JESÚS R. MARTÍNEZ MALO*


El deseo no está en los huevos

 

 

¿Perdonarás ese primer pecado
que es mi pecado aún antes que yo fuera?
¿Y ese pecado por el que he pasado
 y por el cual aún paso, aunque me hiera?
Ya perdonado, no lo has perdonado,
pues aún más era.(1) 

 


I

El pecado original es el pecado del deseo. Es la herencia que para la raza humana dejara el acto de la renuncia de los padres de la especie. De la renuncia a la felicidad suprema ofrecida a ellos por el creador, al estado de completud total y a la inmortalidad, renuncia causada por el deseo, deseo de saber transgrediendo la prohibición divina, primero la mujer, y por su causa después el hombre, quienes después de comer del fruto prohibido escondieron sus vergüenzas a los ojos de Dios. Pecado original, primero, desde antes de ser, con el que se marca a todo católico, pecado que sólo es perdonado por las aguas bautismales, así como sus sucedáneos lo son por la confesión.

Señor, nuestro destino está escrito desde el principio. ¿Cómo hubiéramos podido negarnos a él? Sometidos a él estamos, y sin más abrigo que tu misericordia.
Oh, Dios, nuestro señor, que quieras ampararnos con ella sin desamparar a ninguno de los que somos tus siervos.(2)

Estas líneas, en las que dejó constancia de su resignación frente a la inutilidad de rebelarse ante lo que llamó “destino escrito desde el principio”, fueron redactadas por Cuesta. “Estando en recuperación después de su automutilación fue cuando me dio la oración. Había estado mucho tiempo de rodillas con los brazos en cruz, y lloró tanto que tenía los párpados inflamados”, afirmó su hermana.(3) A esto se agregó que su escritura ocurrió dos meses antes de su muerte. Esta plegaria no pudo haber sido escrita, como ha querido sostener la leyenda, en esos momentos. Seguramente fue escrita en la misma ocasión en que terminó la escritura del soneto titulado “Paraíso encontrado.”

La pesada leyenda ha querido sostener la muy poética versión de que Cuesta escribió serenamente, de pie, frente a los enfermeros que pacientemente esperaban y habrían de llevarlo, muy amablemente, al que sería el segundo y último de los internamientos (por lo tanto el que precedió a su muerte, internamiento que tuvo que haber ocurrido antes del 19 de agosto de 1942), nada menos que de un solo plumazo, las dos o tres estrofas finales del “Canto a un dios mineral”, poema que, según algunos exégetas, permanecía inconcluso desde 1938, año en que fue, dicen, empezado. Sin duda alguna, se trata del segundo de los cinco internamientos que hasta ahora he podido establecer, y no del que Panabière y Capistrán consideran como el segundo y último.(4) El segundo de los cinco internamientos ocurrió por lo menos un año y dos meses y medio antes de que el poeta muriera, después de una terrible agonía de más de 24 horas, como consecuencia de las complicaciones que le ocasionó su fallido intento de morir colgado.
De entre las cartas familiares que pude consultar, una de ellas me dio la clave para poder establecer que en esa segunda ocasión estuvo internado, por lo menos del 22 de mayo al 16 de julio de 1941. Cito a continuación el fragmento que nos interesa de una carta que Natalia dirigió a su padre el 28 de mayo de 1941:

[...] le dimos [a un tal Dr. Carrión] todos los detalles de su enfermedad de Jorge, desde un principio así como de sus actividades, en fin todo lo relacionado a él, el Domingo le llevamos varios escritos, tanto como de política, como literatura, hasta sus últimos versos escritos el día que se internó [...](5)

Esos “últimos versos escritos el día que se internó” no pueden ser otros más que el soneto titulado “Paraíso encontrado”, mismo que de puño y letra del autor, cosa curiosa, está fechado en el manuscrito original nada menos que el 22 de mayo de ese mismo año. Veamos qué dice el soneto:

 

Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren y protejan,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada. (6)


Además de aparecer en tres ocasiones la palabra muerte, el cuarto verso de la primera estrofa dice: “sólo en la carne estéril y marchita”.(7) ¿Qué debemos hacer con esto sino tomarlo en su literalidad? Y tal vez represente la clave para ubicar el mencionado acto: ¿realizado ya o prefigurado, casi anunciado? Realizado ya en caso de que la afirmación que Lupe Marín hiciera respecto a que éste ocurrió “mucho tiempo antes de su muerte”, o bien anunciado en el caso de que aún no hubiera ocurrido.

