Dante Avaro
Cuando las ideas devoran a los hombres 
o cómo salir de los tentáculos del "pensamiento único"
 

 

 

Este ensayo parte de dos problemas:
(i) Dada la globalización, podemos, es posible –nos preguntamos– seguir pensando en la justicia distributiva como eje fundacional de la sociedad política autofundada.

(ii) Siendo la globalización factum: ¿qué deberíamos hacer, si es que podemos hacer algo, para con-vivir en una sociedad más justa y libre?.

El primer problema es de orden filosófico, mientras que el segundo es de orden práctico. El primero nos obliga a pensar en las condiciones de la posibilidad de la justicia distributiva, el segundo, en guías de acción. De esta manera, este ensayo se convierte en un trabajo analítico: no tratamos de describir como nos afecta la globalización en el marco de nuestras sociedades, sino más bien que encuadre podemos adoptar para entender qué hacer con ella. Durante los capítulos I a III se discuten y confrontan presupuestos, y se avanzan supuestos con la finalidad de ir construyendo una red conceptual que nos permita evaluar la posibilidad de pensar la justicia distributiva en el contexto de la globalización. Y, finalmente, en el capítulo IV se proponen dos guías de acción o caminos a transitar para construir una sociedad más justa y libre.

 

¿Globalizaciones?

1
De conceptos, discursos y neologismos:
Pater semper incertus

Nuestra generación, aquella/os ciudadana/os que estamos entre los veinte y más y los treinta y poco, asiste a la segunda hegemonía discursiva que pide sacrificios en el altar de la sociedad. Primero, durante gran parte de los ochenta, fue la transición a la democracia; ahora, durante los noventa, lo es la globalización y la inserción en el mundo de la posguerra fría. Hemos utilizado la categoría generación y no grupo etario. La primera con una fuerte impronta roussoniana, implica una descripción y aprehensión política de la dimensión sacrificial; mientras que la segunda pretende ser una agrupación taxonómica libre de valores apriori. Esto es fundamental: si en el período de la transición a la democracia no nos sentíamos actores plenos del proceso, puesto que había, o sentíamos que había, otras generaciones que lo eran; ahora, con el proceso de globalización in primis, sentimos que somos los actores plenos (aún por exclusión u omisión). Si esto es así en nuestro rol de ciudadanos, de animales políticos, lo es, también, en un grado más refinado (racionalizado) en nuestro rol de filósofos. Así las cosas, se impone, para nuestra generación, una obligación sustantiva: apropiarnos de nuestro discurso. Lo que implica, entender, disputar, oír, ser escuchados, en el meta-discurso que significa la globalización.

 

Todo autor, toda obra, que se preste de ser contemporánea, obligadamente, parece, debe incorporar el término globalización o neologismos similares. La globalización aparece reiteradamente en la prensa oral y escrita, en los modernos medios de comunicación audioviduales. La mayoría de las veces, para no decir siempre, aparece como causa al mismo tiempo que efecto de diversos y antagónicos procesos. Parece, la globalización, un concepto elástico, poroso, flexible que escapa a la linealidad del discurso, y a la lógica científica del explanan/explanandum. Quizá, como sostiene Zygmunt Bauman en La globalización. Consecuencias humanas (1999), por querer dar 'transparencia' se torna, la globalización, en un fetiche que todo lo puede. Paradójico, después de la muerte de las grandes totalidades, surge una (la globalización) que pretende explicar todas las causas de la felicidad e infelicidad humanas.

La globalización, de más estaría decirlo, es el producto de acciones humanas, sin embargo es tratado, por muchos, como un designio sagrado. ¿Por qué?. En No hay que tenerle miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos (1998) Oskar Lafontaine y Christa Müller sostienen que hay tres motivos: por falta de comprensión, intereses de grupo y por resignación. A los efectos expositivos esta diferenciación puede ser útil, pero a los efectos epistémicos es claramente insuficiente. Tenemos que saber cómo están inter-relacionados y mutuamente implicados los anteriores motivos. Es claro que la falta de comprensión de un fenómeno x (por ejemplo la globalización) puede llevar a la resignación; pero también es claro que la resignación, causada, producida o inducida por intereses de grupos, construya el mítico proceso de fenómeno irreversible, y de allí el fenómeno x de la apariencia de imcomprensible e inescrutable. A los efectos de pasar de la doxa a la construcción epistemológica del objeto de estudio (léase la globalización), se nos antoja necesario precisar un conjunto de neologismos utilizados en la hegemonía discursiva de los noventa. Tendríamos que encontrar conceptos que nos dieran cuenta de:

 

(i) los intereses de los grupos específicos (intereses económico-político-sociales y su presentación discursiva-moral, i.e. ideológica);
(ii) del objeto del discurso, es decir, qué es lo que se pretende comprender-significar; y finalmente
(iii) necesitamos una categoría que de cuenta del 'proceso' al cual o frente al cual los 'sujetos globalizados' se resignan.

Así las cosas necesitamos unos conceptos que:

 

(a) nos muestren cómo los grupos de interés expresan sus intereses reales sobre el objeto del discurso, y cómo el discurso es aprehendido durante el proceso;
(b) el anterior concepto requiere de otro que permita dar cuenta de cómo y quién interpela el discurso de los grupos de interés, es decir, qué y quiénes resignifican el discurso moral hegemónico de los grupos de interés; y
(c) cuál, y fundamentalmente cómo, es el proceso que le da encarnadura a los discurso anteriores. Estos conceptos son, respectivamente: globalismo, globalidad y globalización. (Aquí seguimos a Ulrich Beck; ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, 1998. Si bien tenemos diferencias con su trabajo, sus conceptos son esclarecedores y no necesitamos utilizar otros.).

 

 

(i)

Por globalismo entendemos la compleja construcción simbólica que desplaza, o como dice Beck 'desaloja' o 'sustituye', al accionar estatal por el mercado mundial. La re-valoración del mercado, o como aquí en América Latina el des-cubrimiento del mercado, desplaza al accionar estatal del discurso político clásico. Ya no es la estatalidad-nacional y sus sistemas políticos lo que garantiza/promete el bienestar de los hombres y mujeres, sino la mano invisible del mercado y las leyes internacionales del comercio lo que lo hacen posible. Esta colonización de la política por la economía de la empresa implica: (a) la pérdida del hecho social o mejor su resignificación desde la economía política en manos de una tecnocracia errante; y (b) la pérdida del territorio social en manos de una economía-empresa. O como sostiene Beck: "el núcleo ideológico del globalismo reside más bien en que da al traste con una distinción fundamental de la primera modernidad, a saber, la existente entre política y economía."

Este discurso o reinado semántico tiene una usina productora/creadora del discurso (los grupos de interés), y por supuesto resignificadores semánticos contingentes (los actores resignificadores del proceso). El globalismo resulta un reinado semántico puesto que adherentes o críticos de esta ideología quedan entrampados en la lógica de la economía-empresa. Por ejemplo en América Latina existen dos de los tres equivalentes enunciados por Beck (véase los proteccionismos negro, rojo, y verde). Los denominados neoliberales que no son pragmáticos, llamémosle conservadores morales, se resisten al globalismo porque destruye valores morales y religiosos con la misma velocidad que se destruyen/crean empresas. No estarían dispuestos, estos conservadores morales, de pagar el precio de renunciar a ser los guardianes del orden moral, a costa de engancharse significativamente a la globalización y sus beneficios. Los equivalentes de los proteccionistas rojos serían en América Latina, en mayor o menor medida, la izquierda meta-histórica nacionalista, que no dándose cuenta de la caída del muro de Berlín, sigue pensando la realidad latinoamericana con las mismas consignas clasistas de los años sesenta. Finalmente no tenemos un equivalente de los proteccionistas verdes. Sencillamente tenemos la versión inversa

(ii)

Los productores del discurso globalista y sus resignificadores contingentes se encuentran es un espacio real: el sistema de estatalidad moderno. El sistema de inter e intra estatalidad moderno significó la finitud y cerrazón del mundo (orbis). Desde el Siglo XV el mundo se presento finito y domeñable. No sólo la racionalización cartesiana del mundo significó domeñar las fuerzas inescrutables de la naturaleza extraña; sino también el proyecto político de la modernidad significó la construcción de similares estatalidades en culturas premodernas. Así la globalidad, el sistema de estatalidad moderno, no sólo implica estados-nación diferentes, plurales entre sí, sino un sistema de pluralidad sin unidad.1 Este sistema de pluralidad sin unidad, la globalidad, es un conjunto de relaciones sociales que no son reductibles a la estatalidad nacional, como así tampoco se explica por la estatalidad per se.

