DANIEL GOLDIN


Leer y escribir
antes y después de Babel

 

 

“Una comparación entre las diversas lenguas demuestra que el problema planteado por las palabras no es ni el de su verdad ni el de su justeza, de otro modo no habría tantas lenguas.”
Friedrich Nietzsche

 

 

La ya muy lejana mañana en que escribí el título de la conferencia: “Leer y escribir antes y después de Babel”, no imaginaba ni por asomo los caminos que iba a seguir para desarrollarla. Babilonia y su famosa torre eran un pretexto. Inspirado en George Steiner y Walter Benjamin, había escrito algunas líneas acerca de Babel y del lenguaje edénico, y sentía que este pequeño texto me abría un campo para investigar, o si se quiere menos pretenciosamente, para especular en torno a las atribuciones dadas a la palabra escrita como un instrumento regulador de la convivencia entre los hombres.

El lenguaje edénico y Babel representan dos posibilidades extremas del lenguaje. En la primera situación, el hombre –aún no escindido– asigna nombres al mundo y la palabra establece una relación absolutamente transparente con lo nombrado.

 

La palabra es la cosa y su sentido permanece en lo nombrado. Pero, justamente por ser tautológico con la realidad, el lenguaje no le es útil al hombre para referirse a ella ni a sí mismo.

En el otro extremo, Babel se presenta como el paradigma de la opacidad del lenguaje. Al comenzar el relato el hombre se vale de él para manipular la naturaleza y edificar un desafío. El lenguaje es una convención que utilizan los humanos para alcanzar propósitos comunes. Pero al concluir el episodio la convención se ha disuelto. La palabra no sólo ha dejado de ser idéntica a la cosa, ahora se ha vuelto cosa: un ruido ininteligible: es la antípoda de la transparencia del lenguaje edénico. No me parecía insensato usar esos dos referentes como metáforas extremas de algunas concepciones de la palabra en tanto instrumento para enfrentar y resolver conflictos. Pero era sin duda una osadía utilizarlas para reflexionar sobre la cultura escrita. Como es sabido, el mito de Babel está fundamentalmente relacionado con la disolución de una mítica lengua común y, a partir de esto, con la desaparición de una primigenia comunidad universal. Se trata de un mito sobre el lenguaje oral o, si se quiere, acerca del lenguaje en general.

En esta conferencia, y sin que lo haya imaginado en un principio, intento fundamentar una aproximación distinta al texto bíblico y especulo que tuvo su origen en conflictos derivados del uso de la escritura. Los supuestos implícitos en esta postura son abiertamente contrastantes frente a las lecturas habituales del mito: la lengua común y la comunidad universal no son el estado natural y originario de la humanidad, sino, en el mejor de los casos, el final anhelado.

Al buscar sustento histórico para fundamentar mis intuiciones, en cierta forma, sólo en cierta forma, Babilonia y su torre dejaron de ser un pretexto y se convirtieron en el tema central. En virtud de que no soy especialista en historia antigua ni en exégesis bíblica, arqueólogo, paleógrafo, antropólogo, ni experto en cualquiera otra de las disciplinas que me habrían dado mayor autoridad para hablar ante ustedes, de antemano pido perdón por mi osadía.

Soy editor de libros para niños. Mis inquietudes tienen que ver con el campo de la educación y la política. Aun sin proponérmelo soy un heredero de Condorcet –el primer teórico de la educación universal. Como tal, he visto en la educación y particularmente en la formación de lectores un instrumento fundamental para garantizar la universalización de los derechos(1) , o, como anhelaba Kant, para constituir un espacio público en el que los hombres ventilemos públicamente nuestros asuntos para hacernos más dueños de nuestro destino.

Pero han transcurrido más de dos siglos desde sus célebres Cinco memorias sobre la instrucción pública. Dos siglos complejos y terribles. Nuestra historia, nuestro presente, nuestra perspectiva de futuro no nos permiten ver con el optimismo ilustrado a la razón ni con la ingenuidad etnocéntrica a la escritura.

En esta conferencia juego con la historia para plantear dos modelos de acercamiento a la construcción de la comunidad a partir de la palabra escrita. Uno antes y otro después de Babel, como reza el título. Pero quisiera dejar claro que no se trata de un antes y después históricos. No me refiero a eslabones de un proceso teleológico, sino a modelos que pueden ser actuales en diferentes momentos, presentes y también futuros.

En un texto muy hermoso, Borges señala que todos los días visitamos y somos expulsados del Paraíso. Tal vez cada vez que hablamos, cada que escuchamos, tomamos un lápiz o abrimos un libro también construimos una torre para alcanzar una altura inaccesible y establecer una comunidad. Y cada vez nos dispersamos dejando atrás una pila de ruinas. Con la que deberemos volver a construir. Pero quizás debamos hacerlo también con los silencios. Si he insistido en el mito de Babel y lo traigo a estas jornadas dedicadas a la cultura escrita es porque me parece que en él se plantean con claridad de amanecer, conflictos centrales en el uso y la concepción de la palabra escrita, en los sentidos y conflictos que su práctica produce. Hechas estas aclaraciones, sólo me queda antes que comenzar dar mi agradecimiento a Carlos Alberto González no sólo su generosa invitación a estar con ustedes esta tarde, sino también por los intrincados periplos que tuve que cumplir para llegar hasta aquí.

ANTES DE BABEL

En el principio fue el caos, luego vino el verbo y creó el mundo, por lo menos ésa es la idea que, transmitida durante siglos por la tradición judeocristiana, le dio a la palabra y a todo acto de lenguaje un valor seminal.

Tal como relata el Génesis, Dios crea el mundo mediante sucesivos actos de lenguaje. “Y dijo Dios: sea la luz, y fue la luz”, es el primero. Prosigue de manera similar con el agua, la tierra, los vegetales y animales que la pueblan. Tras cada creación, Dios contempla sus obras, ve que son buenas y entonces les da nombre. Sólo con el ser humano, su creación final, establece un ritmo diferente. Creado a imagen y semejanza del ser divino, el hombre participa en la creación del mundo, nombrando. “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar, y todo lo que Adán llamó animales vivientes, ése es su nombre.” (Génesis 4: 21). Adán asigna un nombre a todos los seres vivos. Estos nombres son una delineación exacta y total de su propia esencia. No cabe ocultación alguna. En el lenguaje adánico no hay sombras ni ambivalencias. Decir es hacer. Y como Adán nombra así permanece. La palabra es una suerte de escritura indeleble, de escultura en movimiento. “Ese esperanto adánico –dice George Steiner– era tautológico con respecto a la verdad y al mundo.”(2) “Cada nombre y cada frase constituía una ecuación estrictamente definida entre los hechos y la realidad y la percepción humana.”(3)

Por eso, desde cierto punto de vista es imposible suponer una escritura más diáfana y perfecta. Pero, a la vez, es inadmisible siquiera imaginar la existencia de la escritura en el Edén. En la superabundancia sin resquicio del estado adánico, no hay lugar para la escritura, como no lo hay para la ausencia, la conciencia moral o el conocimiento de la muerte.

¿Qué lengua se hablaba en el Paraíso?