En otros dos sonetos aparecen referencias similares. El primero de ellos es “Soñaba hallarme en el placer que aflora” (supuestamente de 1931), en el que el tercer y cuarto versos de la segunda estrofa dicen: “soy el residuo estéril de su brasa / y me gana la muerte desde ahora”.(8) En el otro, “No se labra destino ni sustento” (poema para el que no se ha podido establecer ninguna fecha, y cuyo manuscrito fue encontrado en sus papeles después de su muerte), hallamos en los dos primeros versos de la tercera estrofa lo siguiente: “Ya estéril, vida ensimismada y dura, / vana es también tu oscura subsistencia”.(9) En los tres sonetos que hemos mencionado aparece la palabra estéril relacionada en su contigüidad con muerte, cosa que se cumpliría, casi al pie de la letra, tiempo después.


La hipótesis que planteo en este trabajo es que el episodio por el que Cuesta es mayormente conocido –tal como lo predijera su gran amigo Gilberto Owen, quien dijo que “existe el peligro inmerecido de que sólo se recuerde, de Cuesta, el último acto de su vida”– pudo haber estado tocado, también, por la cuestión de la religión y de la relación de Cuesta con el Dios de su infancia, abandonado en su juventud y vuelto a Él en los tiempos finales de su vida. A este episodio, inscrito en el marco de su locura, lo podemos relacionar con diversos hechos y circunstancias de su vida –que por cuestión de espacio no podemos abordar aquí–; en los que su sexualidad –o, para ser más preciso, el ejercicio de ella– fue puesta en el escenario público a través de rumores, burlas e insultos y hasta por escrito, en versos y en una novela burdamente cifrada, escrita y publicada por Guadalupe Marín, quien fuera su esposa.(10) Hechos y circunstancias que, a pesar de estar relacionados con este episodio, no permiten dar cabal cuenta de él. Se trata del acto, no del intento de suicidio, sino de aquél en el cual, al parecer, se clavó un instrumento punzante en los testículos, razón por la que tuvo que ser llevado a una institución de salud en la que le realizaron, también al parecer, la ablación de los mismos, es decir, una castración en el real del cuerpo.

Antes de entrar en el tema, es necesario hacer una precisión en relación con el mencionado acto. Si dije “al parecer” es porque no existe ninguna certeza con respecto al cuándo ni al cómo sucedió esto. Contamos con toda una gama de versiones de este episodio, desde la que proporciona la imagen más dramática hasta la que niega categóricamente tal suceso. En forma muy sintética –y sin entrar en mayores detalles– podríamos esquematizar así las diferentes posibilidades en relación con este acto:

1. Que Cuesta se haya mutilado (que se haya seccionado los testículos y/o el pene) y, por lo tanto, que se haya castrado o emasculado in situ.(11)
2. Que se haya causado una herida en los testículos y posteriormente, por un procedimiento quirúrgico, se los hubieran extirpado.(12)
3. Que esto no haya ocurrido nunca.(13)

Hecha esta precisión, entremos en materia y partamos de un relato de Natalia Virginia Flora, su hermana:


Su biblioteca [la de su padre] era muy grande y se puede decir que la mitad de sus libros era sobre religión [...] él nos inculcó una malicia tremenda del pecado. [Jorge] se alejó mucho de la religión como hacen todos los hijos cuando se alejan de los padres [...] Sí, estando en recuperación después de su automutilación fue cuando me dio la oración. Había estado mucho tiempo de rodillas con los brazos en cruz, y lloró tanto que tenía los párpados inflamados.(14)

