PREÁMBULO

¿Qué ve el que no ve?

 

El tema de este número es la obra de un fotógrafo ciego: Evgen Bavcar. A primera vista, el hecho aparece como una contradicción. Por lógica o por costumbre, dos atributos de la incredulidad, la fotografía es un arte de la vista, y el ciego no la tiene. Del diverso universo de posibilidades que ofrece una cámara, la ceguera parece obstruir todas las imaginables. Bavcar se asoma al infinito territorio que sigue a la lógica... de lo visual. Sabemos que procede con los objetos que fotografía según el método braille: leyendo sus formas y superficies con los dedos. "Lee" por igual cuerpos, piedras y vacíos. Las variantes de la lectura se vuelven insospechables. Al igual que la vista, el tacto es otra ventana hacia lo real: la ventana de la piel. Ver y tocar son operaciones indistintas que permiten postular esa aparición llamada "imagen". Las imágenes que produce la vista tienen poco que ver con las que resultan del tacto.

Entre ambas media acaso el imaginario: ese lenguaje interior que nombra el deseo o lo que se "ve". El ciego "ve" con los dedos. También "ve" con los otros sentidos: el gusto, el olfato y el oído. Bavcar se hace acompañar de alguien que le relata lo que ve. Las imágenes se escuchan. La imagen es, por supuesto, un texto. La decodificación digital de un cuadro o una fotografía eleva las posibilidades de esta realidad al rigor de las matemáticas. La operación inversa nos conduce al otro extremo: el texto es una imagen. Para el ciego es una imagen de superficies, texturas y temperaturas. También de aromas. El olfato tiene ojos. Ojos más sutiles y radicales que los propios ojos. Ojos también equívocos y fantasiosos.

Una fotografía es una fotografía, y a las de Bavcar las sostiene esa aura que significa a todo objeto de arte y que admite innumerables intérpretes. Como diría Walter Benjamin, "figuraciones abiertas al asombro del espectador". Para realizarlas, el fotógrafo, una vez que ha tocado y escuchado, procede a iluminar "su" forma con antorchas y haces de luz eléctrica. Construye la noche. La imagen no es finalmente más que una escritura de luz sobre el material de la oscuridad. La luz siega o inscribe la oscuridad. Éste es precisamente el límite de la ceguera. Para el ciego la luz es una abstracción pura.

Hablar de la obra de un fotógrafo ciego no implica, en rigor, más que hablar de la fotografía en sí. Sin embargo, la conjugación entre la ceguera y un arte de la iluminación –la fotografía– propone una obra en sí. La trama de esta obra es la ruptura radical entre lo visual y lo visible, entre la imagen y el imaginario, entre ver y pensar. Al final de ella la interrogante: ¿qué significa ver?, se vuelve más incierta e inasible, dislocando el orden que ha hecho de la imagen la apostasía de la "realidad". Es esta pregunta la que mueve, en última instancia, a los ensayos que reúne este número. Una pregunta que, a partir de la paradoja de un fotógrafo ciego, se formula de otra manera.

Este volumen fue concebido y coordinado por Benjamin Mayer Foulkes. Evgen Bavcar entregó dos colecciones inéditas de fotografías. La revista Fractal agradece a ambos su colaboración, así como a la revista Luna Córnea que compartió este afán en su número 17.

La redacción

 

La redacción, Preámbulo, Fractal n° 15, octubre-diciembre, 1999, año 4, volumen IV, pp. 11-12.