Desde tiempos remotos muchos sabios se preguntaron qué idioma utilizaron nuestros ancestros para comunicarse entre ellos, dirigirse a la serpiente y para responder a Dios en el jardín del Edén. En un principio se dio por sentado que el hebreo había sido el lenguaje original de la humanidad. Pero a partir del Renacimiento, las lenguas del Edén prosperaron en todos los rincones de Europa. En 1580, Goropius pensó que la lengua del paraíso fue el holandés. Otros sostuvieron que fue el vasco, sueco o turco. En 1688, Andreas Kempe publicó en Hamburgo un opúsculo titulado Las lenguas del Paraíso en el que se divirtió señalando los aspectos burlescos de estas discusiones describiendo un Edén políglota: la voluptuosa Eva sucumbió a la seducción de una serpiente que empleaba las palabras de la lengua francesa. Adán hablaba en danés y Dios en sueco.(4)

Extrañamente los redactores del Génesis nunca se pronunciaron al respecto.

Dado el enorme peso que tiene el lenguaje en la cosmovisión judía, es aún más extraño que también guardaran silencio acerca del fenómeno del lenguaje en sí mismo. No existen mitos ni leyendas para explicar su origen. No hay teorías ni observación alguna alrededor de la universalidad del discurso humano. Sólo en Génesis 11 se asume, de manera muy simple, que la humanidad alguna vez poseyó una lengua común.(5)

¿Era la misma lengua del Edén que había sobrevivido al Diluvio o era otra?

La existencia y naturaleza de esta lengua universal es un enigma que se ahonda cuando nos percatamos de la naturalidad con la que en el capítulo anterior se habla de la diversidad lingüística del mundo. Pues en Génesis 10 se utiliza el plural para hablar de las lenguas en el mundo postdiluviano, no una sino tres veces seguidas. Una por cada uno de los hijos de Noé, que –en sentido bíblico– son las tres fuentes de la humanidad.

En el versículo 5, por ejemplo, al referirse a la progenie de Jafet se dice “poblaron las costas, cada cual según su lengua, conforme a sus familias en sus naciones.” Con ligeras variaciones se usa las misma fórmula en los versículos 20 y 32 al referirse a la descendencia de Sem y Cam. “Sus lenguas y sus naciones.” No hay asomo de duda ni de asombro acerca de la pluralidad lingüística del mundo. ¿Por qué dos versículos más tarde se señala que “toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras”?

Como se sabe el capítulo de Babel ha sido objeto de numerosas interpretaciones. La mayor parte de las discusiones se suelen centrar en la atribución del sentido de la torre (si era un edificio para alcanzar a Dios y vengar la afrenta del Diluvio, o para rivalizar con su poder) o bien de los motivos del castigo (porque durante su construcción un ladrillo valía más que una persona, como castigo a la arrogancia, o porque la concentración urbana negaba tácitamente el mandamiento de crecer, multiplicarse y poblar la Tierra, por citar algunos). Pero, en general, nunca se pone en duda que en ese capítulo se narra la pérdida de la lengua original, la Ursprache y, de manera concomitante, la desaparición de la comunidad universal.

Cuando nos acercamos con mirada de historiador al texto bíblico, resulta imposible no observar el fuerte contraste entre la claridad con la que podemos determinar el referente del relato –la propia torre de Babel– frente a la carencia de fundamentación histórica para sustentar el contenido del mito: la disolución de una lengua universal.

Los estudiosos suelen coincidir: el texto alude al impresionante Zigurat de Babilonia llamado en acadio Etemanki, la Casa del fundamento del Cielo y de la Tierra. Este edificio fue una de las construcciones más espectaculares de su época. Era famoso en todo el mundo antiguo y atraía riadas de extranjeros de todas razas y creencias.

La Casa del fundamento del Cielo y de la Tierra se elevaba muy por encima del resto de Babilonia, una ciudad con más de 100,000 habitantes, y una sofisticada planeación urbana. Una tablilla cuneiforme fechada en el año 229 a. C., ella misma copia de una tablilla más antigua, describe las características de la torre. Este formidable edificio llegó a medir más de 90 metros de altura con una base superior a los 100 metros.

Herodoto, que visitó Babilonia en el siglo V a. C., describió con claridad esta construcción en la que se superponían ocho torres construidas en espiral, y remarcó su extraordinaria altura que hacía obligatoria la construcción de espacios para descansar. En la última se encontraba un gran templo y dentro de él había un lecho bien dispuesto en el que una mujer nativa esperaba durante la noche la llegada de un dios pues, según anota con cierta desconfianza Herodoto, los dioses babilonios pernoctaban en esa recámara.(6)

Hay discusiones acerca de la función del edificio y de la fecha en que se inició su construcción. Pero no hay dudas de que la torre fue construida y reconstruida muchas veces, a la usanza mesopotámica. Se ha descifrado una tablilla en la que Nabopolassar, el padre de Nabuconodosor, el más grande rey de Babilonia, declara: “Yo me aplicaré a elevar el Etemenanki para hacer rivalizar su cima con el cielo.”(7) Nabuconodosor prosiguió la obra. En lo fundamental no sólo pretendían construir el más alto edificio jamás conocido. La torre de Babel era el centro cósmico del mundo.(8) Contribuir a afianzarlo era asegurar la estabilidad del universo, pero sobre todo era reforzar el lugar privilegiado que los reyes babilonios tenían en él.

Al repasar el texto bíblico se hace evidente la familiaridad de sus redactores con la cultura babilonia. Su conocimiento de las técnicas de construcción regionales, que diferían de las usadas en Palestina, se remarca en el énfasis que se hace en los primeros versículos en la utilización del barro cocido y el asfalto o betún. Como veremos más tarde, los redactores también estaban familiarizados con la costumbre de asociar la perpetuidad del nombre con la edificación arquitectónica.

Pero, no hay ningún dato histórico para sustentar la desaparición de una lengua universal. Por el contrario, se sabe que en tiempos de Nabuconodosor Babilonia era una ciudad políglota, y existe una enorme cantidad de datos que permiten concluir que, al menos desde el tercer milenio a. de C., en la región mesopotámica se vivía con una enorme familiaridad la diversidad lingüística. (9)

¿De dónde proviene la idea de una lengua única?

Podemos asumir –como lo han hecho los estudiosos habitualmente–, que el mito busca aclarar el inexplicable misterio de la diversidad lingüística. Pero cometeríamos un grave error al asumir ligeramente que algo que a nosotros nos parece extraño, lo ha sido siempre para todos. Y no sobra recordar que, aún hoy, para la mitad de la población del mundo el bilingüismo es su condición natural.

Desde un punto de vista histórico, el único dato que podemos asociar con una lengua universal no es la mítica Ursprache, sino una creación cultural que Occidente con frecuencia desdeña: la escritura cuneiforme, probablemente la primera empleada por el hombre, al menos de un modo tan sistemático.

Millones de tablillas, redactadas a lo largo de tres milenios traen hasta nuestros días testimonios sorprendentes y conmovedores que permiten colegir una diversidad de usos y usuarios de la palabra escrita que Occidente alcanzó sólo milenios más tarde.

Este instrumento lingüístico (vacilo al denominarlo sistema gráfico o escritura porque a lo largo de su historia tal vez fue las dos cosas) permitió la consolidación sucesiva de los imperios sumerio, acadio-sumerio o babilonia, asirio y neobabilonio, al posibilitar una forma de comunicación y control sobre pueblos distantes, que hablaban lenguas diferentes. Al mismo tiempo permitió la primera formulación de una legislación que se pretendía universal y que buscaba regular la vida en el interior de los diferentes estados y entre éstos.