(iii)

La relación o proceso entre globalismo y globalidad da por resultado la globalización. La globalización es un proceso con distintas lógicas y temporalidades que tiene como actores los global players, los resignificadores contingentes, y los sistemas de estatalidad modernos. De esta manera la globalización, con sus distintas lógica tempo-espaciales, significa un momento dentro de la historia de la mundialización del sistema de administración doméstico de las sociedades estatales modernas abierto con el sistema de acumulación capitalista sin frontera.

Pero estos neologismos lejos de cerrar respuestas abren preguntas: quiénes son los global players, cómo estructuran su poder/intereses, cómo construyen su hegemonía semántica, cómo se construyen los resignificadores contingentes, quiénes son, qué relación tienen con los sistemas de estatalidad modernos, cuál o cuáles son las distintas lógicas tempo-espaciales del proceso globalización.

A contestar (parcialmente) algunos de estos interrogantes se destinan los siguientes epígrafes. Veremos.

2
La casa de muchas ventanas

Aprehender y explicar la globalización como proceso, i.e. explicar el entramado de esa unidad sin pluralidad que es el sistema estatal moderno mundial, conjuntamente con los global players y su hegemonía discursiva y los resignificadores domésticos, no es tarea fácil. Pero satanizarla como compleja no es un objetivo de la ciencia, el objetivo de la ciencia es tirarle redes conceptuales, para volver lo inescrutable una realidad conceptualmente rica y posiblemente explicable. De esta manera nos aventuramos a construir redes conceptuales para que el hipotético lector pueda confrontar su alcance y validez explicativa.

Lema 1: La globalización como proceso histórico reciente. Hemos sostenido que la globalización es un proceso histórico, contingente y frágilmente construido. Sabemos que un proceso histórico comienza en algún momento: como inflexión de un proceso más denso y fundante, como quiebre fundacional de un proceso anterior. Puede que la globalización tenga de las dos cosas, sólo que no son visibles en este momento encadenadas y mutuamente implicadas. Un proceso histórico tiene un comienzo y, hasta ahora, siempre un final. La globalización comenzó en el mismo momento que el globalismo montó un teatro en tiempo real para los actores de la globalidad. Para salir de la metáfora y entrar en la historia: comenzó con el lento socavamiento del welfare State y la transnacionalización de la economía de fines de los cincuenta y sesenta. El denominado fordismo periférico fue creando las bases institucionales y tecnológicas para que a fines de los ochenta y plenamente en los noventa los global players pudieran actuar en tiempo real en el teatro orbis. Por ahora la globalización, mediante el globalismo, se presenta como una etapa inflexiva dentro del proceso histórico más denso: la acumulación capitalista a escala mundial iniciada a fines del siglo XVI. Sin embargo no podemos abrir juicio sobre las mutaciones que produce y producirá sobre la globalidad. Quizá estemos presente ante un quiebre y una fractura irremediable. Pero lo interesante es que el globalismo como usina motora de la globalización presenta la misma como una casa sin puertas, nadie puede explicar ni explicarse muy bien como entramos en la globalización. Ante la pregunta: cómo entramos. La respuesta es: ya estamos, es una fuerza irreversible que todo lo puede. La razón es cambiada por un fetiche barato en los escaparates de las ciencias sociales.

Lema 2: La globalización como diversidad de miradas científicas del proceso. Si la globalización es un momento dentro de un período más denso o por el contrario es la construcción de un nuevo proceso histórico, está en última instancia dependiendo de qué variables tomemos para construir epistemológicamente el objeto de estudio. Nosotros sostuvimos, vid supra, que si la variable es el sistema económico, todo parece indicar que es un proceso histórico dentro de una continuidad más densa y de larga data. Sin embargo si tomamos y priorizamos otras variables, el sistema tecnológico, el cultural, el político, todo parece indicar una ruptura insalvable: se abre un nuevo proceso histórico. Volviendo a la metáfora: si la globalización es vivida como una casa sin puertas, de la cuál nadie puede salir; también es, al mismo tiempo, una atalaya desde donde se contempla el orbis: es una casa con muchas ventanas. Cada ventana puede ser entendida como un forma de mirar, un prisma que escoge variables a priorizar, y desde allí observamos ciertas figuras y contornos de la globalización.

Lema 3: La globalización como diversidad indentitaria del proceso. La casa, esta casa, no resguarda la globalización, sino más bien permite verla, sentirla, hacerla propia, vívida, encarnada. Esta casa puede dar la sensación de que es la obra de unos individuos x que cerraron las puertas y se tragaron las llaves, o bien que nunca existieron puertas. Qué guarda o resguarda esta casa sin puertas y con muchas ventanas. Claramente no resguarda a prismas, o sólo indirectamente lo hace; no resguarda mercados globales, o apenas indirectamente lo hace; no resguarda sistemas de estatalidad nacionales, o apenas intenta hacerlo. Esta casa guarda y resguarda a gentes. A individuos de carne y hueso. Y normalmente, aún para los errantes humanos, estos viven, sufren y padecen sus vidas en territorios sociales denominados sistemas estatales: la 'casa' resguarda gentes que viven y mueren en el espacio de la globalidad. Rorty ha insinuado con bastante virulencia, a juzgar por muchos partidarios del proyecto político de la modernidad, que un neoyorquino visualizará con mayor grado de identificación a un habitante del Brooklyn que a un hambriento y harapiento habitante de Burkina Faso. Sin embargo los contrafácticos alcanzan al mismo Rorty: un habitante de Buenos Aires, un prestigioso intelectual de una Universidad Privada, se siente más identificado con estilos de vida de colegas de Boston, Amsterdam o Milán, que con la suerte de su vecino que vende boletos de lotería instantánea. La pregunta de quiénes somos (nosotros) no necesariamente nos lleva a buscar el nosotros dentro de esta casa. Y por el contrario el quién son ellos no nos lleva a buscar en otras casas. El nosotros y ellos ya no se construye, inevitablemente, mediante el sistema de estatalidad nacional; sino más bien, por los rayos de luz que penetran desde la ventana que hemos elegido mirar, colorea contornos, sombras y formas de, con y a través de distintas estatalidades nacionales.

Pre-supuesto 1: La estatalidad nacional prescindente. El sistema de estatalidad nacional presupone un overlapping entre Estado, territorio y sociedad, i.e. lo que Smith denominó nacionalismo metodológico (véase A.D. Smith, Nationalism in the Twentieth Century, 1979). En la globalización, la globalidad, i.e. la multiplicidad de estatalidades sin unidad (sin unidad política), conjuntamente con el globalismo hacen inviable e imposible el territorio social de base nacional/doméstico.

Pre-supuesto 2: La estatalidad nacional como actor hegemónico del globalismo. Existe una alternativa al pre-supuesto 1. Esta considera a la estatalidad nacional no sólo como una herramienta legítima, sino además viable, de la construcción de la globalización. De esta manera lejos de ver de pie juntillas a los otroras poderosos Estados-Nación, estos rejuvenecen y se revitalizan en un proceso complejo con los global players.

3
Una casa con muchas lógicas

Hasta ahora hemos sostenido lo siguiente:

(i)

Como filósofos, depende de qué variable observemos, tendremos una parcialidad explicativa sobre la totalidad de ese fenómeno que es la globalización. Por ejemplo: si sólo nos concentramos en la entrada de capitales a los países de la región podemos aseverar que el poder en tiempo real de mercado financiero global es omnipotente y omnisciente.

(ii)

Qua ciudadanos depende de nuestros intereses y como ellos son satisfechos en la vorágine de la globalización, para entender hasta dónde y qué miramos en la indeterminación de la globalización. Por ejemplo, supongamos un próspero empresario mexiquense que vende sus productos en el NAFTA y la UE, evalúa positivamente las posibilidades de acuerdo de liberalización comercial, del mismo modo que la única empresa argentina de tubos sin costura. Sin embargo puede que el empresario mexiquense, a diferencia de su par argentino mire con malos ojos la pérdida de las costumbres ancestrales en el Valle de México fruto de la apertura comercial indiscriminada del período salinista.