Don Néstor Cuesta Ruiz, su padre, les inculcó una malicia tremenda del pecado, mencionó su hermana Natalia hablando en plural. Como hijo de una familia católica y provinciana, Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit recibió algunos de los sacramentos (por lo menos tenemos constancia de su bautizo el 1º de diciembre de 1903 y de su primera comunión el 6 de enero de 1914).(15) En su certificado de estudios secundarios, expedido el 3 de diciembre de 1920, curiosamente sus calificaciones más bajas corresponden a la eufemísticamente llamada “Educación moral”, que no era otra que la clase de religión.

 

II

Dijéronle los discípulos: si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse. Él les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes les ha sido dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender que entienda.(16)

Ésta es la respuesta que dio Jesús a sus discípulos momentos después de que éste hubiera contestado a los fariseos que, para tentarlo, le habían preguntado si era lícito “repudiar a la mujer por cualquier causa”. En esa ocasión, Cristo les recordó que en el principio –haciendo alusión a Adán y Eva– Dios los había hecho varón y hembra, por lo que “dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne”.(17)

Ciertamente Mateo es el único de los cuatro evangelistas que agrega, inmediatamente después de que Jesús condenara el repudio a la mujer por parte del esposo, lo relacionado a las tres clases de eunucos: los así nacidos del vientre de su madre, los hechos así por la mano del hombre y aquellos que por amor del reino de los cielos se hicieron eunucos a sí mismos. Por amor del no es lo mismo que por amor al reino de los cielos.

 

 

IRMA PALACIOS, Sin título, tinta sobre papel amate.

 

Consultadas cuatro versiones diferentes de la Biblia, encontré que en todas ellas aparece la preposición por, e incluso en dos de ellas (las dos últimas) no sólo aparece el por, sino que agregan por causa del reino de los cielos. La frase final de este fragmento difiere en todas las versiones: “El que pueda entender que entienda”, dice la primera; mientras que en la segunda las palabras que aparecen son: “El que puede tomar tome”; la tercera afirma: “El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba”; en tanto que en la última está escrito: “Aquel que pueda ser capaz de eso, séalo”.(18)

En la última de las versiones, el fragmento que nos ocupa tiene, además, un par de variantes que resultan interesantes ya que emplea la palabra castración en dos ocasiones: en relación con los “que fueron castrados por los hombres” y, en segundo lugar, con los que “se castraron en cierta manera a sí mismos por amor del reino de los cielos con el voto de castidad”. En esta última versión el uso de las cursivas –seguramente agregadas por Torres Amat– revela que hay más de una cierta manera de castrarse y que ésta, la mencionada aquí por el Señor, no ocurre en lo que de real tiene el cuerpo, sino en el acto enunciativo que, a manera de pacto, realizan aquellos que son llamados a servirlo en su ministerio y hacen, entre otros, el voto de castidad. La castidad es, de una cierta manera –como se cuida de decir la versión mencionada del texto sagrado– una castración, aunque el celibato no fue instaurado sino hasta finales del siglo IV de nuestra era, pues hasta entonces a obispos y sacerdotes les estaba permitida la vida conyugal, siempre y cuando hubieran sido ordenados después de haber sido bendecidos con el sacramento del matrimonio. Incluso San Pablo recomendaba a los obispos la práctica de la monogamia.