Desde esta perspectiva podríamos ver en el capítulo 11 de Génesis un ejercicio en cierta medida paródico que representa para los hebreos un deslinde fundamental ante la cultura babilonia de la que se sabían herederos.(10) (Tal vez por esto el relato la edificación de su torre, no tiene paralelo ni prototipo en la literatura babilonia, a diferencia de los capítulos anteriores del Génesis, en los que es claramente reconocible la presencia de los mitos mesopotámicos.(11) )

El más claro ejemplo de esta voluntad paródica es el trastocamiento del sentido etimológico del nombre Babel. Bab-il, que en acadio quiere decir puerta de dios, o bab-ilani que, en neobabilonio quiere decir la puerta de los dioses, se convierten en el símbolo de la confusión entre los hombres. Pues, según reza el último versículo de Génesis 11, el nombre de la capital del Imperio proviene de la palabra bilbul, que tanto en hebreo como en arameo quiere decir confusión o mezcla.(12) Podría mencionar algunos otros,(13) pero es fútil remarcar el sentido paródico si no resaltamos de qué y por qué se quieren distanciar los redactores bíblicos.

En mi opinión se trata tanto del concepto de universalidad impuesto por la cultura imperial como de la forma de utilizar la lengua escrita para alcanzar el dominio universal. Y es que, aunque nunca se nombre, la escritura –sus usos y valores imperiales– se encuentra dispersa en todo el capítulo bíblico.

Temo que no podré ser comprendido, si no comparto con ustedes alguna información sobre la naturaleza singular de esta “primera lengua universal”.(14)

La escritura cuneiforme había sido inventada por los sumerios en la baja Mesopotamia 3500 años antes de nuestra Era, ahí donde los príncipes (a los que tal vez sería más adecuado llamar déspotas que confundían en su persona poderes políticos, religiosos y económicos) habían alcanzado suficiente poder para asegurar su dominio sobre varias aldeas.(15) Su aparición coincide con la introducción de nuevas técnicas, en especial con el empleo del sello y nuevas formas de arquitectura.

Durante los más de tres milenios en que se mantuvo como un elemento esencial de la vida mesopotámica permaneció ligada a la arquitectura. En principio porque ambas tuvieron en la región el mismo soporte material, la arcilla.(16) Ese sustrato material explica la forma que tomaron los signos primitivos, su considerable difusión y el extraordinario destino de esa escritura. En el clima de Mesopotamia el rollo de pergamino o la placa de madera estaban condenados a tener una vida efímera. Por el contrario, la arcilla –abundante y poco costosa– era prácticamente imperecedera. Sobrevivía a los incendios, al desplome de los templos y palacios. Guardaba intactos por siglos y siglos los testimonios que los hombres les confiaran. No hay duda de que los sumerios y los acadios tuvieron conciencia de esta perennidad. De ahí el profundo respeto que tenían hacia todo lo que estuviera escrito y la confianza que ponían en su propia escritura.(17)

Prácticamente desde su nacimiento la escritura cuneiforme se liga a la arquitectura mesopotámica también por razones más directas, como lo demuestra el hecho de que sus primeros “textos”, por llamarlos de alguna forma, se encuentren ligados tanto a la gestión de bienes particulares y a la administración del estado, como a los llamados “escritos de fundación”.

Durante más de tres milenios los reyes de Mesopotamia acostumbraron enterrar en los cimientos de los edificios que hacían levantar o incrustar en sus muros, ciertos objetos ladrillos, tablillas, clavos o estatuillas en los que se podía leer un texto conmemorativo de la construcción. Estos textos, destinados a ser leídos por los dioses, precisaban generalmente el nombre del dios al cual se consagraba la edificación, el del soberano y el de la construcción o la lista de construcciones que éste había mandado a erigir. Como la escritura misma, la arquitectura era una forma de mantener el nombre y traspasar las generaciones.(18) No creo que pueda haber una explicación más plausible para comprender el versículo “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de la tierra.”Gen 11: 4, que algunos exegetas han querido interpretar como hacerse fama.

En sus inicios el sistema de los pictogramas sumerios constituía una escritura de las cosas, sin la menor vinculación con ninguna lengua concreta.(19) Por esto, como la escritura china en la actualidad, podía comunicar a hablantes de lenguas diferentes a condición de no ser oralizada. En este sentido para los sumerios la invención de la escritura parece haber sido el antídoto a la multiplicidad de las lenguas.(20) Tal vez habría que precisar que, justamente por el hecho de no ser una lengua que posibilitara la trascripción exacta de la lengua oral, su justeza y precisión se veían reducidas de manera inversamente proporcional a su singular ductilidad para posibilitar una comunicación “universal”.

Posteriormente los escribas sumerios realizan una revolución. Para poder referirse a conceptos o palabras que no tienen una representación concreta y así tornar a la escritura en un instrumento que pudiera describir (o incluso construir) la realidad de manera más fina, se valieron de varios signos, y ya sea por la combinación de sonidos o de sentido dieron entrada a la lengua escrita a conceptos abstractos.(21)

Este cambio amplió el alcance de la escritura cuneiforme y posibilitó la adopción de ésta por otras culturas que hablaban lenguas de origen semita. Cuando se dio el trasvase de la técnica cuneiforme a las características fónicas propias de las lenguas semitas, los acadios desarrollaron un sistema de notación de sus raíces, atribuyendo a los ideogramas sumerios valores fonéticos. El resultado fue algo extremadamente complejo, puesto que se sirve al mismo tiempo del sistema ideográfico sumerio y del sistema fonético acadio, pudiendo de ese modo “leerse” un mismo grafismo de diferentes maneras.(22)

Si el cuneiforme se hubiera contentado con emplear para cada signo un valor, silábico o ideográfico, el sistema habría sido a pesar de todo, relativamente simple. Pero la mayoría de los signos eran polifónicos y, a menudo, homófonos. Polifónicos porque cada uno de ellos podía tener varios valores fonéticos. Homófonos, porque un mismo sonido podía ser notado indistintamente por varios signos. Además ideogramas y silabogramas no constituían dos grupos de signos diferentes. Y no existía un sistema de puntuación.(23)

De manera que pese a su amplísima difusión es de los sistemas de escritura más complicados que hayan existido. No sin humor Labat señala que se trataba de un sistema gráfico en el que todas las dificultades de lectura parecen haberse reunido.(24)

Obviamente, en este estadio la escritura cuneiforme, usada ya para transcribir idiomas diferentes, había dejado de ser una lengua universal. Pero es factible sostener que había posibilitado la emergencia de la asociación universalidad-escritura, que de manera ciertamente compleja acompañará la historia de la lengua escrita en Occidente.

Desde el año 1200, las tribus arameas venidas del oeste comienzan a expandirse creando un gran enclave de pueblos extranjeros en el interior del imperio. Y desde el siglo IX a. C. conviven en la región varias escrituras surgidas del alfabeto consonántico fenicio. Tal vez la inextricable complejidad de la escritura cuneiforme contribuyó al desplazamiento de la lengua acadia como lengua franca en la región, por el arameo, cuya escritura, lineal, alfabética era considerablemente más sencilla.