Por otro lado también hemos sostenido lo siguiente:

(i)

Los global players productores conjuntos del globalismo, buscan insaciablemente de maximizar sus ganancias y los activos sociales que le permiten controlar los procesos económicos. Pero, aún moviéndose simultáneamente en varios y múltiples sistemas estatales requieren de individuos e instituciones que resignifiquen/produzcan/adopten la hegemonía semántica.

(ii)

Los resignificadores contingentes son todos aquellos individuos e instituciones que acorde con ciertos intereses y miradas conforman (contigentemente) una identidad proclive a defender, proponer y militar la lógica ideológica del globalismo. Lo hacen porque les satisface sus intereses definidos con cierto proceso identitario que escogieron.

Dicho lo anterior nos preguntamos de la mano de Beck: ¿qué es lo que hace avanzar la globalización?. Existen dos grupos de autores: los que creen en un lógica dominante, y los otros que reconocen una compleja y multicausal lógica. Claramente nos ubicamos entre los últimos. Para nosotros la globalización, como fact, no tiene una lógica, tiene varias. Es una casa en donde sus habitantes, tanto individuos como instituciones, transitan al mismo tiempo por varios carriles, algunos paralelos, otros contrapuestos y, a veces, en sentido inverso. A continuación detallamos como presupuestos algunas tesis que nos pueden ilustrar sobre las distintas lógicas.

Pre-supuesto 3: La relación entre globalización y estatalidad es confusa y se encuentran varias tesis: la de Kenichi Ohmae (El fin del Estado-Nación. El ascenso de las economías regionales, 1997), de la suplantación del estado-nación por un estado regional; la de Cerny del estado competitivo; y la de Boyer de un estado-nación que todavía supervive por imperativos de índole específicamente regulatorio sobre un territorio social.

Es claro que la relación entre globalización y estatalidad nacional está redefiniéndose. Supongamos el caso de Brasil: su capacidad superiormente negociadora con su socio comercial más importante permite inferir que el Estado brasileño tiene la capacidad de fijar políticas que impactan sobre Argentina. De esta manera existe un Estado-Región aún cuando formalmente no exista. En segundo lugar: si contemplamos la política de la administración Cardoso desde la devaluación veremos que existe una clara vocación por re-estructurar el Estado brasileño en una dirección distinta a la de toda América Latina. Se intenta construir un Estado competitivo, i.e. con capacidad de gestionar los mercados para volver la economía brasileña competitiva en el mercado internacional y regional.

Pre-supuesto 4: La tesis de la irreversible y policéntrica política mundial de T. Rosenau (Turbulence in World Politics,1990) contrasta con la defensa de R. Gilpin (The political economy of international relations, 1987) de un poder hegemónico construido desde un orden estatal fuerte entre estados. Gilpin sostiene que siendo la globalización un fact contingente es necesario un orden estatal fuerte para asegurar el mercado internacional. Sin estado no hay orden mercantil mundial ni cooperación intra-estados-mercados. Obviamente que David Held (La democracia y el orden global. Del estado moderno al gobierno cosmopolita, 1997), se opone a la tesis de Gilpin puesto que Held argumenta que la soberanía política se vuelve obsoleta por la sola presencia de la globalización. Aquí nuevamente tenemos ida y vueltas por distintos carriles. Si visualizamos la política internacional en su extremo negador: la guerra, tendremos cierta imagen de un conjunto policéntrio sin unidad; al igual que cuando en el seno de la Organización Mundial de Comercio vemos la lucha por los derechos de patentes, etc. Si nos concentramos en la creación y afirmación de nuevos estados tengamos otra visión de la pluralidad sin unidad. Quizá como sostuvo Eric Hobsbawm ("Some reflections on the 'break-up' of Britain", New Left Review 105, 1997), el triunfo de la soberanía nacional es su propia y lenta muerte. Quizá.

Pre-supuesto 5: La tesis de la convergencia de la cultura global, convergencia de símbolo y estilos de vida más la implacable lógica del mercado, se opone abiertamente a la tesis de R. Robertson (Globalization, 1992): la globalization corre al mismo tiempo con la localización. Aparece interesante con esta tesitura la postura esgrimida por H.V. Perlmutter ("On the Rocky Road to the First Global Civilization", en A. King, (comp.), Culture, Globalization and the World System, 1991), contra Fukuyama y Hugtinton, de la construcción de una única civilización global. La tesis de Roberston se profundiza en los escritos de Arjan Appadurai (Modernity at large: cultural dimensions of globalization, 1996) quien sostiene el concepto de autonomía relativa de las culturas glocalizadas. Nuevamente las lógicas son variadas. Entre la macdonalización del mundo, los complejos industriales globales, la venta de telenovelas mexicanas a la cadena televisiva moscovita y la revalorización de las culturas premodernas, existen muchas instancias y lógicas.

Habitamos en la casa de muchas lógicas, sin embargo como filósofos tenemos que tomar algunos caminos, y dejar otros, si deseamos construir esas pretendidas redes conceptuales para intentar explicar el mundo. En este afán incorporamos tres categorías, que no nos son útiles per se, sino para entender y co-explicar otras categorías. Veamos.

Supuesto 1: Glocalización. "Global significa, según Beck, traducido y concretado a tierra en muchos lugares a la vez, y por lo tanto, es sinónimo de translocal." Localismo es la estrategia de las grandes empresas para imponer símbolos en los circuitos de consumo, y no tener fábricas por todo el mundo. Globalización significa afirmar la localización. El neologismo glocalización fue introducido por Robertson y permite explicar la des-localización, y al mismo tiempo la re-localización. La deslocalización y re-localización significa un proceso complejo y multilineal, una red, un juego, en donde ningún símbolo puede justificarse ni resignificarse dialógicamente: nosotros-ellos. La idea es más bien que se requiere re-localizar símbolos y estilos de vida, des-tradicionalizados, i.e. re-contruídos-translocalmente en un contexto local-global. Esto supone: dialogo, conflicto, intercambio, negociación. Por eso aparecen pertinentes aquellas categorías que en un principio son mutuamente contradictorias: universalismo / particularismo, soldaduras/ fracturas ,centralización / descentralización, conflicto / disflicto / compositio.

Supuesto 2: Glocafractalización. La glocalización es cierto: re-localiza y re-territorializa. Sin embargo al hacerlo estratifica lo social entorno a los procesos identitarios que la caracterizan (vid supra). La glocalización fractaliza a su vez aquello local que re-territorializa. Lo vuelve un entramado fractálico dentro de la frontera de lo social-estatalizado. Lo re-localizado es local pero en múltiples particularidades.

Supuesto 3: Glocalización dis-refencial. La nueva estratificación social de la glocalización no produce referenciamiento sino múltiples referenciamientos, se vuelve dis-referencial del sistema estatal-nacional.

Paradoja 1: A mayor grado de globalización mayor grado de glocalización o translocalización. Pero sin embargo la re-territorialización se vuelve, se trastoca dis-referencial. Lo global, no es otra cosa que algo local, pero sin referencias estatal-nacional, se referencia a un no-lugar.

¿De la soberanía política a la glocafractalización?

1
La sub-versión del territorio social.
Primer acto.

Pre-supuesto 6: La sub-versión del territorio social. A muerto la política, se ha abierto la trampa de la territorialidad. "Si la solidaridad no se deja ya encerrar en la geografía, si ya no hay ciudad, si ya no hay nación, ¿puede haber todavía política?" Esta argumentación de Jean Marie Guéhenno (El fin de la democracia. La crisis política y las nuevas reglas del juego, 1995), lleva a cuestionar la posibilidad de la misma política. O más fuerte aún "el desaparecer de la nación lleva en sí la muerte de la política".

Muchos han sostenido que el origen del Estado moderno se basa en la escasez del suelo/espacio físico; y la abundancia de los hombres que llevó al abandono de la esclavitud. El no control territorial, sostiene Guéhenno lleva a cuestionar la eficiencia de la soberanía fiscal: las personas se mueven más, los capitales son escasos y móviles, y se difumina la localización del valor añadido. El Estado imposibilitado para recaudar, se convierte en un mal gestionador del gasto. En última instancia se corroe la solidaridad y el control político del espacio territorial.

