BENJAMÍN MAYER FOULKES

Yo contra mí, contra mí

 

 

 

 

 

Está claro: Yo contra mí es, también, contra mí. No podría ser de otra manera. No en vano me he preguntado con insistencia: ¿es posible?, ¿tiene sentido?, ¿a dónde conduce?, ¿qué puede zanjarse con esto? Pero he persistido hasta el final, en contra, y a favor, de mi oponente personal (no sé si ver en ello una victoria, una derrota o ambas a la vez).

Por momentos mi íntimo enemigo me ensordecía bajo las palabras de algún personaje candidato a luchador que finalmente habría a declinar mi impensable invitación: ?¿se puede jugar ajedrez contra uno mismo??, provocaba. ?De chico, créame, lo intenté y los resultados siempre fueron decepcionantes, tanto en blancas como en negras?? Y otro: ?¿podría alguien salir al ruedo como toro y matador a un tiempo?? Y un quinto: ?cosas más importantes hay que hablar de uno mismo??

¡Qué razón tienen todos!, pensaba en mí, al tiempo que no cejaba en esta descabellada empresa, revirando, involuntario: ?Sí, yo también he fracasado en ese intento ajedrecístico finalmente tedioso; no se meE escapa que la experiencia a la que convoco es finalmente impracticable. ¿Pero no lo es también gobernar, educar y curar, como observa Freud, con su perenne sonrisa? ¿No estamos aquí, en cambio, ante la más banal, la más común y erosionada de las vivencias? Usted, por ejemplo, ¿no se cepilla los dientes, no trabaja o está desempleado, no tiene amores??

Además, suponiendo, sin conceder, que el toro y el torero no puedan ser el mismo pobre diablo, no debemos olvidar al público, que sostiene un tercer flanco entre el yo de las blancas y el mí mismo de las negras.

De lo que se trata entonces es de que los enmascarados se enfrenten con las ruinas de su fracaso necesario ?como sucede todo el tiempo en la vida, ¿no?? y que los espectadores se las vean con el hecho de descubrirse mirados por la escena que creían espiar.

Se trata también de que esta pugna sirva a modo de tónico crítico, así sea en cantidades homeopáticas, para nuestra enclenque cultura democrática, tan abarrotada de yo incólumes, tan ridículamente consonantes consigo mismos.

Gracias, lector, por tus baladros ?los dirigidos a los combatientes tanto como los destinados a tu propio yo. Mi reconocimiento también a cada uno de mis valerosos cómplices, por haberse asomado públicamente a su cuadrilátero interior en este primer pugilato.

 

Benjamín Mayer Foulkes, "Yo contra mí, contra mí", Fractal nº 32, enero-marzo, 2004, año VIII, volumen IX, pp. 41-42.