Durante el apogeo del imperio Neobabilonio, el arameo ya es la lengua hablada en Babilonia. Sin embargo, los viejos escribas mesopotámicos cuneiformes, refugiados en los bastiones de sus templos complican su escritura en lugar de simplificarla, al emplear juegos doctos de escritura propios de cada categoría de textos. Un buen número de tabletas de la época llevan la inscripción “que el iniciado muestre al iniciado, el profano no lo deberá ver.”(25)(26)

El instrumento que había sido utilizado como una herramienta para la comunicación entre los pueblos y para extender el poderío de los reyes se veía reducido a una forma de comunicación cada vez más críptica. No podía servir para entenderse en la comunidad universal. Tampoco para hacerse obedecer. Y es que en ese doble sentido –entender y obedecer– debemos interpretar ishmeu una de las palabras clave del relato del Génesis 11, que habitualmente se traduce como entender en el versículo 7 “ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero ”. Pues ishmeu del verbo lishmoah que literalmente quiere decir escuchar: Lishmoah es usado en la Biblia 1050 veces con el sentido de captó con los oídos, presto atención u obedeció. Mientras que sólo 29 veces es usada con el sentido entendió, supo o conoció.

Jacques Vicari señala a este respecto que es preciso recordar que para los judíos deportados a Babilonia(27) “el sistema tecno-teocrático mesopotámico, debió parecerles implacable, omnipresente, lo mismo que eficaz. Ellos no pudieron sino denunciar aquello que parecía su fuerza: la coherencia en todos los grados entre el pensamiento, la acción y el fin objetivo o la finalidad cualquiera que esta sea.”(28)

Pero tal vez habría que matizar.

Nabuconodosor y posteriormente los reyes persas no fueron particularmente crueles con los judíos mientras no hubiera sublevaciones.(29) Y, pese a que durante el exilio se cantaba con nostalgia a Jerusalén, los años del cautiverio en Babilonia distaron mucho de ser un periodo de opresión y sufrimiento. Por el contrario fueron especialmente fecundos y definitorios para la religión y la cultura judías.

Destaco dos repercusiones: por una parte, el rechazo a la esclavitud de los hebreos, algo permitido en el libro de la Alianza y el Deuteronomio y que en la ley de los sacerdotes postbabilonia se prohíbe expresamente. Por el otro, la creación de un sistema de autoridad que no proviniera del poder del Estado, como es natural en un pueblo exiliado.(30)

Muy poco tiempo después de su llegada forzada los judíos empezaron a formar parte de la vida comercial de Babilonia y constituyeron grandes comunidades que arreglaban sus propios asuntos bajo la guía de los ancianos. Durante el exilio babilonio los sofrim judíos (un término que inapropiadamente se traduce como escribas cuando se trata en realidad de hombres del libro) recopilaron y copiaron con todo cuidado los rollos de los profetas anteriores. Al reunirse para el culto, podían discutir, leer pasajes dudosos y otros documentos llevados con ellos. De hecho, el culto de la sinagoga tal como se conoce hoy tiene su origen en esas reuniones.

De manera que cuando en el año 538, después de la caída de Nabuconodosor y del establecimiento del Imperio Persa en la región, Ciro proclama un edicto que permitía a todos los pueblos forzados al exilio volver a sus tierras llevándose las imágenes de sus dioses, el retorno del exilio no fue inmediato, ni la opción seguida por la mayoría de los judíos.(31)(32) El exilio, en un principio forzado, se había convertido en una opción vital, al tiempo que la interacción en torno al texto se convertía en el sostén del vínculo comunitario.

Pero aún si aceptamos con Vicari que los redactores bíblicos hubieran reaccionado en contra de una dictadura tecno-teocrática, la lengua escrita estaba muy lejos de ser el instrumento de control que hoy –después de Orwell– podemos imaginar.

Como sabemos, durante toda la historia antigua no fue necesario saber leer ni escribir para ejercer el poder. Bastaba disponer con transcriptores que pudieran escribir, que el receptor contara a su vez con lectores y sin duda que el mensaje fuera creíble para estos.(33) Leer y escribir era una cuestión de oficio. No un signo de poder, educación o, mucho menos, de sabiduría. La distinción entre el autor y el ejecutor del texto era de tal manera natural y aceptada que se podía aludir a ella en el propio texto sin demérito del autor.

En el Código Hammurabi, la primera legislación que busca ser universal (tanto en el sentido de ser aplicada a todos en el interior de un país como entre los diferentes países),(34) la situación en la que el poderoso dicta a un escriba aparece de forma ilustrativa del modelo que he llamado “los usos” se recordará, el código está grabado en una piedra de diorita negra de más de dos metros de altura y está divido en dos partes. La primera, sin texto alguno, es un grabado en bajorrelieve. La segunda, el texto propiamente dicho, está redactada en escritura cuneiforme y, a la usanza de la legislación mesopotámica, está dividida en tres partes, un prólogo, el código o cuerpo de leyes y, por último, el epílogo.

En la parte no textual podemos ver a dos figuras Shamash el dios del sol, el inspirador de la equidad y la justicia y a Hamurabbi, el primero de los reyes que elevó a Babilonia al lugar de privilegio que ocupó en el mundo antiguo. La figura de la divinidad se halla sentada en actitud de dictar las leyes a Hamurabbi.(35)

Tanto en Prólogo como en el Epílogo se refuerza la idea del dictado, a la vez que se la encadena con las proezas guerreras del emperador legislador para señalar el campo donde esta legislación tiene vigencia. La total extensión geográfica del imperio. Veamos algunos fragmentos de estas dos partes:

Cuando el sublime Anum, rey de los Anunnaku, (y) Enlil, señor de los cielos y de la tierra (..) determinaron para Marduk, el primogénito de Enki, la divina soberanía sobre la totalidad del género humano, (cuando) le hubieron magnificado entre los Igigu, (cuando) hubieron proclamado el sublime nombre de Babilonia (y) lo hubieron hecho preponderante en las cuatro regiones del mundo, (cuando) hubieron establecido para él (Marduk), en medio de ella, una eterna realeza, cuyos fundamentos están tan definitivamente asentados como los de los cielos y de la tierra, entonces Anum y Enlil me señalaron a mí, Hammurabi, príncipe piadoso, temerosos de mi dios, para proclamar el derecho en el País, para destruir al malvado y al perverso, para impedir que el fuerte oprimiera al débil, para que me elevara, semejante a Samas, sobre los cabezas negras e iluminara el País (y) para asegurar el bienestar de las gentes.
(...) Cuando Marduk me hubo encargado de administrar justicia a las gentes y de enseñar al País el buen camino, (entonces) difundí en el lenguaje del País la verdad y la justicia (y de este modo) fomenté el bienestar de las gentes.
(...)
Hammurabi, el rey perfecto, soy yo.(...) no he sido negligente; (por ellos) no he dejado reposar mi brazo; les he buscado sin cesar lugares de paz, les he resuelto muy graves dificultades; les he hecho aparecer la luz.
El templo cuyos fundamentos son inamovibles como (los de) los cielos y la tierra, para promulgar la ley de este País, para hacer justicia al oprimido, he escrito estas palabras (...)
Que en los días venideros, para siempre (cualquier) rey que aparezca en el País, observe los decretos de justicia que he escrito en mi estela, que no cambie la ley del País que he promulgado, (...) que no destruya mis escritos.