Lema 4: El capital se mueve. El sistema capitalista, y esto lo sabemos por Marx y también por Polanyi, ha mercantilizando todas las esferas de la vida. Sin embargo dos bienes económicos se presentan como mercancías, pero no son producidos como ellas: la tierra y la fuerza de trabajo (FT). La tierra, el hogar de los hombres de Arendt siempre fue un problema para los capitalistas: fijación, inmovilidad. Cuando menos era una fuerte contradicción: cuando todo se mueve, y sobre eso el capitalismo y la modernidad nos han enseñado bastante, pretender quedarse quieto es una ilusión. El capital lucho siempre contra la trampa de la territorialidad y lo logró. El logro del capital es moverse entre fronteras territorial y políticamente constituidas. Eso es el fin de la geografía. Con respecto a la FT la lucha siempre fue implacable: desde la plusvalía relativa hasta los modernos modelos duales del mercado de trabajo, la base empírica es siempre la misma: como prescindir, en la medida de lo rentable, de la necesidad de la FT para producir las mercancías. Esto, el fenómeno tierra y FT, es clásico y difícilmente explique la globalización. Para ello hay que añadir una variable siempre presente en el capitalismo, y si bien no es una mercancía, es uno de los valores más preciados del capital: el tiempo. Lo que el capital puede hacer ahora es 'comprimir el tiempo/espacio'. El capital tiene una libertad de movimientos para localizar la fijación/des-territorialización del espacio nunca antes sustentada. Esto es la ‘propiedad absentista del capital’ con respecto a la territorialidad estatal. Es un propietario de un no-lugar. Que el capital se deba a sus inversores, y no a la comunidad (como cierto capitalismo ecuménico plantea) no es novedad, lo que es novedoso es que el capital escapando de la trampa de la territorialidad se vuelve parte de esa pluralidad sin unidad. Pretender que el capital tenga unidad sería obligarlo a descomprimir el tiempo/espacio, algo por lo que lucho más de trescientos años.

Lema 5: El estado no alcanza. En un mundo en donde los capitalistas: (i) tienen la posibilidad de exportar no sólo mercancías sino puestos de trabajos, (ii) repartir marcas de origen acorde con sus evaluaciones de rentabilidad, (iii) realizar pactos globales inter-intrafirmas, (iv) y donde sus lugares de residencia no coinciden con los de declaración fiscal, ni con los de producción; las estatalidades ven socavados sus poderes. El lugar ocupado, anteriormente, por los principios en el marco de la solidaridad, ahora es ocupado por reglas. "Qué es la libertad en un mundo de reglas? ¿Cómo se limita el poder en un mundo sin principios?", se pregunta Guéhenno. Las reglas, en esta visión, las pone el capital que se mueve, él tiene todo el poder. Qué puede hacer el Estado. El Estado en su búsqueda por re-encontrarse con el poder emprendió una estrategia descentralizadora, re-localizar, re-territorializar el Estado central en jurisdicciones más descentralizadas. Creen, quizá, que reduciendo en territorio social encuentren lo que han perdido: la solidaridad y la eficacia/eficiencia. Como nos ha demostrado la historia reciente la descentralización ni se re-encontro con la solidaridad perdida, ni es más eficaz en las ventanillas de cobro de impuestos: el capital se mueve y deja los estados descentralizados cobrando impuestos a los desempleados. Quizá como apunta Guéhenno la estatalidad nacional está en crisis porque la propia sociedad que pretende gobernar está inmersa en una ‘crisis existencial’.

Supuesto 4: Si la estatalidad nacional no refleja un consenso moral sobre principios que fundan la solidaridad distributiva de la sociedad política, si la estatalidad se remite sólo a organizar el conflicto y fragmentar las decisiones, si las reglas suplantan a la búsqueda de la libertad, quizá quién ejerza el poder político sea irrelevante. Da igual quién gobierne, puesto que siempre es otro el que lo hace. En otro contexto y por otros motivos Lafontaine y Müller llegan al mismo punto: "En la medida en que sea el mercado internacional el que determine las decisiones, da igual quien gobierne." (No hay que tenerle miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos, 1998).

Paradoja 2: Ha sido herido el ágora. Sabiendo que da igual quién ejerza el poder político, puesto que reconocemos la muerte de la política, queremos y deseamos que la política sea una herramienta y un espacio social para soluciones prácticas.

2
Las cabras de Juan Fernández y los perros
del orden-no-político

Alrededor de 1780 Townsend plasmó un problema en su Dissertation on the Poor Laws donde Juan Fernández dejó en un isla del Pacífico, frente a las costas de Chile, unas cuantas cabras que se reprodujeron (demasiado) abundantemente. En la Isla de Juan Fernández no había gobierno ni ley y sin embargo había un orden (natural). Paradoja moral que se aplicó a la Ley de Pobres. De allí, una conjura política: Townsend pensaba que los hombres son bestias y que por tanto no necesitan (o necesitan, en el máximo de umbral de tolerancia) un gobierno mínimo. En la Isla de Juan Fernández se aplica la Ley de Malthus: mientras los ricos y poderosos estén seguros, los pobres y harapientos estarán impulsados a trabajar por el acicate del hambre. Como observó agudamente Townsend apelar a magistraturas (léase soberanos políticos) serían innecesario si la ley natural obra divinamente. La paradoja natural (cabras y perros) permitía explicar el orden apelando a lo natural y no a la construcción política de las sociedades, a lo constituido y no al poder constituyente. Sin mucho trabaja se puede relacionar el trabajo de Townsend con la ley del comercio internacional; apelar a un orden político siempre es más costoso que la aplicación automática del laissez faire. De aquí:

Lema 6: Es ampliamente difundido y aceptado que la globalización implica estatalidades mínimas, desmantelamientos de las políticas sociales y de bienestar; y causa mayores desigualdades de ingresos vía destrucción de empleo y transformación violenta de los distritos industriales domésticos. Y que la competencia por atraer inversiones externas paraliza las políticas activas de la estatalidad en pro de igualar parámetros de bienestar. El acicate del hambre funciona como ordenador natural. Los perros terminan controlando, en lo alto de las rocas, a las famélicas cabras.

Sin embargo: ¿este lema describe correctamente la realidad?. ¿La globalización causa todos estos males?. ¿Existe la globalización?. ¿Cuál es, en caso afirmativo, su alcance?.

Pre-supuesto 7: La estatalidad nacional no se dio cuenta de la globalización. Y si se dio cuenta no siente la supuesta pérdida de poder en el alcance regulatorio de sus políticas monetarias, fiscales, industriales y redistributivas. Enumeremos algunos de los argumentos esgrimidos por los partidarios de este supuesto.

(i)

El volumen del PIB negociado a nivel de inter-estatalidades es pequeño, demasiado pequeño para preocupar a las elites político-burocráticas. Según datos de Bouzas-Ffrench Davis ("La globalización y la gobernabilidad de los países en desarrollo", Revista de la CEPAL, octubre, 1998) 80-85% del PIB del mundo no se comercia internacionalmente. Aldo Ferrer ("América Latina y la globalización", Revista de la CEPAL, octubre, 1998) sostiene lo mismo, pero además incorpora el dato de que cada 10 trabajadores, 9 lo hacen para sus con-nacionales.

(ii)

Si tomamos las tasas de ahorro que, supuestamente, financian las inversiones que, por otra parte, producen el PIB, nos encontramos que la globalización ha impactado muy poco. M. Feldstein y P. Bacchetta ("National saving and international investment", en B.D. Bernheim y J.B. Shoven, Comps.; National Savings and Economic Performance, 1991) sostienen que la formación de ahorro interno todavía es una variable significativa en la formación de la inversión. Ferrer (1998) sostiene que 90% de la financiación de la inversión se realiza con ahorro interno.

(iii)

Si visualizamos las cuotas de exportaciones en una serie temporal relativamente larga, se concluye que la globalización no produjo la explosión que todos esperaríamos. En 1870 la cuota de exportaciones en la producción mundial (medida en términos reales y precios constantes) rondaba el 5%, mientras que en 1913 significaba 8,7%, en 1929 era 9%. En 1950 había caído a 7%, desde allí fue creciendo: en 1980 era 11,5% y en 1995 era 15% (Oskar Lafontaine y Christa Müller, No hay que tenerle miedo a la globalización. Bienestar y trabajo para todos, 1998).

