabella Stewart Garner Museum en Boston.

• En Italia hubo, por lo menos, 253 mil robos de arte en el periodo de 1970 a 1990.

• En 1993, una compañía de seguros pagó 12.5 millones de dólares a Steven Cooperman por el robo de los cuadros La cabaña del aduanero a Pourvillé de Monet y Desnudo ante un espejo de Picasso. El 1998, al encontrarlos en una bodega, se descubrió que había sido un autoplagio en contubernio con James Tierney, abogado de estrellas de Hollywood.

• Un óleo sobre tela de Vincent Van Gogh fue sustraído de la residencia particular en que se encontraba el año de 1997, su valor asciende a 250, 000 dólares.

• En 1998 dos obras de Andy Warhol fueron robadas: un autorretrato en acrílico sobre tela, valuado en 200,000 dólares, y el grabado sobre seda 144/250 donde aparece Mick Jagger.

• En 1999 fueron robados 12 cuadros de Tamayo, con un valor de 27 millones 900 mil pesos. Ese mismo día, en Dinamarca, fue robado el cuadro de Rembrandt Retrato de una dama , de 1632; su precio asciende a 16 millones de dólares.

• Rossborough House, una mansión campestre en el Reino Unido, ha sido asaltada tres veces para sustraer un total de 48 obras de arte.

Falsificaciones

•Stephen Blumberg, especialista en el latrocinio de libros antiguos y raros, debido a su notable sagacidad, logró acumular cerca de 21 mil manuscritos de alto valor económico.

•Al final del siglo XIX, el relojero Juan Amat quiso mejorar el yacimiento Del Cerro de los Santos y falsificó algunas esculturas y otras piezas.

•El pintor holandés del siglo XVII, Vermeer tenía al principio de nuestro siglo un conjunto de obras con un largo hueco cronológico durante el cual se especula pintó temas religiosos. El pintor Van Meegeren creó los “Vermeer” faltantes; pintó, entre otras, La cena de Meaux , vendida en 1937 por el equivalente a 1.4 millones de dólares actuales y reside por siete años en el museo Boysman. Cuando se demuestra sin lugar a dudas la falsedad de este cuadro, varios críticos sostienen tercamente su autenticidad.

•Según uno de los exdirectores del Museo Metropolitano de NY, cerca del cincuenta por ciento de las piezas de este museo son falsas, tomando en cuenta las piezas romanas que pasan por griegas.

•En 1998 fue muy comentada la posible ilegitimidad de Jardin en Auvers , cuadro atribuido a Vincent van Gogh, comprado en 1992 en 10.4 millones de dólares.

• En el México contemporáneo, el artista Brígido Lara fabrica piezas sorprendentes por su similitud con obras de la época prehispánica, las cuales llegan a importantes museos y colecciones nacionales e internacionales. Brígido mismo señala la falsedad de muchas de ellas, pero sus dueños, los museos y arqueólogos frecuentemente ofrecen resistencia para admitirlo o sueñan con su autenticidad.

Interpol

•Quien se ocupa de investigar el robo de arte es la interpol , una organización intergubernamental compuesta por 177 países, que busca facilitar la cooperación entre todas las fuerzas policiacas del mundo.

• Interpol internacional tiene un listado de más de 20,000 obras robadas en todo el mundo.

•Las obras más buscadas actualmente son: “Virgen negra con niño”, escultura robada en febrero de 2002 de un iglesia; “La creación del hombre”, pintura de Marc Chagall robada en noviembre de 2002 en Estocolmo; “Virgen con niño”, pintura de Murillo, robada el 29 de julio de 2002 en museo de Asunción; “Hombre desnudo sentado”, estatua precolombina robada en marzo de 2002 en Ottawa , Canadá; “Vista del mar en Scheveningen”, pintura de Van Gogh robada en diciembre de 2002 del museo de la Haya, Holanda y “Reloj de pared”, pieza robada en mayo de 2002 de un museo de Wiesbaden.