 

No es difícil evocar el poder ontológico de la palabra edénica, su implacable contundencia, su voluntad de eternidad. Se trata del poder del verbo divino que se resume en la fórmula. “Y dijo Dios hágase la luz y la luz se hizo”.

En rigor, el poder del escrito no es aquí más que el implacable poder del lenguaje oral de un dictador que puede ser reactualizado más allá de su presencia. La escritura potencia la autoridad. Permite acumular legitimidad, extender el dominio y pretender darle un sentido universal (o la ilusión de serlo)(36) . Pero el poderoso está fuera del sistema de la escritura.

Está ligado a los dioses y es su intérprete. Como en los escritos de fundación a los que hice referencia anteriormente, la palabra escrita es una vía para comunicarse con los dioses y para que los hombres adquieran atributos propios de la divinidad. Es una construcción por la que los hombres se asoman al cielo y por la que descienden a la tierra las cualidades divinas –la inmortalidad en primer término.

La palabra escrita no puede limitar al soberano en gran medida porque él no está inscrito en una comunidad lectora ni requiere estarlo. La palabra escrita apenas comienza a ser un regulador de la vida social como el propio código lo muestra al hacer valer el derecho de propiedad sólo a partir de documentos escritos, al regular el comercio y la contabilidad a partir de textos, al legitimar el matrimonio a través de actas. Pero no se trata de una comunidad que se construya en torno a un texto.

Justamente porque la palabra escrita goza o anhela esa contundencia ontológica que tuvo el verbo divino en la Creación se puede hablar de un antes y después de Babel. Tal vez la torre que se derrumba sea ese camino por el que los hombres podían usurpar la voz de los dioses. Quizá con la caída de la torre los dos ámbitos quedan esencialmente separados. Aunque se puedan comunicar, el hombre está por siempre instalado en la temporalidad y sus construcciones serán precarias y perecederas.

LEER Y ESCRIBIR DESPUÉS DE BABEL

Para comprender el significado simbólico del texto bíblico es preciso tener presente que ningún texto de la Biblia pretender ser un relato histórico. El Pentateuco se ha canonizado y trasmitido como la Tora, una palabra hebrea que quiere decir simultáneamente ley, enseñanza, expresión de la revelación divina y el fundamento de la vida religiosa y social. De manera que estaríamos equivocados si buscásemos en ella o en cualquiera de sus partes testimonios o documentos históricos con pretensiones de objetividad.

Desde luego en la Biblia abundan los relatos de acontecimientos históricos. Pero son fragmentarios, tienen lagunas y partes obscuras o contradictorias. Además están mezclados con textos de otros géneros: leyes, poemas, cantos, reflexiones filosóficas, loas, etc.

En este sentido se puede considerar a la Biblia como un compendio o selección de la literatura nacional hebrea reunida y sancionada por autoridades religiosas.(37) Una de las peculiaridades de esta antología es que en el momento de ser canonizada sustituyó a toda la literatura que la precedía. “Todos los documentos sagrados anteriores a la Biblia escritos en hebreo se perdieron o fueron suprimidos de manera deliberada.”(38)

La redacción del Pentateuco duró aproximadamente dos siglos. En el año 444 a. C, Edrás, el sofer que había encabezado el retorno de los judíos de Babilonia a Jerusalén, presentó ante el pueblo los tres primeros documentos de la Tora. Algunos años más tarde fue incorporado el documento sacerdotal, que es una especie de comentario erudito a la compilación literaria compuesta por los redactores anteriores.39 En el año 400 a. C. aproximadamente se fijó y canonizó el texto. Una vez hecho esto se aplicó el dogma de la autoridad divina sobre él.

Según el dogma judío Dios había dictado a Moisés la totalidad de la Tora, salvo por los 8 últimos versículos que justamente narran la muerte del legislador (aunque algunos exegetas llegaron a afirmar que incluso estos habían sido escritos premonitoriamente por él). En ese dictado se estaba fundando la Alianza de Dios con el pueblo judío. “Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel.” Éxodo 34: 27.(40)

De nuevo nos encontramos ante un corpus legislativo constituyente de una comunidad que es dictado por un dios a un legislador. Pero hay al menos tres diferencias fundamentales entre este modelo y el babilonio.

La primera es la santidad del texto tal cual ha sido fijado. Por ese estatuto se prohibía no sólo añadir o quitar un pasaje, sino incluso alterar una letra. Durante el proceso de fijación del texto cada palabra y cada letra fueron contadas. También los espacios en blanco, pues cada elemento estaba dotado de significación y podía ser interpretado.(41) En caso de un error de trascripción, por mínimo que éste fuera, el rollo o el libro en el que estaba inscripta la Tora debía destruirse.

La segunda es que el texto no lleva la firma de un autor.

La última característica no fue menos importante para determinar una forma diferente de acercamiento a la palabra escrita, se trata del carácter contradictorio del texto bíblico, una característica que en nuestro tiempo se puede ver como un defecto, pero que sin duda fue esencial para hacer emerger de la palabra escrita una fuerza liberadora.

Veamos como la combinación de las tres provocó esta transformación sustantiva.

Los orígenes de la veneración por la palabra escrita pudieron provenir de los tiempos bíblicos, de las dos tablillas que Moisés bajó del Sinaí.(42) Es importante remarcar que sólo el texto escrito correctamente, es decir sin ninguna falta frente a su original, era venerado.

Como ha sido señalado, el hecho de que para los judíos los textos de la Tora fuesen sagrados al grado de que estuviesen dispuestos a morir por salvar los rollos, no hubiera tenido igual significado si los textos hubiesen sido firmados. La validez de su tradición no dependía ni siquiera del más grande de sus mortales, el Dador de la Ley, Moisés.(43)

Tras la muerte de Moisés, cuando Jehová se dirige a Josué y le dice “Nunca se apartará de tu boca la Tora sino que de día y de noche meditarás en ella, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en ella está escrito.” (Josué 1: 7 y 8), le señala literalmente que debía hacer de la Tora el centro de su vida consciente e inconsciente, privada y pública.

Sin embargo, el contenido del texto no siempre se prestaba a una pronta utilización. Aunque tuviera origen y carácter divino, la Tora tiene una multitud de pasajes oscuros. Está llena de contradicciones. Algunos pasajes fueron redactados dos veces, y varias leyes fueron ensayadas en diversas ocasiones. La razón de todas estas aparentes anomalías nunca es explicada.(44)

Puesto que se trata de un libro divino, estos fallos o contradicciones, estas ausencias o repeticiones, no podían ser atribuidas a su autor. Era responsabilidad del lector esclarecerlas. Tomarlas como fallas era una señal de un estudio deficiente o insuficiente, pues la Tora, al igual que la naturaleza, no se revela en la primera lectura. De ahí la importancia de los círculos de estudio y discusión, una institución fundamental en la vida comunitaria, que justamente nació durante el exilio babilonio. En ellos se interrogaba al texto para responder a las inquietudes del presente, del pasado y del porvenir. Pues si la Tora es divina debió haber previsto todo. Le competía al lector encontrar en ella las respuestas a sus apremiantes preguntas. “Búscalo en la Tora y vuélvelo a buscar, pues en la Tora todo está incluido” era el apotegma que lo animaba a fatigar los rollos y a discutir hasta la madrugada un versículo oscuro.