Sea como fuere, el reino de los cielos es, pues, por el amor del Padre quien allí mora desde siempre, quien hace que alguien se haga a sí mismo eunuco, se castre, así dice Mateo que lo dijo el Señor Jesucristo a sus discípulos para que ellos lo transmitieran a sus fieles. Es un hecho que Jorge Cuesta fue un asiduo y atento lector de la Biblia. También fue un versado comentador de ella, pues por algunos testimonios sabemos que tuvo una gran afición conversadora con un jesuita amigo suyo con quien gustaba de discutir, comentar ciertos pasajes y hasta darle explicaciones de algunos de los milagros atribuidos a Jesús (explicaciones éstas que, por supuesto, eran posibilitadas por sus conocimientos de química, ya que pretendía esclarecerle a su amigo que, por ejemplo, la transformación del agua en vino y la curación de la lepra eran posibles químicamente mediante el uso de procesos de oxigenación celular en la piel, para esta enfermedad, y, para aquélla, con la condición de agregar al agua ciertos productos –cierto tipo de taninos y tartratos– que daban por resultado una bebida en todo parecida al producto fermentado y añejado de la vid). Pero, a pesar del conocimiento que tuviera del texto sagrado, no tenemos la certeza de que conociera el pasaje del Nuevo Testamento que transcribimos antes. Si lo leyó o no, no lo podemos saber. Sin embargo, tenemos ciertos indicios que nos permiten pensar que Jorge Cuesta bien pudo haberlo leído. Si esto hubiera sido así, y algo hubiera “entendido”, y ese “algo” hubiera tenido que ver con lo que fue “capaz” de hacer –“capaz” como dice la versión del Evangelio antes citada– al realizar tal acto, “hacerse eunuco a sí mismo por amor del reino de los cielos”, tal vez en ese pasaje habría encontrado algo en lo que él, por efecto de una cierta lectura, se hubiera incluido.

Solamente en el texto atribuido a San Juan no se encuentran las palabras de Cristo relacionadas con el “repudio” a la mujer por el marido. Lucas, Marcos y Mateo son los que lo mencionan, pero es este último el único que incluye la referencia a los tres tipos de eunucos. Como ya hemos visto, en las cuatro versiones consultadas aparecen diferencias que tienen que ver con la traducción y, en una de ellas, con los afanes pedagógicos de los censores eclesiásticos. Lo que me interesa señalar es que en el Evangelio atribuido a Mateo aparece en dos ocasiones algo que no dejó de llamar mi atención; una en estrecha vecindad y la otra un poco más alejada del pasaje concerniente a los eunucos (versículos 10 al 12 del Capítulo 19). Transcribo a continuación ambas referencias. La más alejada del pasaje de los eunucos lleva por título “Declaración del sexto precepto”,(19) y dice así:


Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró en ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehenna.(20) Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor es que uno de tus miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la Gehenna. También se ha dicho: El que repudiare a su mujer –excepto el caso de fornicación– la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.(21)

Unas cuantas páginas más adelante, en estrecha vecindad con el pasaje referente a los tipos de eunucos, el apóstol repite la insistencia de Cristo, quien después de decir que los niños serían los “más grandes en el reino de los cielos”, y que pobre de aquél que escandalizare a uno de ellos, a quien más le valdría colgarse al cuello una piedra de molino y tirarse al mar, dijo lo siguiente:

Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y échalo de ti, que mejor te es entrar en la vida manco o cojo que con manos o pies ser arrojado al fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y échalo de ti; que más te vale entrar con un solo ojo en la vida que con ambos ojos ser arrojado en la Gehenna del fuego.(22)

Existe aun una tercera referencia a San Mateo que me hace pensar que Cuesta pudo haber leído al evangelista con atención. Hay un texto suyo llamado “Crítica del reino de los cielos” –publicado póstumamente–(23), cuya fecha de escritura desconocemos, pero podemos presumir que fue hacia el final de su vida, presunción basada en un comentario de Octavio Paz, quien dijo que había sido escrito “en el manicomio”. Desafortunadamente, no sabemos en qué se apoyó Paz para hacer tal afirmación. Aunque en sí mismo resulta muy impreciso, el comentario nos orienta ya que, tal como lo hemos podido establecer, Cuesta estuvo internado en por lo menos cinco ocasiones en hospitales psiquiátricos entre cuando menos el 20 de septiembre de 1940 y el martes 11 de agosto de 1942.(24) Por esto la pregunta que se impone es: ¿a cuál de las cinco hospitalizaciones se referiría Paz?