(iv)

Con estos datos, Lafontaine y Múller están tentados a sostener que no hay una economía globalizada; existen mercados financieros globalizados, pero mercados de divisas, a lo sumo, regionalizados, es decir, "mercados monetarios europeos o americanos en economías sensiblemente cerradas."

Presupuesto 8: La estatalidad nacional en el juego del prisionero. Al mismo tiempo que existen aquellos que cuestionan la globalización están los otros que cuestionan la existencia de la estatalidad nacional. La mejor forma expositiva, creemos, resulta el dilema del prisionero: las estatalidades nacionales compiten entre sí para beneficiar ciertos global players con la finalidad de posicionar mejor sus estados, y por tanto sus elites políticas, en el concierto de esa pluralidad sin unidad. Quizá con el objetivo ulterior de hegemonizar mediante su sistema estatal el globalismo y la globalización. La modelización de este juego implica dos juegos: primero un dilema del prisionero interno entre capitalistas; y luego, en segundo lugar, entre las estatalidades nacionales entre sí. Pero el lector debe recordar que el primer juego depende del segundo y viceversa. El juego corre como sigue:

(i)

Como las estatalidades no pueden planificar el largo y mediano plazo con política fiscal, cambiaria y monetaria, las empresas -sostienen los capitalistas- no pueden en un medio de inseguridad constante crear nuevos puestos de trabajo duraderos y mejor pagos.

(ii)

La competencia internacional, aún en los países centrales, segmenta el mercado laboral. Las industrias claves con buen perfil competitivo ocupará personal altamente cualificado y pagará sueldos acorde con mecanismos de incentivos de largo plazo. Aquellos sectores menos competitivos, cerrarán, trasladarán sus plantas a países con mejor tratamiento de costos y tasas fiscales, o presionarán a la baja en el mercado salarial doméstico. ¿Qué puede hacer el Estado si el que controla la división social del trabajo son las empresas transnacionalizadas?.

(iii)

Cómo hacer conciliar: incremento de salarios con incremento de empleo. Alta cualificación, alto valor añadido con altos salarios y tiempo de trabajo reducido. "Las empresas que operan de manera internacional invertirán y producirán en el futuro con independencia de su nacionalidad allí donde los asalariados proporcionen a sus productos el mayor valor añadido." Lafontaine y Müller sostienen que esto puede darse en países con altos o bajos salarios, con altos o bajos impuestos, ya que la clave es la rentabilidad y la variable estrella de ésta es la productividad del trabajo.

(iv)

En el anterior esquema el Estado entra en un juego perverso: tiene que apoyar a los global players para fortalecer sus exportaciones, al mismo tiempo que socorrer a otros frente a importaciones más competitivas. Resultados una política de subsidios en cadena.

(v)

La competitividad por reducción de costos, en especial los salarios, pudo haber comenzado como una acción de un empresario o un grupo de ellos que jugó a free-rider, pero si se extiende a toda una industria, y luego a todo un territorio social, se comienza a transitar por un sendero escabroso y demasiado peligroso a largo plazo. Evitar la crisis es poder pensar en el largo plazo, pero para ello es necesario apelar al presente algo cuando menos difícil en política.

(vi)

El neoliberalismo significó, en cuestión de políticas para atraer las inversiones externas, políticas de regulación que sobrepujan los aportes contributivos de los ciudadanos de los países enganchados en los flujos internacionales dictados por las lideres de la DST.

(vii)

La estatalidad nacional entra en el dilema del down sizing: la desregulación e incentivos fiscales para promover el comercio internacional corre a costa de los trabajadores, de muchos empresarios y a la larga del propio sistema capitalista doméstico-estatal.

Supuesto 5: Un mundo que comienza a globalizarse encaja perfectamente bien con la tesis de Gilpin. Es cierto nada impide pensar que en la lucha por la sobrevivencia, ciertas instituciones visualizan/detectan la crisis del status quo y descubren las deficiencias del mismo y por tanto se podrían adelantar a la creación de nuevas instituciones mejor adaptadas a sus intereses. Ciertas estatalidades empujan hacia abajo lo que está destinado a caer, y se paran, lo que bajo su propio impulso, se está moviendo a su favor. Podría parecer que la estatalidad hubiese originado estos cambios, pero en realidad sólo por un golpe de timón se convierten también en beneficiarios y hasta incluso podrían llegar a pervertir el ritmo del cambio.

Supuesto 6: En el mundo globalizado no existe unidad en la pluralidad, es totalmente policéntrico y anárquico. En la anarquía se debe: (i) reglamentar el dumping salarial,2 (ii) el dumping social,3 y (iii) el colapso financiero-fisca. Lafontaine y -Müller en un tono naïve sostienen que la sangría de capital que debe soportar un país por cobrar altos impuestos debe ser coagulada y evitada por acuerdos internacionales, i.e. regulada. Además sostienen que hace falta un nuevo marco de regulación financiero internacional, y que la trampa del descenso de los costos empresariales confunde la empresa con la economía política, puesto que los gastos de alguien siempre son los ingresos de otros. Falacia de la composición Esta búsqueda por controlar la anarquía coincide con una descripción de corte keynesiano de la crisis capitalista actual: la fuerte asimetría entre el crecimiento de los flujos comerciales y el estancamiento de la oferta global-mundial de por resultado 'equilibrio keynesiano, subóptimo, a escala internacional'. De allí algunas fantasías de volver a un sistema keynesiano pero, ahora, a escala global con un estado global. Sin embargo el control de tipo keynesiano implica control político sobre la apropiación del excedente, algo que las elites políticas difícilmente se animen a evaluar.

Paradoja 3: Ante la amenaza del supuesto 5, la afirmación del menor poder de las estatalidades (afirmado en el supuesto 6) requiere y demanda de un poder de unidad y control dentro de la pluralidad policéntrica.

3
El fin de la Nationalökonomie: Redes nodales de acumulación.

Lema 7: La globalización difumina la Nationalökonomie: división básica, social y técnica del trabajo escindida bajo un mismo territorio social. Karl Polanyi (La gran transformación, 1992) ha sostenido que las instituciones del sistema político económico del siglo XIX descansaban en: (i) un sistema de balance de poder; (ii) el patrón oro; (iii) el mercado auto-regulado; (iv) el Estado Liberal. Dos eran políticas y dos económicas; dos nacionales y dos internacionales. Durante el siglo XX se construyeron casi a semejanza, también cuatro instituciones fundamentales para el sistema político y económico: (i) el empate de la guerra fría; (ii) el sistema de multilateral de Bretton Woods; (iii) el mercado regulado; (iv) el welfare State. A diferencia del patrón oro que era la institución crucial en el siglo pasado (véase Karl Polany, 1992) fue el mercado regulado el que se convirtió en la institución central del siglo XX. Pero si uno lee antentamente a Polanyi se da cuenta que la institución central era el mercado autoregulado. Y la institución central y matriz autofundante en el siglo XX es el welfare State.

Cuando la estatalidad se comprometió con la cuestión social, esa denunciada por los sociólogos de la modernidad, la estatalidad nacional se convirtió en administradora del tiempo de trabajo doméstico. En América Latina aún no teniendo Estados de Bienestar, la industrialización por sustitución de importaciones intento hacerlo. Qué significa: la división básica del trabajo (DBT) en la sociedad (gobernantes/soberanos; gobernabilidad/conflicto) se autoimpuso, para cumplir con principios de justicia social, la obligación de desarrollar y controlar la división social del trabajo (DST). Esta que para Adam Smith no es otra cosa la extensión del mercado, y para Marx la asalarización a escala. Como se ve los correlatos latinoamericanos son: el desarrollo y control del mercado interno y el desarrollismo. De esta manera la DST controlada por la DBT impuso sus ritmos y fronteras a la división técnica del trabajo (DTT) –aquel concepto popularizado por los alfileres de Smith–. Lo interesante de esto es que podemos visualizar, sin mucho esfuerzo, que control político del excedente coincidía con los circuitos de producción y consumo. El mercado internismo en América Latina es eso. Hoy, en medio de la globalización, la estatalidad, i.e. la DBT, no puede controlar, desarrollar y regular la DST. Es más: la DST es controlada por la DTT que empresas globalizadas desarrollan fractalmente por toda la economia-mundo. De esta manera la DTT impone sus ritmos, cadencias, y regula la DST, y desde allí se restringe el poder político para controlar el excedente económico (DBT). En este mundo ya no coinciden circuitos de producción-consumo-acumulación.

