Angie Mlinko

Robert Duncan: la llama inconquistable



Desde que la Ilíada y la Odisea fueron atribuidas a Homero, el poeta ciego ha servido como metáfora de la habilidad para visualizar cosas más allá de la mera apariencia. Robert Duncan, nacido en 1919, pertenece a esta tribu de visionarios. A los 3 años de edad, estando en Yosemite, se resbaló en la nieve mientras llevaba unos lentes de sol, los cuales, al hacerse trizas, lo hirieron fuertemente causándole estrabismo. Una condición en la que los ojos no pueden enfocar un mismo objeto. Anais Nin escribió en su diario sobre como trabó conocimiento con el joven Duncan alrededor de la navidad de 1939, en una fiesta organizada en Woodstock por un grupo de empresarios de la escena artística independiente: "Un muchacho de belleza impactante con una expresión faunesca y una pequeña desviación en un ojo, que aparentaba estar viendo siempre más allá y alrededor tuyo." El guionista, director de cine y su amigo de toda la vida, James Broughton, dijo lo siguiente de su primer encuentro con Duncan: "A veces era difícil saber cuándo te estaba viendo a ti y cuándo estaba viendo a la pared detrás de ti. De pronto, al enfocar otro punto, su ojo maltrecho se fijaba en la pared de al lado, semejando a un cíclope." Los estudiantes se perturbaban por su ojo distraído, nunca estaban seguros de a quién era que se dirigía mientras daba sus formidables clases. Complementaba su llamativo estilo con tres capas roídas, moradas o negras, sombreros de ala larga y collares de ámbar.

La imperfección óptica de Duncan le brindaba un tropo, no sólo por su habilidad para ver más allá de las apariencias, sino también por ver dos mundos al mismo tiempo; uno cotidiano y el otro mítico. Tal vez más que cualquier otro poeta norteamericano, a excepción de Ezra Pound, Duncan reivindicaba como suministro para su arte el compendio completo de mitos: dioses Griegos, Sumerios y Egipcios; la Biblia, la Cábala, los cuentos de hadas y el folclor en general. Sin dejo de vergüenza imitaba obras literarias canónicas de los isabelinos, los poetas metafísicos, Dante, Whitman. Así, garantizaba un grado de marginación de los poetas del "make it new" (acólitos del avant-garde) y de los poetas del "make it prudent" (acólitos de la nueva crítica), y cualquiera que creyera que los poetas debían "hablar sinceramente". A pesar de que en sus últimos años fue una figura pública notable, estando en constante gira por las universidades, dentro del circuito de lectores y como profesor visitante, su poesía se mantuvo tan estimulante en su encuentro como frustrante en su oscuridad. "Aparentemente, si no podía encontrar una conexión entre su experiencia personal y su lectura, la experiencia no le parecía digna de hacer un poema", dijo enfurruñado un crítico en 1964.

Sin embargo, desde su muerte debido a una falla en el riñón en 1988, a los 69 años de edad, el prestigio de Duncan como un poeta de culto no ha disminuido. Su editorial vitalicia, New Directions, no ha parado de imprimir sus libros en décadas. En 2004, Stanford University Press publicó una recopilación de 800 páginas de su correspondencia con la poeta Denis Levertov (quién sirvió como editora de poesía en esta revista). El año pasado, University of California Press publicó la monumental obra poética de Duncan, The H.D. Book, y este año saldrá a la venta, The Collected Early Poems and Plays, junto con la biografía sobre el poeta hecha por Lisa Jarnot. La cada día más grande biblioteca duncaniana sirve como recordatorio de porqué persiste en ser un recurso único en la poesía norteamericana: como Ariadna, se alimenta de una línea que recorre la laberíntica historia de la imaginación humana. Las fuentes de su trabajo están provistas de un largo currículo: libros inmemoriales en literatura y religión, desde el Zohar hasta los libros de Oz, no soñada aún en los libros de filosofía y pedagogía de Mortimer Adler.