La “Crítica del reino de los cielos” es un extraño texto de apenas tres párrafos en el que aparecen cinco citas bíblicas; dos corresponden a los evangelios y tres al Antiguo Testamento. De las primeras, una se encuentra tanto en Mateo como en Lucas y Marcos, y la otra sólo en el texto del primero de ellos, lo cual confirma el conocimiento, o por lo menos la lectura atenta, que de ésta y de otras escrituras bíblicas hizo Cuesta.(25) Hasta aquí mi comentario con respecto a la conjetura de que Cuesta bien podría haber leído y conocido ciertos pasajes bíblicos y, en particular, para lo que nos interesa en este momento, el Evangelio según San Mateo.

En la Biblia existen siete referencias a los eunucos: seis en el Antiguo Testamento y una en el Nuevo, que corresponde a la que ya vimos de San Mateo. De las seis primeras, hay tres en las que se menciona a eunucos que son otorgados como regalo a diferentes personajes y que no son materia de nuestro interés.(26) En cambio, las otras tres sí lo son. Veamos por qué.

Mientras que en el Deuteronomio se dice: “No será admitido en el reino de Yavé aquél cuyos órganos genitales hayan sido aplastados o amputados”, en el libro de la Sabiduría se dice lo contrario: “Dichoso también el eunuco, que no ha obrado la maldad con sus manos ni ha concebido malos pensamientos contra el Señor, porque le será otorgado un galardón escogido por su fe y una suerte más deseable en el tiempo del Señor”. Por su parte, en el libro de las profecías de Isaías se dice lo siguiente: “Que no diga el extranjero allegado a Yavé: ‘Ciertamente me va a excluir Yavé de su pueblo’. Que no diga el eunuco: ‘Yo soy un árbol seco’. Porque así dice Yavé a los eunucos que guardan mis sábados, y eligen lo que me es grato, y se adhieren firmemente a mi pacto: Yo les daré en mi casa, dentro de mis muros, poder y nombre mejor que hijos e hijas. Yo les daré un nombre eterno que no se borrará”. (27)

Como vemos, mientras que en el primer texto bíblico está escrito que a los eunucos les será negada le entrada al reino de Yavé, en los dos restantes se les anuncia un mejor y eterno futuro. Pero resulta particularmente interesante la ubicación de la última de las citas, aquella que corresponde al profeta Isaías, pues se encuentra localizada en estrecha vecindad con “Gloria de la nueva Sión”, capítulo éste citado por Cuesta en su ya mencionada “Crítica del reino de los cielos”.

 

III

Para terminar, mencionaré solamente que en diciembre de 1917 su padre, don Néstor Cuesta Ruiz, publicó –en edición de autor– un breve folleto de diecinueve páginas titulado Ahora o nunca. México para los mexicanos, donde propuso, con “un verdadero patriotismo”, un “estudio económico-social”, así como “una fórmula para resolver satisfactoriamente los problemas nacionales”. Se trata de una fórmula para resolver no uno ni algunos, sino todos los problemas nacionales. En el capítulo final, “Consideraciones generales”, y hablando de algunos temerosos extranjeros que vivían en México, además de llamarlos “parásitos sociales”, los nombra “eunucos políticos”. Menciono esto ya que me llamó la atención que el patriotismo exacerbado y casi mesiánico de don Néstor dejara huella en su hijo Jorge, pero una huella en negativo, en su contraparte, pues una de las mayores críticas que recibió el grueso del grupo de Contemporáneos –y Cuesta en primer lugar– fue precisamente la de ser antinacionalistas, extranjerizantes, afrancesados y europeizantes, es decir, de acuerdo con el criterio de don Néstor Cuesta, una especie de “eunucos políticos”.