Fieles a este mandato, al retornar a Jerusalén a mediados del siglo V a.C., Esdrás y sus partidarios elevaron conscientemente la Tora al más alto grado de importancia y se dispusieron a convertir al Libro en fundamento de la vida de la comunidad y en patrón del comportamiento individual. La lectura se tornaba una forma de ordenar la vida. Pero también en una forma de vivir. Un puente entre la contingencia y la trascendencia.

Esdrás era bisnieto del Sumo Sacerdote Zeraía, ejecutado por orden de Nabuconodosor y cuyos hijos probablemente llevaron consigo al exilio Babilonio los rollos que luego conformarían la Tora. Es factible que Esdrás haya formado parte del grupo de judíos cercanos a las élites gobernantes, tanto neobabilonias como Persas, y que como tal haya estado familiarizado con las culturas imperiales. En todo caso, lo que es seguro es que los años de su estancia en Babilonia fueron de estudio y preparación, como reza la propia crónica bíblica: “Por que Esdrás había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos. Esdrás 7:10.(45)

Al detenerse en este versículo, Morris Adler hace notar que la palabra hebrea inquirir es lidrosh que también puede traducirse como interpretar. De ahí que este versículo sugiera el método mediante el cual la Tora se convertirá en la relevante fuerza adaptable a los cambios a los cuales el hombre se halla sujeto. A lo largo de los siglos la Tora iba a ser ampliada constantemente con la interpretación y el vocablo hebreo para este proceso deriva de la raíz que fue utilizada por Esdrás. El proceso es Midrash, interpretación.(46)

Puesto que las palabras y los textos no tienen sentidos unívocos, la Tora se convierte en el territorio –a menudo agreste, siempre inconquistable– del que emana el sentido perennemente renovado y perpetuamente frágil. En él moran y en él erran los judíos. Les permite habitar los trabajos y los días construyendo una comunidad lectora que en sí misma es una forma de regular la vida comunitaria, de contener, negociar y consensar la acción.

Para los exegetas más radicales, la Tora precedió a la misma Creación. Para todos, el texto era eterno e inmutable. Una suerte de patria que sin embargo le revelaba al hombre su condición de exiliado frente al Sentido eterno. Pues la fijeza de la escritura se había planteado de manera tan radical y estricta, que el tiempo y la contingencia se evidenciaron como la materia constitutiva de la lectura. Por paradójico que pueda parecer la lectura se manifestaba como la imposibilidad de alcanzar el ideal de perpetuidad que muchos escritores anhelaban en su fuero íntimo.

La palabra escrita era un dato o un acontecimiento que no sólo era susceptible de ser interpretado, sino que –a menos de ser ignorada– no era susceptible de no ser interpretado: toda lectura es interpretación. Incluso si fuera leída por su propio autor siempre generaría sentidos nuevos e insospechados. Lo remarcable de este nuevo acercamiento a la palabra escrita es que estableció de hecho una continuidad en espiral entre lo lingüístico (oral y/o escrito) y lo extralingüístico. Lo trascendente es que aunque el origen del texto fuera divino, ninguna autoridad terrenal podía adueñarse totalmente del sentido. Ninguna interpretación podía ser la última. La palabra escrita sería siempre como una puerta entreabierta, una herida que jamás podrá cicatrizar, que recordará el principio de la historia y de esta conferencia: la expulsión del Edén y el nacimiento de la conciencia.

En el principio fue el caos, luego vino el verbo y ordenó el mundo, tras él llegó la posibilidad –es importante subrayar su carácter posible– del diálogo y la discusión. La opción para despertar en el otro la dimensión del otro o para silenciarlo. No se trataba de una cuestión pueril pues si el lenguaje sirve para hacer cosas con las palabras, como diría Austin, también sirve para hacer cosas a las personas. Para insertarlos en una maquinaria de construcción de poderosas edificaciones que supuestamente representan el interés común de la humanidad entera. Ante esta disyuntiva, Esdrás y los redactores bíblicos prefirieron afirmar lo particular y postergar para un tiempo por venir –tal vez esencialmente siempre por venir– el ideal universal.

Dejo aquí esta interpretación exílica del mito de Babel. Se trata de una lectura heterodoxa que no contentará a judíos ni a gentiles, a filósofos ni a historiadores. Tal vez sea errada. Espero haber demostrado que no carece de fundamento.

Pero como dije al comenzar lo que más me interesa de Babel no es su pasado histórico sino su potencial el actualizable. Por eso quisiera volver al carácter modélico de Babel.

ANTES O DESPUES DE BABEL

¿A qué me refiero con esta disyuntiva?

Desde luego no apunto a la búsqueda de una nueva lengua universal, capaz de garantizar la sobrevivencia de la especie humana a través de una rápida comprensión entre los estados nacionales vecinos y las comunidades divididas por motivos ideológicos. De Paracelso, que hacia 1530 no duda que en algún momento la Divina providencia restaurará la unidad original de las lenguas, a Zamenhoff, el creador del esperanto, muchos hombres de bien se han propuesto reparar el desastre de Babel creando idiomas armónicos. Pocas de estas construcciones artificiales han sobrevivido y las que lo han hecho, como el propio esperanto, más que lenguas universales semejan el santo y seña de sectas bienintencionadas.(47)

Toda lengua es inestable y se alimenta de connotaciones privadas, vacilaciones entre el sonido y el sentido, de equívocos, préstamos y variantes dialectales. Sólo los académicos y los censores más obtusos pueden aspirar a contener su magnífico poder proteico. Por esto la disyuntiva antes o después de Babel, más que a las cualidades intrínsecas de la lengua, apunta a los supuestos atribuidos a su dominio como instrumento para la comprensión entre los hombres. Son formas de plantear la comunicación y la construcción de sentido, son modelos para el establecimiento de comunidades a través de la palabra escrita. Elevados a nivel de modelos por los cuales se busca establecer relaciones a través de la palabra escrita, los polos de esta disyuntiva ponen de manifiesto algunas implicaciones que me interesa resaltar. De entrada el sentido de la palabra escrita. Si la interpretación es la cualidad inherente a la lectura, el sentido de la palabra escrita no puede limitarse a la comunicación. No al menos como se define en la lingüística tradicional a partir de Saussure y se asume en las prácticas pedagógicas el ideal comunicativo. Es decir como un proceso en el que dos individuos (A y B) intentan resolver el problema de transmitir un pensamiento ya formulado independientemente en una mente (en la de A) a la otra mente (la de B). De acuerdo con este modelo la comunicación se lleva a cabo con éxito si y sólo si la transferencia se efectúa con éxito, es decir, si el pensamiento que recibe la mente de B es el pensamiento que formuló la mente de A.(48)

El modelo postbabélico se apartaría de estos supuestos. En principio porque la relación del propio escribiente con la escritura no es nunca la mera traducción de un pensamiento previamente formulado. Escribir es descubrir y descubrirse, no sólo plasmar lo ya sabido. Es recordar y regenerar, es registrar y traicionar lo pensado. Es también abrir un espacio para procesar y reprocesar ideas, intuiciones, deseos, identidades. Este espacio supone la introyección y el replanteamiento de pautas sociales, aunque escribamos solos y para nosotros mismos.

Pero también se distancia del ideal comunicativo antes planteado, porque la lectura siempre es contingente. Aunque el texto esté compuesto por palabras congeladas en el tiempo, nadie lee dos veces el mismo texto. ¿Cómo podemos aspirar a mantener la identidad de lo que sucede en la mente del escritor y lo que acontecerá en la del lector?