•En 2000, la interpol registró más de 27,000 robos de obras de arte en Italia, 3,000 en Rusia, y 1,000 en Grecia. 122 en México, 221 en Ecuador, 59 en Argentina.

 

Actos Criminales

• “El David” de Miguel Angel ha sufrido varios atentados, el primero de origen natural fue un rayo que lo alcanzó en 1512, a mediados del siglo XVI sufrió la destrucción del brazo izquierdo durante una revuelta popular contra la familia Medici y en 1991 sufrió del arranque de un perturbado que con un martillo le rompió el dedo derecho del pie.

• En marzo de 1972, mientras una multitud esperaba la bendición del Papa, un hombre subió a la barandilla de mármol delante de la Capilla de San Pedro y arremetió a martillazos contra “La piedad” también de Miguel Ángel.

• “Senderos ondulados” de Pollock fue embadurnado de pintura, en enero de 1991, en La Galería de Arte Moderno de Nueva York, por un joven quien aseguró que lo hizo porque consideraba el cuadro como una ofensa al arte.

• En mayo de 1999, la obra “Mujer desnuda en el jardín”, pintada en 1954 por Pablo Picasso y expuesto desde 1981 en el Museo Estatal de Ámsterdam, fue rajada a cuchilladas por un hombre de cuarenta años que se había fugado de un instituto psiquiátrico.

•Ese mismo día, un estudiante de arte de origen sueco aseguró haber meado en el urinario de porcelana “Fountain” de Marcel Duchamp en el Museo de Arte Moderno. Aunque el director del museo lo negó, el joven aseguró tener fotografías probatorias.

 

Erik el belga

 

El año pasado, el diario español “El mundo” publicó una entrevista con Erik el Belga, el ladrón y falsificador de arte más famoso de España, quien acostumbraba dejar, en el lugar de sus crímenes, una botella de champagne y un par de copas vacías. Estas fueron algunas de sus respuestas:

•“No (me arrepiento), de qué, ¿de haber salvado miles de obras que estaban tiradas en la calle? Los que deberían arrepentirse son esos que las han vendido como patatas. Todos los grandes ladrones de arte han hecho mucho bien al arte. Si Lord Elgin no hubiera robado los caballos del Partenón, se hubieran podrido”.

•“He falsificado mucho para los museos: siempre para divertirme, siempre para mi placer.”

•“Los grandes expoliadores de la historia han sido los museos internacionales: todo lo que tienen ha sido robado; ya que al final el coleccionismo privado va a parar a los museos, legado por las familias.”

•“Uno sube al techo, el otro baja la obra, otro carga y otro más conduce. Parece simple, pero no lo es, tiene que estar muy bien planeado y contar con la suerte. Yo tuve mucha, nunca nos descubrieron, ni uno de mis hombres ha sido interrogado nunca por la policía”.

•“No necesitábamos usar la fuerza. Mis hombres eran todos militares, mercenarios. Me di cuenta de que eran los mejores.”

• “Hice un pacto a mi manera con la cultura. Devolví más de 1000 obras de arte de forma anónima, y he seguido haciéndolo, cosa que la policía nunca me ha podido perdonar, porque no hubo detenidos, ni escándalo ni ningún tipo de publicidad”.

•“Yo todo el dinero que tengo lo he ganado de forma legal. He ganado diez veces más vendiendo obras que he comprado legalmente al clero que con las cuatro cosas que me he robado. Eso de robar era un lujo, lo hacía por amor al arte y a la persona a la que le vendía: nunca he aceptado un encargo de alguien que no me gustara, igual que ahora no pinto para nadie que no me guste”.

•“Lo del champagne y las copas era como brindar a la belleza, y al amor.”



Guillermo Samperio, “El crimen del arte”, Fractal nº 36, enero-marzo, 2005, año IX, volumen X, pp. 65-78.