Supuesto 7: Las estalidades se fractalizan en centros nodales de acumulación. Veamos un ejemplo. Supongamos que durante las etapas de sustitución de importaciones el país latinoamericano z desarrollo, mediante un control de la DBT sobre la DST, la producción del bien a. Después de la apertura comercial indiscriminada de los noventa desapareció de la DST del país z el sector productor del bien a. Sin embargo este país sigue consumiendo ese bien, pero ahora es producido en partes en varias estatalidades asiáticas y europeas y ensambladas en el país latinoamericano w. El país z tiene sin duda un mercado para el bien a, pero sólo significa parte del circuito mundial de consumo del bien a, producido en distintos centros nodales de acumulación jeraquizados por su relación capital/trabajo cualificado. Lafontaine y Müller sostienen: "Desde mediados de los años ochenta la división internacional del trabajo crece a través de los canales de inversión de forma tres veces más rápida que lo hace a través del comercio. Este crecimiento está a cargo de 37.000 empresas transnacionales que cada vez organizan en mayor medida su división interna del trabajo entre los distintos continentes atendiendo los costes." Esta descripción conjuntamente con el crecimiento del comercio mundial nos dan una muestra acabada de lo que sostenemos. En el período comprendido entre 1989-1997 la tasa de crecimiento del comercio mundial fue promedialmente de 6.3% anual. Si bien es cierto que el mayor flujo comercial está concentrado intra-sectorialmente e intra-regionalmente, desde 1990-95 la tasa de crecimiento de los países de la OCDE fue de 4.4% y la tasa de crecimiento de esos con terceros (fundamentalmente las economías asiáticas) fue de 8.1% (OCDE, The World in 2000,1997).

Pre-supuesto 9: Las estatalidades se disputan los centros nodales de acumulación. La tesis del estado competitivo4 y convergente a nivel global5 se sintetiza en la tesis de Kenichi Ohmae (El fin del Estado-Nación. El ascenso de las economías regionales, 1997) de la 'senda de la cebra', o como sostiene David Ibarra ("Globalización, moneda y finanzas", Revista de la CEPAL, octubre, 1998): las ventajas comparativas de los países, ahora, son los conglomerados industriales (glocalizados).

Paradoja 4: Si las estatalidades son devoradas por los centros nodales de acumulación, cómo y desde dónde las estatalidades ofrecerán ventajas comparativas dinámicas vía desarrollos de conglomerados industriales.

La paradoja se puede resolver de la misma manera que el fracaso del sistema de sustitución de importaciones (SSI). Prebisch el inventor de la relación centro-perifería en su versión latinoamericana (CEPAL; Estudio económico de América Latina, 1949, 1951) reconoció el fin o agotamiento de la sustitución de importaciones en 1963. Nuestros observadores latinoamericanos no cometerán, nos preguntamos, el mismo error testarudo de la historia de los sesenta-setenta. El error, ahora en plena globalización, sería apostar a empresas y conglomerados industriales de movilidad schumpeteriana, i.e. aquellos que separan la producción de la investigación. Como se ve nuestras estatalidades lejos de pararse sobre lo que se mueve, se paran sobre lo que se hunde. Vid supra paradoja. Si es así apostar al fordismo periférico sería matar las posibilidades de obtener las tan ansiadas ventajas comparativas pero dinámicas.

4
La sub-versión del territorio social: la subpolítica.
Segundo Acto.

Pre-supuesto 10: la sub-versión sub-política. El nacionalismo metodológico presupone una formación histórica coincidente (de la forma de mano visible o invisible) entre: sociedad civil, instituciones estatales (regímenes políticos), estado. Una convivencia organizada y finalísticamente pensada. De esta manera la estatalidad controlaba y aprisionaba la política, el poder político tomaba como rehén la política con la finalidad de un bienestar futuro por un sacrificio presente. Lo político-nacional-estatal dictaba las reglas en un juego complejo, a veces peligroso, entre actores que habían entregado el prisionero (la política) para salvar las generaciones futuras (el sacrificio frente a la envidia). Sin embargo frente a este juego cerrado comenzó lentamente a estructurarse un nuevo juego abierto a otros jugadores sin fichas otorgadas por la estatalidad omnipotente y omnisciente, los actores transnacionales: construyen un entramado y red político que subvierte a lo político estatal, al subvertirlo se puede denominar sub-político y construye un entramado meta-político (estatal).

Supuesto 8: La globalización no mata la política, la transforma. Beck (1998) sostiene que la globalización no es el fin de la política como apunta Guéhenno (1995) sino más bien una salida de lo político marco tradicional del Estado-Nación. Según Beck la globalización entraña un riesgo de que las configuraciones políticas institucionales estallen y se abran al discurso político. "Por qué la globalización significa polítización? Porque la puesta en escena de la globalización permite a los empresarios, y sus asociados, reconquistar y volver a disponer del poder negociador política y socialmente domesticado del capitalismo democráticamente organizado."

Pre-supuesto 11: el peligro de la pobreza. Lo nuevo de la era global es que se ha perdido el nexo entre pobreza y riqueza, y esto es, según Bauman, a causa de la globalización que divide a la población mundial en ricos globalizados, que dominan el espacio y no tienen tiempo, y pobres localizados, que están pegados al espacio y tienen que matar su tiempo, con el que no tienen nada que hacer. O como sostiene Beck: "La consecuencia primordial es que la dialéctica amo-siervo ha tocado así su fin. Más aún: se ha roto el lazo que tornaba la solidaridad no sólo necesaria, sino también posible. Esta relación de dependencia, o al menos de compasión, que subyacía hasta ahora bajo todas las formas de desigualdad se despliega ahora en un nuevo 'en ningún lugar' de la sociedad mundial."

Paradoja 5: Mientras la estatalidad, el poder político, intenta echar cerrojos, la subpolítica se cuela por la ventana. Mientras la subpolítica corroe y difumina la estatalidad, ésta se vuelve imprescindible para contener la pobreza. Si la nueva política está allí colándose por las ventanas, la vieja se apoltrona en la puerta. Si los ricos y poderosos globalizados hacen la subpolítica, los pobres globalizados de Bauman resisten con banderas harapientas. La paradoja es clara: hacer una nueva política sin los pobres es claramente no hacer política. Quizá lo que vemos sea un preámbulo de lo que viene. Bentham ignoro la paradoja y su implicancia política: Bentham se preguntaba que puede hacer la Ley con respecto a la subsistencia y a la indigencia: nada -respondía en sus Principles of Civil Code, Cap. 4, — sólo el tratamiento científico de los pobres y desposeídos. Algo que nos resulta familiar en nuestro contexto latinoamericano.

Convertir las piedras en pan

1
¿Convertir piedras en pan?.

Lema 8: ¿Las elites políticas de las estatalidades son inocentes, los financistas son villanos: pero el diablo metió la cola?

El argumento teórico-analítico-axiomático para defender la libre movilidad de activos se basa en el modelo de eficiencia paretiana del mercado para asignar los recursos. Dicho de otra manera, el mercado con actores racionales-maximizadores conocen los procesos de formación de los precios de los activos financieros. En jerga neoclásica: conocen el verdadero modelo. De allí, sus sustentadores explican que la volatilidad de los precios nunca puede ser producida por un efecto endógeno al proceso de formación de los precios. Si existen se deben, nuevamente en jerga neoclásica, a ‘manchas solares’ o ‘sorpresas nomativas’. Este modelo, es suficientemente criticado, puesto que ignora la intención de los actores a ocultar información, no sólo la manifiesta asimetría en la información. De este problema teórico, y pasando por su regularidad empírica, hasta llegar a la sensibilidad de banqueros, agentes de bolsa y ciudadanos en general, se producen situaciones en donde se visualiza al sistema financiero internacional como el diablo encarnado, hoy en Malasia, mañana en Argentina y así sucesivamente. Pero siempre fue así.