Como persona, Duncan, estaba permanentemente bifurcado, su nombre solo era la amalgama de dos identidades. Nació como Edward Howe Duncan el 7 de enero de 1919 en Oakland, el décimo hijo de Marguerite Duncan, quien murió horas después del parto. Después de su muerte, su sobrecargado esposo sufría la pérdida; el hogar se deshizo en pedazos y el pequeño Duncan fue dado en adopción. Fue rebautizado como Robert Edward Symmes por sus nuevos padres, Minnehaha y Edward Symmes, también de Oakland, quienes llegaron a él por el edicto de un astrólogo. Eran teosofístas, explica Jarnot en su biografía, miembros de una hermandad hermética basada en grupos ocultistas de finales del siglo xix, como la Orden Hermética de Londres del Ocaso Dorado y la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky de Nueva York e India (W.B. Yeats fue un miembro de la primera). De acuerdo con Minnehaha y Edwin, la vida de su hijo adoptivo estaba repleta de verdades místicas: en una vida previa había vivido en el condenado continente de Atlántida; era necesario que su madre biológica muriera para que él alcanzara su destino con sus verdaderos padres. Y era considerado "muy perezoso" por su parte querer ser un poeta. "Ya haz sido poeta en muchas vidas pasadas", lo reprendía su tía Fay.

A Duncan parecía gustarle ser acechado por el recuerdo de su infancia. A lo largo de su obra regresaría al hecho de que su madre muriera al darlo a luz, al espectro apocalíptico de Atlantis y a las doctrinas herméticas de su familia adoptiva. Pero a pesar de su gusto por modernizar viejos mitos, de buscar patrones de orden en la historia y en su propia experiencia, en su poesía se mantuvo dedicado a cultivar el verso libre, bajo la creencia de que ello "es forma...intención no revelada, que sólo conocemos como el imperativo formal que cala hondo en nuestra naturaleza mientas trabajamos, la línea viene, el empuje elemental de la línea, esto es, de dónde Whitman busca venir." Duncan desarrollaba su poética collage a partir del amplio espectro de catálogos de Whitman, así como del método de ideogramas de Pound (un elemento formal de The Cantos), por el cual las ideas abstractas son aprehendidas a través de yuxtaposiciones dispares a condición de lograr imágenes concretas. Pound era obviamente el modelo más cercano para Duncan, con su amplio alcance histórico y su inmersión en la mitología.

Como Pound, Duncan no quería terminar de anticuario. Él quería pertenecer a su momento histórico: encontrar a sus iguales, vivos y muertos, cambiar el mundo. Después de dos años abandonó la Universidad de California en Berkley sin haberse titulado para seguir a su primer amor, una filóloga romántica llamada Ned Fahs, hacia la Costa Este. Ahí se enredó con bohemios en el Village y en Catskills, volviéndose un favorito entre el círculo de escritores alrededor de Anaís Nin y Henry Miller. Después de varios años peripatéticos durante los cuales escribió principalmente pastiches, regresó a la Bay Area, estableciéndose y cimentando amistades de importancia duradera con varios poetas: primero con Jack Spicer y Robert Blaser, después con Levertov, Charles Olson y Robert Creeley. Todos se volvieron leyendas, el círculo original, catalogado como "The Berkley Reinassance", y posteriormente "The Black Mountain School", como en la famosa antología de 1960 editada por Donald Allen, "The New American Poetry", que formalizaría la brecha que algunos poetas y críticos pensaron, había sido abierta entre tradicionalistas y experimentalistas en la poesía americana de mitad de siglo. Pero Duncan, siempre el anarquista, se portó ambivalente sobre la antología y dudoso sobre las etiquetas. "¡Yo escribo poesía para las jodidas estrellas!", dijo durante una de sus clases, como si quisiera recordarse a si mismo que, poniendo la moral contemporánea de lado, en poesía el artículo genuino es eterno. O, como Pound escribiera en "Canto lxxxi":

To have gathered from the air a live tradition or from a fine old eye the unconquered flame This is not vanity.

Si su visión, su nombre, sus vidas y sus ambiciones fuesen múltiples, pensaríamos que Duncan era una criatura en perpetua ambivalencia y conflicto (uno de sus ensayos claves lleva el título, , "Man's Fullfillment in Order and Strife" en honor a Heráclito). Se enorgullecía de su origen californiano, que, en cuanto a publicaciones y críticas, lo hizo un marginado en los centros de la Costa Este (Estaba cínicamente en armonía con la posición relativa a los juicios culturales, mucho antes que la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu apareciera en el programa de estudios de cualquier universidad). Políticamente era un anarquista, pero se irritaba fácilmente por las ortodoxias culturales y políticas de la izquierda estadounidense. Era imperturbable y abiertamente homosexual, habiendo abierto terreno con su ensayo de 1944 "The Homosexual in Society", que apareció en el periódico político de Dwight Macdonald, a pesar de esto siempre rechazó la etiqueta de "escritor homosexual". Aborrecía el pensamiento de grupo. Cuando, ya en años de madurez, se le preguntó sobre los language poets, dijo: "Son un grupo de mosquitos paseando en pantanos ajenos".Prefería la compañía de Elizabeth Bishop a su poesía (ella lo introdujo a los brownies de mariguana), pero categóricamente marcaba una línea con su contemporáneos más famosos. Después de una lectura de William Snodgrass, se quejó con Levertov: "Me repugnan estos problemas personales que no tienen una raíz profunda sino en las relaciones sociales."

