NOTA

La cámara y la noche

 

Evgen Bavcar (pronúnciese "Euguen Bauchar") nació en la antigua Yugoslavia en 1946, en un pequeño poblado esloveno próximo a Venecia. Tras perder un ojo a los once años con la rama de un árbol, meses más tarde comenzó a perder el otro, luego de un accidente con una mina abandonada durante la Segunda Guerra Mundial. La ceguera total dilató seis meses en envolverlo; en ese periodo su madre nutrió su imaginería con numerosos materiales ilustrados. Tomó por vez primera una cámara entre sus manos cuatro años más tarde, para retratar a su enamorada; desde esa ocasión no ha cejado en su producción fotográfica. Estudió historia y filosofía a la par de Slavoj Zizek en la Universidad de Liubliana.

Fue el primer profesor ciego de Eslovenia, enseñaba geografía. Más tarde se doctoró en estética, en París, donde aún reside. Es investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia. Su primera exposición la presentó a los cuarenta y un años, en un club de jazz. Un año después en 1988, fue distinguido como Fotógrafo Oficial del Mes de la Fotografía de la Ciudad Luz. Con más de setenta y cinco exhibiciones desde entonces, Bavcar se ha convertido en un auténtico agitador cultural. Las obras producto de sus recorridos por esa sinuosa frontera que distingue y vincula la fotografía con la ceguera no cesan de deslumbrar, incluso, a quienes ordinariamente no se interesan ni por ésta ni por aquélla. Este topógrafo de la luz y lo inteligible también consigna sus periplos por escrito: es autor de Le voyeur absolu (Seuil, París, 1992), Les tentes démontées. Ou le monde inconnu des perceptions (Item, París, 1994), Engel unter dem Berg/À la rencontre de l’ange (Pixis bei Janus Press, Berlín, 1996), y L’inaccessible étoile, ou un voyage dans le temps (Benteli, Berlín, 1996). Sus actos no suscitan menos interés que sus obras: de anteojos transparentes, deambula con un sombrero negro de ala ancha y una bufanda roja que lo hacen figurar como el Aristide Bruant inmortalizado por Toulouse-Lautrec; un espejo redondo en su solapa sustituye la mirada especular que no puede brindar a quienes conoce. Su lengua también siega, como lo muestra su réplica a la inquietud más comúnmente externada por los videntes: "Muy sencillo, los ciegos actuamos igual que ustedes: encendemos unos potentes reflectores debajo de las sábanas, para así poder ver bien a la señora con la que estamos acostados." Su actividad inspiró La prueba, de Jocelyn Moorhouse (Australia, 1994), y él ha figurado como sí mismo en cintas como Pictures of a Kingdom, de Ralph Zöller (Alemania, 1992) y Gaudí, el rumor de la línea, de Manuel Cussó-Ferrer (España, 1994). La trascendencia de su labor se finca en el hecho de que –bajo los atuendos que creemos conocer: Platón, Descartes, Hegel; Demócrito, Calvino, Rousseau; Eckhart, Nietzsche, Wittgenstein– Occidente no es sino una épica furiosa en que se baten el ojo, la sombra y lo insondable.

Resulta así un enigma que Bavcar y la fotografía de ciegos –cuyos exponentes pueden hallarse hoy asimismo en Japón, Estados Unidos, Checoslovaquia y México– ni siquiera sean mencionados por la magna Nouvelle histoire de la photographie (1994) editada en la capital francesa por Michel Frizot, obra que se ocupa de las diversas motivaciones que propician la producción fotográfica. Acaso la inclusión de los ciegos resultaba innecesaria dado que su deseo de imagen es paradigmático de todo deseo fotográfico en general: si el sintagma "fotógrafo ciego" comienza tomándose por un disparate, de inmediato se transforma en una espectacular paradoja, para revelarse al fin como una mera redundancia.¿De dónde, entonces, nuestra denegación y nuestra sorpresa ante el ciego que toma fotos?, ¿de dónde, si, en lo esencial, la imagen es ciega, el sonido sordo, el saber incognoscible? Como profiere –con, y sin, ironía– el filósofo fotógrafo a propósito de Miguel Durán, antiguo director de la Organización Nacional de Ciegos Españoles que quedó al frente de una cadena privada de televisión: "Nadie mejor que un ciego para hacer televisión, la TV no la ven quienes la hacen, sino quienes la reciben en sus casas..." Birger Sellin, nacido en Berlín en 1973, considerado desde los dos años, y todavía, como un "autista incurable", aprendió a escribir a los dieciocho y es hoy un autor de pleno derecho (Quiero dejar de ser un dentrodemi, 1994). Alexander Graham Bell inventó el teléfono sobre la base de sus pesquisas de aparatos para la sordera. Evelyn Glennie, la primera percusionista solista clásica de nuestro tiempo, es sorda. Los oficios del antropólogo y del psicoanalista se fundan en la disposición de sus practicantes hacia sus exteriores respectivos, la alteridad cultural y el inconsciente. Según el astrofísico nuclear Peter von Ballmoos, quien hoy investiga el cosmos se encuentra en posición de un fotógrafo ciego: el nacimiento de los cuerpos celestes, la formación de los elementos que nos constituyen y la génesis del universo se estudian mediante detectores de ondas que rebasan con mucho el espectro visible.Lo sorprendente no es que un ciego tome fotos, sino nuestra sorpresa ante tal hecho. Más que un artista, Evgen Bavcar es un tropo. Más que una obra, lo que pone en juego es una experiencia. La de aquello visual invisible capaz de dar cuenta de la mirada del ciego así como de la ceguera del vidente. La de la imagen misma, en tanto que ésta sólo puede advenir ahí donde hay ceguera, y ceguera a la ceguera. Quizá por eso el poeta Walter Aue lo ha llamado "el cuarto inventor de la fotografía": con, y contra, los dispositivos de Niepce, Fox Talbot y Daguerre, Bavcar retoma el arte y la técnica campeones del oculocentrismo para mostrar que el ojo es lo insondable.

 

BMF

Benjamin Mayer Foulkes, "La cámara y la noche" Fractal n° 15, octubre-diciembre, 1999, año 4, volumen IV, pp. 155-158.