En un estudio reciente B. Eichengreen (Globalizing capital: a history of international monetary systems, 1996.) sostiene que durante la época del patrón-oro fue el único período de libre movilidad de capital, con estabilidad de los mercados cambiarios de los países industializados. ¿Por qué?. Vamos por partes.

Lord Keynes, el mentor de Bretton Woods, ha sostenido en varias ocasiones que un sistema financiero liberalizado, en perfecta concurrencia de los mercados de capitales, no es compatible con el tipo de cambio necesario para desarrollar la expansión liberalizada del comercio. Nuevamente: ¿por qué?. Veamos una denuncia actual al mercado de activos financieros liberalizados: "Los movimientos especulativos (sostienen Lafontaine y Müller) de capital en los mercados internacionales generan oscilaciones cambiarias que no tienen nada que ver con el desarrollo de la economía real. La cotización de las divisas tienen sin embargo una función directriz para la producción.". Ahora vamos a entender los por qué. La denuncia actual plantea que cualquier oscilación cambiaria que se ubique más allá de las diferencias de inflación altera los indicadores naturales del comercio internacional. Concretamente en el contexto europeo, el de los autores de marras, la revalorización y la sobrevalorización de las monedas desemboca en un embate sobre la competitividad industrial. Vemos que los tipos de cambios, la afluencia de capitales, la tasa de interés doméstico/internacional y competitividad de las economías domésticas frente al mundo son el eje de la cuestión. Keynes lo sabía: el sistema financiero abierto (liberalizado) es inconsistente con la autonomía requerida en materia monetaria, aunque también fiscal, para desarrollar el comercio liberal (exportar). La clave, keynesianamente hablando, está en el financiamiento de las inversiones y la tasa de interés adecuadas. O en otras palabras: como cómo fijar la tasa de interés leyendo la sensibilidad de los animal spirits. De esta forma: controlar el mercado de activos financieros, es controlar el capital, y por tanto la tasa de interés, pero para ello es necesario controlar la política monetaria. Esto es entendible en el mundo del Estado del Bienestar, o economías keynesianas, sin embargo por qué Eichengreen sostiene que el contrafáctico keynesiano alguna vez existió. Muy simple: la estatalidad no había inventado, o no había aceptado políticamente, el compromiso por la cuestión social. Durante el neoimperialismo la libre movilidad de capitales co-existió en relativa armonía con las paridades cambiarias estables y predecibles, por que los Estados no sólo querían mantener la paridad oro, sino que podían hacerlo. Podían hacerlo porque no se había estatalizado la cuestión social. De allí la falsa axiomatización de las ‘sorpresas normativas’ de los neoclásicos. Entre las manchas solares y los cataclismo políticos, los sistemas políticos escogen sobrevivir políticamente con sus elites.

Pre-supuesto 12: Los keynesianos y liberales neoclásicos quieren la regulación mundial de las finanzas. O lo mismo: todos quieren lo que no se puede dar. Las transformaciones llevadas a cabo en AL tienen algunas coincidencias, a pesar de sus especificidades contingentes, se podrían enumerar, a los efectos que aquí nos interesan, como sigue: (i) apertura comercial brusca, (ii) apertura de los mercados de capitales, (iii) traspaso de nichos en la DST al capital privado transnacionalizado, (iv) deflación competitiva. Por varias razones en los denominados planes de ajustes la tasa de interés domésticas de las economías regionales se convierte en la variable principal: (i) es orientadora de la inversión local, (ii) parametra los rendimientos futuros de las inversiones actuales, (iii) aprecia o deprecia las relaciones cambiarias en un mercado de capitales y divisas libres. En un contexto de globalización financiera el capital se vuelve, se torna, escaso con respecto al trabajo. De aquí los ‘propietarios absentistas’, y sus inversiones, se conviertan en poderosos actores capaz de controlar nodos centrales de acumulación y fractalizan las ex-economías domésticas. Lafontaine y Müller sostienen que la volatilidad del mundo financiero no sólo es provechosa para los bancos, de hecho se han transnacionalizado a la misma velocidad que la burbuja financiera que crean; sino también que le es provechosa a las empresas que lideran la DST puesto que pueden conseguir financiamiento adecuado en cualquier lugar del mundo. La afluencia del financiamiento externo en las economías domésticas de América Latina depende, entonces, de un equilibrio entre las tasas de interés y las rentas de actividad. Puesto de otra manera, los rendimientos del capital financiero no pueden ser tan altos, que las rentas de actividad (ganancias y salarios) no lo puedan pagar. El llamado equilibrio entre predadores (sistema financiero) y presas (tomadores de crédito) depende de la relación interés/rentas de actividad (véase Jean Paul Fitoussi, El debate prohibido. Moneda, Europa, Pobreza, 1996). Sin embargo este equilibrio no implica una única relación estable, es un juego con varias soluciones. Una de ellas es el equilibrio de índole especulativo. Si esto es así, y no caben muchas dudas, la pregunta es como salir de esa relación y pasar a una solución no especulativa. La respuesta es que esto es imposible: como ha sostenido brillantemente Lester Thurow ("¿Ha muerto el modelo asiático?", Realidad Económica, Núm. 158, 1998) para erradicar las crisis económicas producidas por factores especulativos es necesario liquidar activos por debajo de los valores anteriores a la crisis. El lector, al igual que nosotros, recordará diversos pasajes de El Capital en donde se llega a la misma conclusión: la crisis se solucionan destruyendo porciones de capital. Pero esta solución es inviable puesto que los predadores no estaría dispuestos a hacerse cargo de la destrucción de los sus propios activos (aún en el caso que los activos financieros ahora sea modernas torres Petronas). Los predadores, antes de destruir su propio capital, ensayarán otras soluciones: buscar incrementos de las rentas de actividad vía las exportaciones domésticas del país en crisis. Esta estrategia es tan antigua como la especulación misma y se puede sintentizar con una lapidaria, pero no por ello menos actual, frase del ministro de finanzas I. A. Vysnegradskii de la Rusia Zarista: debemos exportar, de lo contrario moriremos.

Paradoja 6: la única forma de mantener los depredadores contentos es engordar saludablemente las presas. Pero quién engorda las presas no necesariamente se beneficia del ahorro de los depredadores.

Supuesto 9: Reformar los aparatos financieros de América Latina. Según un informe del Banco Internacional de Desarrollo (Progreso económico y social en América Latina, 1996). las tasas de crecimiento del PIB fueron promedialmente de 5,9% para América Latina durante los años setenta. Para caer a 1% en los ochenta, y si los medimos en términos de base per capita fueron negativos. Después de la denominada década pérdida y el re-descubrimiento del mercado los análisis y observaciones políticas y técnicas no residían en los antiguos problemas externos y estructurales planteados por la CEPAL, sino más bien en recomendaciones de política interna: específicamente en los programas de reformas internos (véase los informes del BID y del BM, 1992). Sin embargo durante la década de los noventa las economías latinoamericanas recuperaron las sendas de crecimiento que habían tenido en los setenta. Esto implica que las inversiones fueron financiadas con masas de ahorro, y todo implica, que aún siendo la movilidad de capital imperfecta ( véase R. Herring y R. Litan; Financial regulation in the global economy, 1995), los mercados financieros jugaron un rol importante en el crecimiento latinoamericano de los noventa. La relación flujos de capital y crisis financieras ha sido y es problemática en la región. Por una lado, como señala el Banco Mundial (véase Informe sobre el desarrollo mundial, 1997: el Estado en un mundo en transformación, 1997), es positiva puesto que se pueden impulsar inversiones sin masas de ahorro interno, vía los modernos sistemas financieros mundiales, y además se tienen que hacer reformas para ofrecer altas tasas de rentabilidad en las inversiones (léase privatizaciones). Pero existen desventajas marcadas para las inversiones en cartera, que según el informe del BID de 1996, tuvieron una fuerte explosión entre 1992 y 1994. Luego en 1995 las inversiones en cartera tuvieron una abrupta caída, fruto del tequila, para luego en 1997 significar sólo 24% del boom de 1994. Esto no es lo que se podría llamar un sistema financiero estable. Muy por el contrario en comportamiento ‘en manada’ de los inversionistas extranjeros, es causado, entre otras cosas, por la escasa diferenciación de los sistemas bancarios en América Latina. El sistema de financiamiento es clave, todavía, para la acumulación de los centros nodales de acumulación –en esto coincidimos ampliamente con un keynesiano-cepalino como Armando DiFilippo ("La visión centro-periferia hoy", Revista de la CEPAL, octubre, 1998)–; por tanto las reformas bancarias y financieras son la tarea más urgente en las economías latinoamericanas(véase Nancy Birdsall y Carlos Lozada, "Shocks externos en economías vulnerables: una reconsideración de Prebisch", Revista de la CEPAL, octubre, 1998). En este tenor creemos que el mayor desafío de América Latina, es como sostuvo Keynes, crear un inteligente y pragmático sistema de financiamiento para movilizar los recursos reales: transformar las piedra en pan.