Al pretender sacar de la escena pública –y privada– a su sexualidad, con el acto realizado sobre su cuerpo, Cuesta no hizo otra cosa que reafirmarla allí donde estaba, ya que con este acto provocó que se siguiera hablando aún más de ella. Así como antes, en la carta al doctor Lafora, Cuesta confundió reproducción con sexualidad, en el acto realizado tal vez confundió también a los testículos con el pene como instrumento de un posible goce. Así como antes la imagen de su cuerpo estuvo en juego en su temor a las modificaciones anatómicas que harían de su cuerpo masculino uno andrógino o intersexual, con el acto realizado la imagen real de su cuerpo cambió su anatomía, como si al estar “vacío de criadillas el escroto”,(28) el deseo fuera extirpable como lo habían sido sus testículos.

Jorge Cuesta llevó a cabo el acto como un intento de “sacar de la jugada” al deseo. Si lo que los médicos realizaron fue la ablación de los testículos –como una intervención suplementaria sobre su cuerpo ya afectado–, tampoco ellos “extirparon” su deseo, que no se localizaba allí ni en ningún otro lugar de la topografía corporal. En la fisiología del ejercicio sexual (me refiero a los mecanismos fisiológicos de la erección y la eyaculación en el macho del animal humano), los testículos –o “huevos”, como decimos en México– nada tienen que ver, absolutamente nada, con eso. El deseo está en otra parte, pero no en los huevos. Tampoco en ningún otro lugar del cuerpo, a pesar de estar ligado a él en cuanto que éste es más que un mero organismo, es “sustancia gozante”,(29) es cuerpo de goce y por lo tanto de deseo, con o sin huevos.


NOTAS

*Psicoanalista, miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse. Este trabajo fue presentado en el Colloque International Jorge Cuesta (Histoire-psychanalyse-littérature), organizado por el Laboratoire de Recherches: Langues et Littératures Romanes, Etudes Basques, Espace Caraïbe, de la Universidad de Pau (Francia). El coloquio tuvo lugar en esa ciudad los días 30 de noviembre y 1° de diciembre de 2001.

