Eduardo Matos Moctezuma

El rostro de la piedra

 













I

 

¿De qué manera podemos, si nos lo propusiéramos, recuperar el tiempo que fue? El poeta busca el tiempo perdido y lo encuentra en los pensamientos rotos y los recuerdo idos. El músico lo logra al arrancar sonoridades que otro hombre creó en un tiempo y espacio diferentes. El hombre absurdamente normal no lo encontrará jamás.

Yo tengo el poder de viajar en el tiempo y de llegar a encontrarme con lo que fue. Romper las capas de concreto o de tierra me permite traspasar la barrera del tiempo y llegar a otros tiempos, a otros espacios, recuperarlos y hacerlos míos. Tengo el poder de darle vida a lo muerto, de ver y tocar pedazos de historia que están tirados por todas partes?

II

Un día en que caminaba en el tiempo me encontré frente a frente con el rostro de la muerte. Era un rostro multiplicado al infinito que me observaba desde el más allá de los siglos y me pedía, solamente, que no lo dejara morir. En otra ocasión encontré templos, palacios, piedras negadas que volvían a la vida y se asomaban a otro mundo que los contemplaban absorto, a la vez que ellas lo miraban en un encuentro incomprensible en que el tiempo por ratos, se conformaba con observarlos desde su propia perspectiva.

III

Hubo un día en que encontré la tumba del tiempo. Era un altar en cuyo interior se había colocado el atado de los años, el siglo de los antiguos mexicanos. Era el tiempo petrificado que cada 52 años moría para dar paso, una vez más, a otro siglo. En aquel momento comprendí que el tiempo puede morir y dejar de ser, aunque por poco tiempo.

IV

El hombre ha hecho a los dioses a su imagen y semejanza. Es por eso que, cuando me encuentro con el rostro de los viejos dioses, veo que en ellos el rostro anónimo del hombre que los creó. En uno se refleja el otro y es como un espejo que, al asomarnos, nos identifica a través de los siglos. Son los hombres y dioses que fueron, pero que siguen siendo en nosotros mismos.

V

En varias ocasiones he querido ir mucho más allá del tiempo y me he encontrado, simplemente, con la tarde?

VI

A veces me preguntaba si sería posible ser un hacedor de tiempo. Lo confirmé el día que encontré a una mujer tejiendo pedazos de tiempo. Rotos, los hilaba y entretejía con sus propios cabellos, con su propia historia?

VII

Nosotros somos el tiempo. Cuando dejemos de ser, podría ocurrir que la máquina del tiempo nos encontrara junto a nuestras piedras, a nuestros usos cotidianos. Entonces la historia se repetirá y quienes nos observen desde el más allá del futuro no sabrán, quizá, que somos parte del tiempo perdido y del tiempo nuestro? en fin, de todos los tiempos?

VIII

Al recoger pedazos de tiempo, a veces no nos damos cuenta de que estamos recuperándonos a nosotros mismos. Es por eso que cuando yo deje de ser, entonces serás muy rica, habrás heredado el tiempo.

 

Eduardo Matos Moctezuma , "El rostro de la piedra ", Revista diagonales, número 3, México, 1987, p. 101.