Addenda: la inteligencia de pulir los palos.

La tesis de Bauman, mediante el concepto de glocalización se vuelve un eufemismo, ya que la posición del habla no tiene marco de referencia.6 La glocalización parece una construcción ilusoria que se encuentra más allá de la unidad global y de sus interdependencia, una posición a lo innombrable: el infierno. La estrategia de la glocalización es decir, el fin de la paradoja del amo-esclavo, significa: la pérdida del marco referencial estatal-nacional (el contenedor de la sociedad, el nacionalismo metodológico) implica una irremediable de-vinculación de espacios y paisajes sociales-mundial trans-estatales: la rutas de vida paralelas entre pobres y ricos de Bauman. Si no existe minima moralia para referenciar a nuestros pobres y a nuestros ricos no tenemos referenciamiento social, estamos más allá de una unidad: estamos en lo innombrable, estamos en el infierno o en cielo, una cuestión de fe, pero no tenemos la posición de sujeto histórico autoreferencialmente constituido en la sociedad política, no tenemos sociedad política. Llegamos a un punto que ni siquiera es viable preguntarse por las posibilidades de construcción de la solidaridad cosmopolita (Habermas) sino más bien: si seremos capaces de desmontar la empalizada (Gauthier) construida en el último cuarto de siglo. Hoy las sociedades latinoamericanas están inmersas en la más penosa escisión entre el Estado/mercado. La ciudadanía no puede articular un agente económico integrado, y al mismo tiempo la exclusión económica no logra articular el derecho inalienable de la rebelión civil. Las sociedades latinoamericanas se debaten entre un mundo normativo carente de consenso moral, y en un mundo fáctico que presupone un consenso por omisión. Así las cosas, las sociedades políticas latinoamericanas están ubicadas en un hiperplano donde los derechos individuales (parte autofundante de los derechos humanos) no logran normar el igual acceso a los mismos. Dada esta situación: cómo re-pensar las nuevas estatalidades latinoamericanos. Aquí proponemos un análisis de la auto-fundación constitutiva de la sociedad política misma. Cómo dotar a las sociedades políticas latinoamericanas de un consenso moral suficiente para permitir el respeto por los derechos individuales. O de otra forma: con más de la mitad de la ciudadanía inmersa en la pobreza, con problemas dramáticos de exclusión social, con altas tasas de desempleo; cómo pensar en una sociedad más justa, más plural y más comprometida con la justicia distributiva, fundamento último de la sociedad política. Para ello creemos que los ciudadanos debemos trabajar en dos líneas:

(i) re-construir una nueva minima moralia. La construcción de un consenso moral autofundante de la sociedad política es necesario para redefinir los criterios normativos de la sociedad política: qué nos corresponde por ser miembros asociados de esta sociedad política. Nos permitiría volver referencial no ya la estatalidad, pero sí la sociedad política.

Pero, como sostuvo Polanyi (1992), "los intereses, como las intenciones, siguen siendo inevitablemente platónicos si no se traducen en política por medio de algún instrumento social" Por esto sugerimos avanzar en otro punto de la agenda normativa:

(ii) Politizar voluntariamente la sociedad: a diferencia de Beck, creemos, que quedar atrapados en la lógica de la sub-política no nos llevará a plantear la minima moralia, necesitamos re-politizar la sociedad. En nuestro rol de ciudadanos apropiándonos del discurso, no dejándose devorar por las ideas. Quizá para ello debamos dar dos pasos atrás para dar sólo uno adelante, pero qué es sino la política, como dijo Weber, sino un arduo y tesonero pulir de duras maderas.

Estas dos guías nos preparían qua ciudadanos para enfrentar los discurso del globalismo. Cuando Tomás Moro planteaba: ‘que extraño país aquel en donde las ovejas se devoran a los hombres’, alertaba a sus conciudadanos sobre el peligro del discurso que permitía en nombre de los cercamientos legitimar la expulsión de contingentes de hombres desposeídos a las ciudades. Hoy al igual que entonces tenemos que afrontar que las duras maderas también son discursos y que siempre será un trabajo arduo y tesonero pulirlas. Lo peor que nos puede pasar, como ciudadanos, sería prestar atención a slogans como el de Richard Mallon, miembro emérito del Instituto de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, traductor de Keynes, keynesiano y colega-amigo de don Raúl Prebich: "la tensión entre centro y periferia en la era de la globalización financiera puede aparecer abrumadora, pero estoy optimista en que, al final, el ingenio de América Latina vencerá".("Un nuevo centro y una nueva periferia", Revista de la CEPAL, octubre, 1998). Las duras maderas tienen formas diversas.

Notas.

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(1) Este concepto es introducido por Martin Albrow, The Global Age: State and Society Beyond Modernity, 1997. Para Beck el equivalente nuestro de estatalidad moderna, sería la sociedad mundial. Y sostiene: "en la expresión 'sociedad mundial', 'mundial' significa según esto diferencia, pluralidad, y 'sociedad' significa estado de no-integración (....).". Para nosotros el plano real del orbis sin unidad es claro que corresponden a una descripción no ordenada, no integrada. Por ello nos negamos a usar la palabra sociedad para describir este estado de cosas. Por definición la sociedad significa integración, si estamos en presencia de des-orden ya no hay más sociedad, sino otra cosa.

(2) Con respecto a un informe del Banco Mundial de 1995 que sostenía que los sindicatos de los países emergentes tenían un importante papel que desempeñar en la economía global, propugnando mejores salarios y mejores condiciones de trabajo, a los fines de terminar con el dumping salarial a escala planetaria; Lafontaine y -Müller sostienen que los países del Norte tiene la obligación de ayudar: i) obligando a suscribir y respetar los acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo, ii) trabajando con sistema preferencial de cuotas a la importación para países que no sobre-explotan la mano de obra; iii) con una fuerte política de desarrollo con la famosa fórmula 20/20. El norte se compromete en dar una quinta parte de los programas sociales si los países emergentes gastan un 20% del presupuesto en infraestructura y gasto social.

(3) "El dumping salarial, social y medioambiental pone en peligro el bienestar alcanzando en los países industrializados, dificulta la mejora de las condiciones de vida en los países en desarrollo y puede desembocar incluso en una crisis económica mundial". (Lafontaine y Müller, 1998). La tesis es que falta una teoría alternativa del desarrollo económico sostenido e incluyente.

(4) Véase, para el contexto latinoamericano, Fernando H. Cardoso, "Ideologías no pós-guerra fria", en Os caminhos da social-democracia, Núm 1, Partido da Social-Democracia Brasileira, 1996.

(5) Luiz Carlos Bresser Pereira ("La reconstrucción del Estado en América Latina", Revista de la CEPAL, octubre, 1998) sostiene la tesis de que en siglo XXI la forma y contenido del Estado será de tipo social-liberal para un capitalismo globalizado. Esta tesis implica una dominancia de convergencia entre el sistema de estatalidades nacionales. La convergencia se deduce de la adopción de tecnologías similares, medios comunicación standarizados y la existencia de una sola forma de capitalismo. La tesis de Cardoso (1996) se complementa con la de Bresser Pereira vía la explicación ofrecida por A. Przeworski ("On the design of the State: principal-agent perspective", Mimeo., 1996) del debate circularmente obstruido entre mercado y Estado.

(6) Lo que llamamos glocalización dis-referencial.

 

 

Dante Avaro, "Cuando las ideas devoran a los hombres o cómo salir de los tentáculos del "pensamiento único"", Fractal n° 18, julio-septiembre, 2000, año 4, volumen V, pp. 29-65.