1 Estos son los seis primeros versos del “Himno a Dios Padre” de John Donne, uno de los cuatro poemas que Jorge Cuesta tradujo. Consultado el poema en la lengua en que fue escrito, podemos decir que la versión de Cuesta es bastante acertada. El sexto verso de esta estrofa dice: “For I have more”, lo cual, para efectos de rima, Cuesta tradujo como “pues aún más era”, pero traducido literalmente es “pues tengo más”, con lo que se entiende que una vez perdonado el pecado original, quedan aún más pecados por ser perdonados. Véase el poema completo en: Jorge Cuesta, Obras, Ediciones del Equilibrista, México, 1994, t. i, p. 103.
2 Ibid., p. 98.
3 Elena Urrutia, “Habla Natalia Cuesta”, en J. Cuesta, Poemas, ensayos y testimonios, t.V, UNAM, México, 1981, p. 306.
4 Alicia Echeverría describe en sus memorias el que fue en realidad el último de todos los internamientos de Jorge Cuesta. De acuerdo con tal descripción, nadie, pero absolutamente nadie en un estado tal como el que se describe allí, podría haber escrito –y menos de un plumazo– las estrofas finales de un poema de tal complejidad en cuanto a su forma y tal profundidad en su contenido como es el “Canto a un dios mineral”. Alicia Echeverría, De burguesa a guerrillera (Memorias), Editorial Joaquín Mortiz, México, 1986.
5 Carta inédita de Natalia Cuesta a don Néstor Cuesta Ruiz, fechada en la Ciudad de México el 28 de mayo de 1941. La transcripción respeta la redacción y la ortografía.
6 J. Cuesta, “Paraíso encontrado”, en Obras, t.I, Op. cit., p. 45. Las cursivas son mías.
7 El adjetivo obedece a que, de toda la producción poética cuestiana, sólo este soneto (“No para el tiempo, sino pasa; muere”) y otro (“Qué sombra, qué compañía”) están fechados. Curiosamente, también en el primero de ellos resalta la palabra muerte en dos ocasiones, además de una referencia a ella. En el segundo soneto aparece la palabra estéril.
8 En el manuscrito del poema, en el undécimo verso aparece otra referencia a la muerte: “Oh, muerte, ociosa para lo pasado”; en la siguiente edición del poema (número 11 de Contemporáneos, t. IX, septiembre-octubre de 1931) existe la siguiente variación del mismo verso: “Y, oh muerte, vasta para lo pasado”.
9 En su primera publicación, en Estaciones, una mano anónima suprimió el adverbio “Ya”, mismo que resulta de capital importancia para lo que nos ocupa, ya que en el verso en cuestión el adverbio es usado como locución conjuntiva condicional, a la manera de “una vez que”, o bien “dado que”, con lo cual el verso diría algo así como que “si la vida es ya estéril, no tiene ningún sentido vivirla”, más aún tomando en cuenta la presencia en los dos últimos versos del poema de lo siguiente: “antes que se divida tu presencia / entre lo que serás y lo que fuiste” (¿antes de ser estéril y después de serlo?).
10 Se trata respectivamente de La diegada de Salvador Novo, en Sátira, El libro ca..., Editorial Diana, México, 1978, y de La Única de Guadalupe Marín, Ed. Jalisco, México, 1938.
11 Versiones de Luis Cardoza y Aragón, Rubén Salazar Mallén, Guadalupe Marín, Luis Mario Schneider y de Nigel Grant Sylvester.
12 Versión parcial de Guadalupe Marín y también parcial de Natalia Cuesta, sostenida esta última por Louis Panabière (ya sea enterrándose un cuchillo de cocina o clavándose un instrumento punzante en los testículos).
13 Y “sean tan sólo inventos metafísicos”, como dijera Lucio Antonio Cuesta Marín, su hijo, y tal vez de ahí el silencio absoluto de Alicia Echeverría (aunque una segunda posibilidad del silencio guardado por quien durante algún tiempo fuera su “novia”, como ella misma se ubica en sus memorias, es que su silencio obedeció a cierto pudor para hablar de ello, e incluso es posible que su silencio hubiera reflejado algo del orden de lo imposible de ser dicho).
Para todas estas versiones véanse respectivamente: Antonio Cuesta Marín, “Resplandores de un itinerario”, Pregonarte, Revista de literatura y arte, número 8, septiembre-octubre, México, 1992, p. 27; Luis Cardoza y Aragón, “Jorge Cuesta”, en J. Cuesta, Poemas, Ensayos y Testimonios, 1981, t. V , p. 171; Elena Urrutia, “Habla Natalia Cuesta. Una entrevista”, Ibid., p. 310; Roberto Páramo, “Lupe Marín y el más triste de los alquimistas”, Ibid., p. 315; Bertha Cuevas, “Yo pagué con sangre las grandes pasiones de mi vida. Últimas confesiones de Lupe Marín”, Sábado, número 309, 1° de octubre de 1983, p. 4-6; Aída Rebolledo, “Lupe Marín: Nunca he leído una palabra de lo que escribió Cuesta, pero lo respeto como si fuera un santo”, Unomásuno, 3 de julio de 1980, p. 16; Rubén Salazar Mallén, “Jorge Cuesta”, en J. Cuesta, op. cit., p. 197; Alicia Echeverría, Op. cit.; Luis Mario Schneider, “Prólogo”, Ibid., p. 18; Louis Panabière, Itinerario de una disidencia. Jorge Cuesta (1903-1942), Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 83; Nigel Grant Sylvester, Vida y obra de Jorge Cuesta, Premiá Editora, México, 1984, p. 26.