La segunda implicación de esta disyuntiva tiene que ver con las posibilidades de enfrentar conflictos a través de la palabra escrita.

De acuerdo con el primer modelo, la palabra escrita se sitúa sobre el conflicto y desde ahí busca resolverlo o acallarlo. En el segundo modelo el conflicto es inherente a la palabra escrita y la acompaña en cada momento de su circulación. Ciertamente se puede leer y escribir haciendo caso omiso de esto. Pero al hacerlo paradójicamente se le privaría de su potencial para enfrentar y resolver conflictos. Pues los conflictos generados por la propia producción y circulación de cultura escrita, complejizan otros conflictos al tiempo que ayudan a regularlos. La palabra escrita puede participar en la resolución de los problemas justamente porque genera otros. Propone una espiral en la que lectura, escritura, interpretación, conversación, discusión, debate, son etapas sucesivas en la construcción de sentido inacabable. Ese es su verdadero potencial civilizatorio. Pero tal vez sea imposible plantear esto a nivel universal. La palabra escrita ciertamente nos permite llegar a todos los rincones de la tierra. Pero la lectura siempre se realiza en un rincón, tiene una dimensión individual o al menos reducida pues puede ser compartida, y conversada.

Conviene aceptar esto, a pesar de que implique dejar a un lado los ideales universales que tan caros nos parecen. Tal vez como vio con rigor visionario Franz Kafka en “El escudo de la ciudad”, su pequeña narración dedicada a Babel, el valor de la torre (léase también de la universalidad) estriba en el hecho mismo de haber sido imaginada. Por este sólo hecho ya es real, aunque su final siempre esté postergado. Por eso señala Kafka que el secreto está en construirla lo más lento posible. Yo añadiría y procurar que en los campamentos de los albañiles y constructores no corra la sangre.

NOTAS

1 “El desconocimiento de sus derechos es lo que ha mantenido encadenado tanto tiempo al hombre. Únicamente las luces que la filosofía ha difundido hasta en las últimas clases han podido restituirle su antigua dignidad; y la falta de instrucción sobre sus intereses políticos puede volver a sumirlo por segunda vez en su esclavitud. Nos atrevemos a creer que la obra que proponemos a todas las clases de ciudadanos prevendrá esta desgracia” Jean-Antoine-Nicolas de Caritat, Marqués de Condorcet, Cinco memorias sobre la instrucción pública y otros escritos, Trad. Tomás del Amo, Ediciones Morata, S.L. Madrid. p. 253.

2 George Steiner, Errata. El examen de una vida, Trad. Catalina Martínez, Madrid, Siruela, 1998, p. 108.

3 George Steiner, Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción, Trad. Adolfo Castañón y Aurelio Major, México, FCE, 1995, 2a ed. aumentada, p. 80.

4 Véase: Maurice Oberlander, Las lenguas del Paraíso, Arios y semitas: la pareja providencial, Trad. Vicente Villacampa, Barcelona, 2001, Seix Barral, p. 14 y ss. y S. James George Frazer, El Folklore en el Antiguo Testamento, Trad. Gerardo Novás, México, FCE, pp. 192 y ss.

5 Véase: Nahum M. Sarna, Understanding Génesis. The heritage of biblical Israel, Schocken books, Nueva York, 1988, p. 66.

6 Cf. Historias, Libro I, pp. 181-183.

7 Beatrice André Salvini, Babylone, Presses Universitaires de France, Col. Que sais-je? París, 2001, p. 112.

8 El propio nombre de la torre compuesto por cuatro ideogramas es explícito: e, significa casa o templo, temen es la plataforma de fundación, determina la estabilidad del edificio de la misma forma que el etemenanki establece la estabilidad del mundo. an es el cielo, el dominio de Dios, mientras que ki es la superficie de la tierra, nombre del planeta. En cuya superficie se ubica Babilonia. Véase: André Salvini p. 114 y ss.

9 En la región se hablaban lenguajes diferentes, lenguas monosilábicas como el sumerio, y lenguas semíticas de raíces consonánticas. Había también diccionarios, un grado sofisticado de conciencia políglota. Beatrice André-Salvini dedicó al tema una ensayo luminoso.

10 Sobre la influencia de la cultura mesopotámica véase Robert Graves, Raphael Patai, Los mitos hebreos, Trad. Javier Sánchez García-Gutiérrez, Alianza editorial, Madrid, 2001; Frazer op. cit. ; Sarna op. cit., y el estupendo libro de Jean Botteró, Marc-Alain Ouaknine y Joseph Moingt, La más bella historia de Dios, Trad. Oscar Andrés Molina, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1998.

11 El texto más cercano fue traducido por Kramer de una tablilla de arcilla de 23 cm. de largo y se titula Ennmerkar y el señor de Aratta en él describe una primera lengua original que posibilitaba que todos los hombres le hablaran a Enlil, una de las divinidades primordiales. Enki, el señor de la abundancia, cuyas palabras son dignas de confianza, cambia el discurso dentro de su boca e instala la discordia en el discurso de los hombres que era único. La confusión de las lenguas proviene pues de Enki y permite al hombre la actualización de potencialidades aún no expresada, fastas y nefastas. Entonces Enmarkar inventa la escritura y le dirige un mensaje al señor de Aratta, sin que haya mención de alguna dificultad para que éste pueda ser leído, pues como en el chino actual el lenguaje pictográfico puede ser leído y comprendido por personas que no hablan la misma lengua. Véase Jacques Vicari, La tour de Babel, Presses Universitaires de France, Col. Que sais-je?, París, 2000, pp. 80 y ss.

12 Desde luego no se trata de un caso único, en la Biblia hay muchas otras explicaciones etimológicas que en realidad dotan al nombre de un sentido nuevo. Jean Bottéro ha señalado que es también una costumbre de pueblos familiarizados con la escritura hacer derivar del nombre etimologías explicativas de las características del personaje.

13 Otro elemento claramente opuesto a la psicología religiosa de Mesopotamia es el sentido de la construcción. Para los babilonios se trataba de un lugar que los dioses utilizaban para descender a la tierra y pernoctar con vestales. Para los redactores bíblicos de una escalera para que los hombres ascendieran al cielo.

14 La mayor parte de la información acerca de la escritura cuneiforme que he utilizado proviene de las siguientes obras: René Labat, “La escritura cueniforme” en La escritura y la psicología del pueblo, México, Siglo XXI, Trad. Juan Almela, Calvet, op. cit., p. 47. Véase también Samuel Noah Kramer, La historia comienza en Sumer, Trad. Jaime Elias, Barcelona, Ayma, 1958, p. 192.

15 En este sentido la palabra escrita debe ser estudiada como uno de los numerosos mecanismos usados para establecer baremos comunes entre las diferentes partes, como la unificación de los pesos, medidas, y el propio calendario.

16 “Quien dice escritura cuneiforme dice, antes que nada, tablilla de arcilla.” René Labat, “La escritura cueniforme” en La escritura y la psicología de los pueblos, México, Siglo XXI, Trad. Juan Almela.

17 Por eso incluso cuando llegaron a conocer otros medios escriturarios las inscripciones en piedra o en metal, la tinta, el pergamino o las placas en madera los escribas cuneiformes siguieron usando la arcilla.