Tampoco podía evitar pelear ferozmente con sus amigos; mientras más cercana la amistad, más feroz la pelea. Su ruptura con Levertov es legendaria, pero también completamente confusa: mientras arremetía contra ella por escribir ingenuos poemas contra la guerra, él mismo estaba escribiendo invectivas contra Lyndon Johnson, Barry Goldwater y los administradores de Berkley responsables de sofocar las protestas estudiantiles. De hecho, Charles Scribner rechazó el libro en el que aparecerían esos poemas. Incluido "Bending The Bow", por su estridencia, la misma crítica que Duncan le había hecho justificadamente a Levertov. Duncan llevaba el simbolismo y la mitología lejos. En su mente, Levertov se había tranformado (para consternación de ella) en Kali, la diosa hindú de la guerra: "Se ha puesto el maquillaje de la madre del infierno."

Así mismo, no pudo abandonar simplemente su amistad con Spicer. Spicer tenía que transformarse en su némesis. Pero Spicer, cuya devoción a la poesía de grupo superaba por mucho la de Duncan, no sólo entró al juego sino que elevó la apuesta. En un entretenido episodio, Spicer envió a un nuevo acólito, Harris Schiff, de 19 años de edad, a entregar un mensaje a Duncan en un festival de poesía en Vancouver. Schiff, que con absoluta inocencia se presentó en una fiesta y encaró a Duncan: "Bueno, (Spicer) quería que le dijeras si puedes nombrar la diferencia entre poesía y tranvías." La enfurecida respuesta de Duncan sorprendió al joven, quien no conocía la máxima de Spencer: "La poesía es sólo para poetas. Los tranvías son para turistas", un código para hablar de aquellos que se habían vendido. Pero después Duncan se la tomaría contra su amiga Helen Adam cuando ésta se permitió hacerle unos ajustes a su obra, "San Francisco is Burning", para que se vendiera mejor. Duncan claramente llegó a ser un maestro en hacer berrinches épicos. Para él era una manera de asegurarse, dentro de su vulnerabilidad, que, como en la poesía y la mitología, la vida realmente tiene significado y riesgos que tomar.

Aunque los encantos y anatemas de Duncan podían llegar a ser devastadores para sus amigos, ellos animaban su enseñanza. Después de la década en la que comenzó a ser reconocido, cuando su trabajo alcanzó madurez y tres libros (The Opening of the Field (1960), Roots and Branches (1964) and Bending the Bow(1968)) le dieron renombre, su agenda de lecturas públicas, clases e intercambios académicos se intensificó.Esto, por un lado, desbarató su adorada vida casera, que estaba anclada en su pareja, el artista Jess, y el hogar que cultivaron amorosamente por casi cuarenta años. Pero era claramente el trabajo para el que había nacido. Tenía una labia de la escala de Coleridge, como Thom Gunn recordaría, y sus lecturas de poesía podían alargarse hasta tres horas. Una estudiante, Kathy Schwille, remarcó: "Las conversaciones con Duncan me agotaban. Los intentos para mantenerme al ritmo de sus pensamientos me dejaban exhausta y a veces ofuscada." Pero era más común que sus alumnos quedaran deslumbrados. Carol Bergé: "Todavía pienso que él no es mi platillo preferido como poeta, pero digo ahora que es un conferencista interesantísimo y un personaje inolvidable. Tiene una calidez para proyectar su personalidad que te lleva consigo hasta que te olvidas de estar enojado." Uno de sus trucos favoritos era su oráculo "Kenkyusha", una variación de la práctica romana de sortes: Jess dibujaría tres frases aleatorias del diccionario japonés de Duncan y se las entregaría en un sobre en frente de la clase boquiabierta. La conferencia sería improvisada a partir de la metáfora que el diccionario hubiese propuesto.