14 Elena Urrutia, Op.cit., p. 305-306. Esta versión me fue corroborada, en parte, por quien fuera su amigo, colega y colaborador profesional, el ingeniero químico Alfonso Bulle Goyri en una de las conversaciones que sostuve con él.
15 Recibió su segundo nombre, Mateo, por haber nacido el 21 de septiembre, día correspondiente en el santoral al primero de los evangelistas.
16 Mateo 19:10-12, en La Santa Biblia, traducción de Casiodoro de Reina (1569), revisión de 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina, México, 1960.
17 Mateo 19: 3-5.
18 Las versiones consultadas fueron: Sagrada Biblia (1964); Evangelios (1925); La Santa Biblia. (1960); La Sagrada Biblia. (1940). Ver bibliografía.
19 Declaraciones de preceptos ausentes en los otros tres evangelios.
20 Gehenna: etimológicamente, valle de Ennom. Valle que rodea a Jerusalén por el oriente y el mediodía, donde los israelitas inmolaron a sus hijos al ídolo Moloch. En el Nuevo Testamento, el nombre designa al infierno.
21 Mateo 5:27-32.
22 Estos dos pasajes, el referente a los niños y el que conforma la cita (Mateo 18: 8-9, en Sagrada Biblia, 1964: 1177-1178), aparecen también en Marcos, no así en Lucas ni en Juan. Marcos 9:41-50, en Sagrada Biblia, 1964: 1211.
23 J. Cuesta, 1994, p. 260-262.
24 La primera fecha fue el día siguiente a la visita que hiciera al consultorio del tan célebre como malogrado psiquiatra español refugiado en México, Gonzalo Rodríguez Lafora, y la segunda fue el día en que intentó quitarse la vida dentro del Sanatorio del Doctor Rafael Lavista, en el entonces lejano pueblo de Tlalpan (intento malogrado por principio, pues fue descolgado aún con vida, a pesar de que finalmente fue logrado, pues Cuesta, después de una terrible agonía, murió a las 3:25 de la madrugada del jueves 13 de agosto de 1942).
25 Con respecto al Antiguo Testamento, cf. Génesis, 49:11-12 (Bendice Jacob a sus hijos y muere); Isaías, 54 (Gloria de la Nueva Sión); y Paralipómenos 36: 22-23 (Edicto de Ciro). Con respecto a los evangelistas, cada uno de los cuales se refiere a lo mismo, cf. Marcos, 13:17 (Desolación de Judea); Lucas, 21:23 (La ruina de Jerusalén); y Mateo, 24:19 (La desolación de Judea). La otra referencia a este último, ausente en los demás evangelistas, se encuentra en el mismo capítulo 24, v. 42.
26 Cf. Reyes 8:6 y 25:19, así como Esther 2:15.
27 Cf. Deuteronomio 23:1; Sabiduría 3:14; Isaías 56:3-5.
28 Se trata del primer verso de la segunda estrofa de un soneto de Salvador Novo, que forma parte de La diegada. El personaje al que se alude es Diego Rivera; sin embargo, con la efectuación del acto que Jorge Cuesta llevaría a cabo años después de la escritura del soneto, Cuesta habría quedado como años atrás lo escribiera Novo, pensando en el pintor: “Vacío de criadillas el escroto”. En otros sonetos y cuartetas del poemario de Novo, Cuesta es mencionado por su nombre, como el relevo que ocupaba la función de consolador para Guadalupe Marín ante la impotencia sexual de su primer marido, por lo que el autor ubica a Cuesta como el causante de la vistosa cornamenta del muralista, además de otorgarle el carácter de hazaña caballeresca al haberle quitado a su mujer. Cf. Salvador Novo, Op. cit., p. 31.
29 Esta es la definición que dio Jacques Lacan del cuerpo en la sesión del 12 de marzo de 1974 de su seminario Les non-dupes errent.

 

BIBLIOGRAFÍA

Luis Cardoza y Aragón, “Jorge Cuesta”, en J. Cuesta, Poemas, ensayos y testimonios, t.V, UNAM, México, 1981.
Bertha Cuevas, “Yo pagué con sangre las grandes pasiones de mi vida. Últimas confesiones de Lupe Marín”, Sábado, número 309, 1° de octubre de 1983.
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