18 Existen numerosas inscripciones muy elocuentes, grabadas en textos fundacionales o en otras partes, que revelaban con claridad la conciencia generacional y la ardua tarea de reconstrucción como una manera de perpetuar el nombre. “Yo terminé las obras inacabadas de Esaglia, Que en días venideros, el príncipe futuro, en cuyo reinado esta gran obra se desplome en ruinas, se encargue de restaurar las ruinas y que inscriba mi nombre junto al suyo” Ver: Chanpdor, p. 91.

19 Es preciso señalar que la escritura cuneiforme, como la china, son sistemas de gráficos altamente eficaces para transcribir lenguas en las que predominan palabras monosílabas que de haber sido transcritas de una manera fonética se habrían confundido con otras homofónicas.

20 Pero incluso después de la desaparición del imperio sumerio, cuando en el segundo milenio el sumerio dejó de ser una lengua hablada, y el babilonio llega a ser la lengua franca, el sumerio adquirió entonces funciones de lengua escrita de cultura de manera que se podía hablar de una verdadera cultura bilingüe. (André-Salvini citada por Calvet, p. 53).

21 Así para representar la palabra amigo representaban dos flechas paralelas, mientras que para enemigo las flechas se cruzaban. Para representar la palabra esclava se valían del ideograma mujer (un dibujo de un pubis) y del ideograma montaña. O bien podían utilizar varios signos para componer una palabra de manera silábica. Por ejemplo, el ideograma cielo puede ser leído fonéticamente an, estando indicada la sílaba an en cualquier palabra acadia, o ser leído shamu y significar cielo, o incluso ily y significar dios.Véase: Luis-Jean Calvet, Historia de la escritura de mesopotamia a nuestros días, Paidos orígenes. Trad. Javier Placio Tauste, Barcelona, 2001, p. 46.

22 Calvet, op. cit., 56.

23 Ibid, p. 70 y ss.

24 Para los acadios, el problema de la homofonía no existía por lo mismo se podía pasar de una escritura que transcribiera la misma sílaba de formas diferentes a un sistema que pudiera transcribir fonéticamente. Recordar el sumerio como una lengua de sílabas y tonal para la cual la escritura pictográfica es funcional y la escritura alfabética no lo sería.

25 No es el único caso en el que el gremio toma decisiones deliberadas para dificultar el acceso a la lectura. En Roma por ejemplo, varios siglos después de Cristo se utilizaban interpuntua, los puntos que indicaban la separación entre las palabras; pero a partir de finales del siglo prevaleció incluso en los textos la scripta continua, muy arraigada en el mundo griego. Y a la necesidad de oralizar para facilitar la comprensión.

26 La escritura cuneiforme convive con la escritura aramea al menos desde el siglo VIII, cada una de ellas realizada en diferentes materiales escritorios y con diferentes utensilios. Es factible suponer que la utilización simultánea de las dos escrituras se debía al menos en ciertos casos al grado de confidencialidad sobre los asuntos a tratar.

27 A partir del año 586 a. C. –cuando Jerusalén fue tomada por los Nabuconodosor y el primer templo destruido, la élite intelectual y política de Jerusalen, aproximadamente 4,500 hombres fueron obligados a desplazarse a la capital del imperio.

28 Jacques Vicari, La tour de Babel, Presses universitaires de France, Col. Que sais-je?, Paris, 2000, p. 80.

29 Ratey, Los hebreos, México, FCE, pp. 136 y ss.

30 En Jerusalén la independencia política se desvaneció al tiempo que aumentó su importancia religiosa. El supremo sacerdote era reconocido como el jefe de una suerte de Estado con el que los señores debían negociar. Éste gobernaba al lado de un consejo de ancianos. La influencia de éste se extendía más allá de la población.

31 Rattey, op. cit. p. 145.

32 La vivencia de un lengua única, ellos mismos se alejaron de su propia lengua y comenzaron a familiarizarse con el arameo. Tal vez incluso el exilio marco también el exilio de su lengua y el texto.
Hacia el siglo IV a.C., ya después del regreso, en la propia Palestina el hebreo pasó a ser una lengua muerta y el arameo, que había sido empleada largo tiempo para el comercio y la diplomacia en Siria, llegó a ser la lengua popular.

33 Esta es una de las razones por las que los sellos fueron tan importantes. El lector recordará que la escritura aparece en Mesopotamia junto con la revolución de las técnicas de arquitectura y los sellos.

34 Conviene recordar otras medidas de universalización Hammurabi; estableció el imperio, hizo sustituir a los reyes locales y unificó el calendario.

35 Probablemente esta representación sin palabras la mise en scène tenía por función contribuir para que incluso los iletrados comprendieran el valor supremo del código y por tanto buscaran condicionar la recepción del texto.

36 Pues como señala Federico Lara Peinado, es muy discutible que el Código haya sido aplicado sobre las legislaturas orales o escritas locales.

37 Con esto asumo que el problema principal de sus redactores no era tanto el desarrollo de su propia vitalidad cuanto la manera como había debido, en cada periodo asimilar o desechar en nombre de otro imperativo la contribución de las culturas ambientes. Véase La Toráh o el Pentateuco, p. 295.

38 Robert Graves, Raphael Patai, Los mitos hebreos, Trad. Javier Sánchez García-Gutiérrez, Alianza editorial, Madrid, 2001, p. 7.

39 Enciclopedia Judaica Castellana, Ed. Enciclopedia Judaica Castellana S. de R. L. México, 1948, T2, p. 213.

40 Para Maimonides esto también incluye la Tora oral. Conforme a estas palabras alude a la interpretación oral que acompaña a la palabra escrita, (que en realidad podría traducirse “el dicho de las palabras estas”). En su introducción a su Mishné Torá Maimonides señala que todas las ordenanzas sinaíticas fueron transmitidas a Moisés con sus interpretaciones. La ley oral no era un añadido, era una parte del pacto original.

41 El término sofer quiere decir el relator, el hombre del libro y el que cuenta, en el sentido matemático del término. La Guematria, que tanta importancia tuvo en la Cábala proviene justamente del estudio de los valores numéricos atribuidos a las palabras y a las letras. Un mínimo error, inducía a una interpretación errónea.

42 Es importante señalar que el valor de la escritura no forzosamente dependía de su posibilidad de ser leída. La fuerza simbólica de los tefilim o filacterias, por ejemplo, no se reduce por el hecho de que los textos ahí resguradados, estuviesen envueltos en cuero de tal manera que fuese imposible leerles. Lo mismo ocurre con las Mezusas que aparecen en los dinteles de las puertas. Ver: Goodman, pp. 161 y ss.

43 Véase: Adler, El mundo del Talmud, Trad. Eugenia Dublin, Paidos, Biblioteca del hombre contemporáneo, Buenos Aires, 1964.

44 Ibid.

45 “En otros pasajes se dice algo similar, por ejemplo: hay que repetir las palabras de Dios, enseñarlas a los niños y hablar de ellas, estando en casa, andando por el camino, al acostarse y al levantarse, Deut 6,7.

46 Morris Adler, op.cit., p. 18.

47 Véase: George Steiner, Después de Babel, p. 213.

48 Ver: Roy Harris, Signos de escritura, Trad. Patricia Willson, Gedisa, Col. LeA. Barcelona, 1999, p. 35.