Pero había más en la enseñanza de Duncan que el teatro, el poder de su personalidad o su ojo distraído. Para empezar, le brindaba a sus alumnos una amplia y profunda educación, tal vez pasando una mañana inmerso en "raíces paganas y helenísticas" y una tarde en los Cantos de Pound, o bien, armando una lista de lectura que incluía "La psicología Gestalt" de Kohler o "El lugar de valor en un mundo de hechos", "La construcción de la realidad en un niño" de Piaget; las "Memorias" de Jung, sueños, reflexiones; "La Función de la razón" de Whitehead y La "Fenomenología del conocimiento" de Cassier. Su método de enseñanza consistía en componer un collage de "conversaciones entre textos" tal y como lo hacían sus poemas. Rechazó el modelo de los talleres de "me gusta", "no me gusta", "no es mi estilo", "sí es mi estilo": "Seremos detectives, no jueces….Semana a semana estudiaremos…. vocales, consonantes, la estructura de la rima." Y le dio a sus alumnos y audiencias lo que anhelaban encontrar implícitamente en la poesía: significado, riesgo. "La poesía no es mi especialidad, es mi vida". "En el lenguaje encuentro a Dios". "Para convertirse en un poeta hay que estar consiente de la creación…" "Vocales; el espíritu, Consonantes; el cuerpo". ¿Quién podría dudar que, con un maestro de tal convicción, embarcarse en un estudio de poesía era una experiencia que cambiaría la vida? Los efectos de declaración tras declaración, eran galvanizadores: "Yo fui uno de los alumnos de Robert Duncan en su seminario sobre la Imaginación…. Mi fecha de nacimiento como poeta es en ese momento y en ese lugar", declaró Richard Blevins.

Un perpetuo problema con las biografías literarias es que la vida termina arrojando a la obra en las sombras. Una decepcionante biografía anterior, hecha por Ekbert Faas, que siguió la vida de Duncan hasta 1950, hizo exactamente eso. Pero para cualquier poeta que valga la pena, la vida está en la obra. Es por eso que estaba un poco molesta cuando me enteré que una gran biografía sobre Duncan iba a salir a la venta antes que una edición definitiva de sus obras completas. Dichos volúmenes están ciertamente en preparación, pero advierto que la mayoría de los fans de Duncan, tal vez algunos curiosos y otros aún no iniciados, hubieran preferido ver primero una edición académica de las obras que lo descubrieron al mundo en la década de los sesenta, o de Ground Work, el proyecto que absorbió sus dos últimas décadas, o por lo menos más volúmenes de su correspondencia.

La buena noticia es que la biografía de Duncan hecha por Lisa Jarnot sólo despertará mayor interés en su obra. Ella evita las dos usuales trampas; adoración y apostasía, siéndole fiel a un estilo tan limpio y libre de caer en editorialización o psicologización, que se lee como un reportaje. Duncan mantuvo cuadernos detallados y Jarnot llena páginas con itinerarios que pueden llegar a parecer una versión poética de los diarios de Warhol. Están llenos de interesante información sobre el origen de algunos poemas, muchos de los cuales codifican las batallas personales y encaprichamientos de Duncan. Incluso aquí, Jarnot se mueve velozmente a través de los momentos seminales, como la escritura de sus poemas icónicos "Often I Am Permitted to Return to a Meadow" and "My Mother Would Be a Falconress". Haber hecho más, afirma en su introducción, habría significado dar un giro hacia el criticismo, algo que ella quería evitar. El resultado es un libro con hechos solamente: ¿qué?, ¿dónde?, ¿quién? y ¿cuándo? A pesar de esto, Jarnot, quién también es poeta, es sensible a los símbolos y ciclos que definieron la vida imaginativa de Duncan, marcando las temporadas (Lammastide y el año nuevo, notablemente) que tuvieron significado para él, y nada tan raro como la creencia de Duncan de que la hinchazón provocada por la enfermedad terminal de su riñón era la realización del mito de Atlantis que lo había acosado a lo largo de su infancia.

En los últimos años de su vida, y a pesar de su agitada agenda. Duncan formó un club de Homero, pastoreando a un grupo de estudiantes a través de las páginas de la Ilíada. Trabajaron juntos sorteando el griego. El compromiso que puso en círculos y grupos de estudio, con el modelo de Stefan Georg, Kreis o los misteriosos del culto griego, se volvió una réplica a los modelos de "educación a distancia" y todas las visiones empresariales de educación. El club se reunía en una de las salas de sus miembros, donde, de acuerdo a uno de los participantes (David Levi-Strauss), "copiábamos las líneas, escaneábamos el hexámetro dactílico y practicábamos coreando y traduciendo". Durante la enfermedad terminal de Duncan, la comunidad iba y venía alrededor del hombre que había conversado con los más grandes textos y traído sus lecciones de vuelta, con un ojo puesto en los ángeles, y el otro en sus amigos. Cuando murió, San Francisco fue Atlantis por un momento, inundado de pena.

Traducción: Jerónimo Plá Osorio